La impunidad con la que lleva su bolsa de los mandados en pleno mediodía céntrico no desentona con el vanguardismo de un neoyorquino, sumado a un gorro y un abrigo largo con los que se distingue del cemento y los edificios antiguos. Sin embargo, la fina tela de nailon que sigue sus pasos, no muy lejos de su casa, lo confirma, como un clásico montevideano infectado de las mejores-peores costumbres de esta ciudad. Juan Wauters ha vuelto a su lugar de nacimiento, en las cuadras en las que vivieron su madre y su abuela, en Barrio Sur, luego de residir por 20 años en Queens y Brooklyn, adonde fue empujado junto con su familia durante la crisis económica de 2002.
“Acá tengo unos guantes, por si hace frío, unos lentes, unos auriculares, papeles y unas mentitas”, desembolsa literalmente en la mesa del Café la diaria el músico, cantante y actor uruguayo Juan Wauters, en la tarde previa al preestreno de Siempre vuelven, la provocadora película de Sergio de León que lo tiene como uno de sus protagonistas, y en medio de los preparativos de un vuelo a Nueva York: “Voy por la salida de mi disco MVD LUV, que sale por Captured Tracks, un sello de allá”, cuenta entusiasmado, y agrega a los motivos del viaje la proyección de Un futuro brillante, el segundo largometraje de su pareja, Lucía Garibaldi, en el Festival de Cine de Tribeca.
De sus días en el norte, Juan extraña la multiculturalidad, la propuesta artística y la comida: “Allá le decías a un amigo ‘¿querés ir a comer comida de Nepal?’, y siempre encontrabas un buen lugar. Así, con el país que se te ocurra. El problema de allá es que todo es más salvaje”, señala, “te podés encontrar alguien defecando en el subte, o si hay una pelea en la calle la gente no se mete. Acá puede haber problemas, pero no hemos llegado a ese punto”, dice.
Su música más nueva y disponible, acompañada de videoclips que mezclan humor con su esencia simple de trovador urbano, habla de trabajos mal pagos y estrés familiar. “¿Cómo estás? ¿Por qué estás llorando?”, canta en “Dime, amiga”, su single de adelanto, en dos minutos y medio que provocan felicidad y emoción, según los comentarios del video en Youtube, y en “If it’s not luv” interrumpe el lavado de platos de la cocina de un restaurante para tocar su guitarra y soñar con grandes actuaciones, en otra resolución musical brevísima.
“Son el tipo de canciones que me gustan, y si duran un minuto, más todavía”, argumenta. “Soy de la escuela de los Ramones, los Beatles, y de escuchar mucha radio. Creo que ese formato viene de los discos simples de los 50”, sugiere, al tiempo que se define como un autodidacta: “Cuando empecé a componer aprendí a estudiar estructuras de gente que hace canciones de este tipo, con una intro, primer verso, estribillo, un puente y listo”.
Otra canción de estilo más libre, aunque igual de efímera, con tambores de candombe y un coro góspel, está a punto de ver la luz como tercer adelanto de MVD LUV: “Es un tema que había escrito para el disco anterior, Wandering Rebel (2023), y es raro porque lo escribí en Nueva York”, adelanta sobre “Manejando por Pando”. “Pensé: ‘¿Qué ciudad rima con manejando?’. Nunca estuve en Pando, lo único que sé es que en otra época los hombres viajaban hasta ahí para tener sexo”.
Un Juan de película
Al contrario que Brígido, el personaje de Carlos Martínez Moreno cuyo sentido de vida apenas asomaba en el resultado de una carrera de palomas y la esperanza de una buena jubilación, su colega, de nombre Juan, inserto en la ficción de la película Siempre vuelven, puede pasar por momentos de parquedad y aparente desidia, pero se ilumina cuando toma su guitarra para cantar. “Campeona en 2015, 2016. Ya dio todo lo que tenía para dar. Gracia 300”, dice el experto, interpretado por Juan Wauters, mientras besa y manipula una paloma grisácea que ya no puede volar a la par de sus competidoras e intenta acompañar el drama y la aventura de un adolescente de vida rural.
“El dueño del palomar me acostumbró a manipular las aves”, cuenta sobre el imprescindible requisito del personaje. “Hicimos muchos ejercicios y al final te acostumbrás. Nunca tuve mascotas, no sé relacionarme con un perro o un gato, así que lo hice con el mayor profesionalismo posible, sin pensarlo demasiado”, cuenta.
El director y guionista Sergio de León (La intención del colibrí, 2019) pensó desde el principio en el músico para el personaje que terminó por ofrecerle: “Es bastante mágica toda la movida. Yo todavía estaba en Estados Unidos cuando me cayó su mensaje. A la misma vez, comenzaba mi relación con Lucía, con quien estoy ahora. Mi personaje en la película está tratando de recuperar un tiempo perdido y tiene una pareja que se llama Lucía, y como si fuera poco, justo ahora estoy volviendo a Uruguay”, dice con un brillo en los ojos que, en su caso, no es una excepción, sino un rasgo de asombro casi permanente.
Reconoce que la experiencia actoral del largometraje lo dejó fascinado y con ganas de buscar más oportunidades en el cine: “Podría estar mejor en mi manera de actuar, pero siento que es un lugar que me gustaría explorar”, confiesa. A esta hora todavía no vio la película ni una sola vez, aunque lo hará a la noche, en una función para la que también preparó un minishow de las canciones con las que se luce en la película.
“El proceso de dirección de actores que hicimos con Sergio estuvo muy bueno”, relata sobre el método del director. “Nos juntábamos en su casa o en un parque, leíamos una escena, la practicábamos y ya está. Te quedabas con eso. Después de esos ensayos yo me fui de gira como dos meses. Cuando volví, a la hora de filmar, resulta que era sin nada de libreto, directo a la cámara, tratando de evocar el sentimiento de aquel día en el ensayo. Fue un trabajo de confianza mutua”.
Juan Wauters.
Foto: Gianni Schiaffarino
El ritmo del barrio
Que la música de Juan Wauters suena un poco a Eduardo Mateo y últimamente a Mandrake Wolf no es ninguna novedad, y si bien fue durante su juventud en Nueva York que se aferró obsesivamente a la escucha y el estudio de la música uruguaya enraizada en el candombe beat, antes, en La Mondiola, el barrio de su padre, supo “eso de ver gente en la calle con una guitarra todo el tiempo”: “En la época de mi viejo andaban por ahí Pato Rovés, Manolo Guardia, Urbano [Moraes] y Mateo. Yo siento que vivir por ahí también me marcó, estaba naturalizado cruzarse con artistas o gente que se dedicaba a algún tipo de creación. Al lado de casa vivía un pintor, Alejandro se llamaba. Estaban buenos los dibujos que hacía”, recuerda.
“Cuando emigrás consumís lo más tradicional de tu país con otra intensidad. Yo estudiaba a full la música uruguaya y les mostraba los discos a mis amigos gringos. Muchos de ellos se volvieron fanáticos. En Queens tenía un colega con el que empecé a cantar que moría con el disco de El Kinto Circa 1968. Por mis viejos había llegado a Jaime Roos con Si me voy antes que vos y Tablado, pero me faltaban otras cosas fundamentales. A Mateo lo descubrí yo solo. Ponele que antes había escuchado ‘Príncipe azul’. Un día recorriendo disquerías allá me encontré con una versión de Mateo solo bien se lame en disco compacto, en una edición del sello Lion. Esa tiene una tapa verde y bonus tracks”, vuelve a contar sobre el inspirador descubrimiento.
“MVD LUV es más que un álbum: es un regreso a casa. Por primera vez en su carrera, Wauters ha grabado un proyecto de larga duración en su ciudad natal, Montevideo, Uruguay, abrazando la rica tradición musical de la ciudad y continuando explorando los límites de su distintiva composición”, reza el texto que acompaña la reserva del álbum en su página de Bandcamp.
“Esto fue como un sueño para mí. Siempre anhelaba poder grabar un disco acá”, dice sobre las canciones grabadas entre enero y octubre de 2024 en JPW Studios con la coproducción de su colega musical Leandro Aquistapacie.
“Un día me escribió por Instagram y me dijo: ‘Che, vamos a juntarnos’, pero no pintaba esa oportunidad. Después él sacó un tema junto con Paul Higgs, ‘El vapor de la carrera’, que me emocionó mucho y a partir de ahí nos empezamos a frecuentar”, detalla sobre el encuentro: “Nos empezamos a juntar en su casa, súper relax. Fumábamos, escuchábamos temas de los Beatles y cantábamos canciones de murga haciendo armonías. Después yo me fui a Europa y lo invité a tocar el bajo con mi grupo, nos íbamos haciendo cada vez más amigos y ahí se empezó a gestar la idea de producir un disco juntos”.
Juan admite que no quería llamar a un productor de renombre y que necesitaba darle su propia impronta a este disco en particular, al que imaginó como una carta de amor dedicada a Montevideo. Precisaba a alguien que le hiciera la segunda: “Leandro entendió perfecto ese rol. Aparte de su costado sensible, es un tipo muy técnico a la hora de ponerse a grabar, entonces fuimos muy expeditivos en ese proceso”, apunta.
La casa en construcción
Lucía y Juan decidieron quedarse en Montevideo: creen que la capital oriental tiene mejores condiciones que la gran manzana a la hora de criar a una hija. “En Nueva York todo es más salvaje. Si bien están mis padres ahí, sería un shock demasiado grande para Lucía ser mamá y estar en una ciudad nueva”, reflexiona.
“Además, a mí me ha hecho muy bien venir para acá, quedarme, y hacer las paces con el lugar y con mi yo adulto”, cuenta. “Porque nos fuimos de acá con mi familia de una manera muy salvaje cuando pasó la crisis, era como que la gente se escapaba”, recuerda con vívida preocupación.
“Nos fuimos a Estados Unidos indocumentados. Entonces esto me da la oportunidad a mí de que si me quiero ir más adelante, lo voy a poder hacer por decisión propia. En aquel momento fue más ‘vámonos a la mierda, se está prendiendo fuego todo’”, dice, y le urge continuar: “Fue muy traumático para la familia, es una herida con la que todavía cargamos”.
¿Qué te gusta de acá?
Me gusta mucho ir al Cerro, me gusta salir a comer pizza a algún lugar de noche y frecuentar amistades y familiares, que es algo que había dejado de lado.
Así que ya no sos el constante viajero que uno puede imaginar.
Un poco sí y un poco no. Si sos papá, tenés que estar presente en la casa. Así lo veo yo. Entonces esa libertad que yo tenía antes la canjeé por ser papá.
¿Qué tal la experiencia?
Es mágico. Caigo en el lugar común, pero yo lo siento así. Definitivamente está bueno. Como que perdés mucho para ganar mucho. Como todo, no es todo bueno, porque a veces pienso que estaba buenísimo cuando viajaba, pero ahora está buenísimo porque tengo una hija y tengo un nivel espiritual mucho más elevado. Me siento mucho más humano que antes.
Siempre vuelven, de Sergio de León. Estrena en cines el jueves 5 de junio. MVD LUV, de Juan Wauters. Disponible en plataformas desde el viernes 27 de junio.