“El pericón es una práctica de tradición popular de hondo arraigo en Uruguay y la región que involucra la danza, la música y la copla. Se dice que su nombre estaría asociado al bastonero o conductor del baile que, como un perico, gritaba a viva voz los pasos y figuras a los participantes”. Así de simple se define este fenómeno cultural en el sitio web pericon.uy, la entretenida y muy atractiva puerta de entrada digital a un proyecto que viene de lejos.
Detrás de la iniciativa está la docente e investigadora Analía Fontán, quien hace una década no tuvo mejor ocurrencia que dedicar su tesis de maestría en educación a investigar el vínculo del pericón con la escuela. “Yo vengo de la danza y pensaba: ¿cuál es la danza más popular en el ámbito educativo uruguayo? Y no había nada, había un vacío académico en esos temas”, cuenta. Tras idas y vueltas, ya que entendía que no era “un tema que estuviera en agenda ni que tuviera interés académico”, se lanzó a la peripecia.
Luego de años de recorrer archivos, visitar escuelas y sistematizar datos, la información y el cuelgue era tal que siguió de largo, así que de la tesis al libro hay un paso, o varios: una coreografía entera. Pericón: ¡aura!, “reúne e integra en una sola publicación las principales investigaciones, datos de interés, percepciones y narrativas sobre la práctica del pericón en Uruguay y la región, en distintos tiempos y contextos”, anuncia el volumen en su contratapa. Compendia parte del trabajo de la autora y suma las miradas de Leticia Canella, Laura Gómez Gauna, Juan González Urtiaga, Alexander Laluz, Hamid Nazabay y Thiago Rocca, responsables de abordar el objeto de estudio desde distintas áreas: el patrimonio, el cine, el teatro, la música, la literatura y las artes visuales. El resultado es tan completo como exuberante; de esas propuestas que invitan a perderse entre textos, materiales gráficos y fotografías.
Materializar esta faena implicó una cadena de apoyos institucionales. El Fondo de Fortalecimiento de las Artes de la Intendencia de Montevideo y el Fondo Concursable del MEC financiaron la investigación, el Instituto Nacional de Música hizo posible el sitio web y, finalmente, la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación y la ANEP asumieron los costos de impresión y el compromiso de que cada una de las escuelas, institutos y centros de formación docente del país cuente con un ejemplar, asunto que se está llevando adelante en estos días. Y si bien, por el momento, no se vende al público general, la idea está en el horizonte.
Para ahondar un poco más sobre la historia y la vigencia de esta tradición declarada patrimonio inmaterial del Uruguay en 2023, conversamos con Analía Fontán, a la voz de aura.
¿Cuándo visualizaste que tu tesis se podía convertir en un proyecto editorial?
Empecé a encontrar mucho material de archivo y había que ponerlo en algún lado. Además, a medida que iba haciendo la investigación, me iba dando cuenta de que a cada persona a la que yo le preguntaba algo del pericón, o le contaba lo que estaba haciendo, tenía algo para contar de su experiencia y se copaba. Así como me pasó ahora, que fui a ver los libros que van a distribuir en la ANEP y los que estaban ahí trabajando en el depósito abrieron uno y se pusieron a hablar entre ellos: “Yo lo bailé así y asá”. Me puse a grabar enseguida.
Directo a la memoria emotiva.
Va derecho a un lugar, a una fibra de memoria afectiva de nuestras raíces. Hay algo que nos atraviesa, nos guste o no. Porque a veces la memoria que emerge no está del todo buena; depende de quién te lo haya enseñado, cómo y en qué contexto, pero, en definitiva, por un lado o por el otro, no podemos ser ajenos al pericón.
Tu capítulo en el libro se llama “Las vidas del pericón”, tomando esa idea de Lauro Ayestarán. Contame un poco ese derrotero.
En realidad, no sabemos muy bien cómo era el pericón anterior al de fines del siglo XIX, principios del XX. Algunos registros se toman de Ventura Lynch, que trata de escribir lo que él entiende podría ser el pericón antiguo, al que Ayestarán asigna esa primera vida. Se parece más al cielito; aparentemente, es un cielito con más gente y por eso necesita de un bastonero que ordene. La figura del bastonero está para eso: cuando hay mucha gente para bailar y no se ensaya, es improvisado; precisás alguien que te ordene la cosa. No tenemos mucha idea ni de cómo sonaba ese pericón más parecido al cielito; sabemos sí que tenía una parte que le llaman un allegro en donde se bailaba medio parecido a un gato. Venía lento en ritmo de tres y de repente se picaba y se bailaba medio gato, con zapateo y todo. Ese es el pericón que se supone está asignado como pericón antiguo; “pericón primitivo” le llama Flor de María Rodríguez de Ayestarán. A mí me encanta el pericón de Zitarrosa porque retoma esa esencia. Zitarrosa toma un poema de Carlos Roxlo y arma un pericón que tiene una parte más picada que se puede bailar como un gato y otra parte que es más valseada, más parecida al pericón que conocemos.
Con respecto a este que conocemos todos a partir de la partitura de Gerardo Grasso, ¿cuáles son las diferencias?
El pericón antiguo tiene menos figuras y se supone que hay menos variaciones en cuanto a los motivos musicales que en el pericón de Grasso. En el libro tomo una teoría de Esteban Gil, que fue mi maestro de música en la Escuela Nacional de Danza. Dijo: “El pericón de Grasso es como un enganchado de música popular”. Es un popurrí de rancheras, mazurcas y valses criollos; eso es el pericón. Y está buenísimo porque logró, justamente por ser un enganchado de motivos y melodías populares, la gran aceptación que hasta el día de hoy tiene. Ayestarán lo explica desde el lugar de que se difundió la partitura y de que se bailó en el circo criollo -de los hermanos Podestá-, y yo le agrego esto otro que me dijo Esteban: el contenido musical del pericón está bueno también y eso pudo haber contribuido a su popularidad.
Y esa cosa medio circular.
Y está bien porque la danza era media así; se podía bailar horas. De hecho, lo cuenta Roberto Bouton, en los manuscritos que encontré en el Archivo Histórico Nacional: dice que podía durar toda la noche el pericón y que la gente estaba esperando que llegara ese momento. Era el momento para conseguir alguien para irse después. Había más entrevero de lo que hay hoy, porque te permitía esa cosa.
Foto: Mara Quintero
¿Entonces se populariza a partir de Grasso y del circo criollo?
Los autores que he investigado dicen que el pericón siempre se bailó en el salón y en campaña, y que atravesó clases sociales. En el salón montevideano de principios del siglo XIX estaba presente y se bailó escénicamente en la Casa de Comedias alrededor de 1820. A fines del siglo XIX, el pericón comienza a transformarse desde el punto de vista escénico con la irrupción del circo criollo. De hecho, hay muchas figuras que se transforman para la escena. Por ejemplo, cuando hacés un espejo sin pensar que te están mirando, una figura que enfrenta a dos personas generando como un espejo entre ellas, ese espejo se hace frente a frente; pero cuando tenés un público, el espejo cambia para mostrar el espejo a la gente, la figura cambia y el sentido del espejo cambia. Nosotros bailamos un pericón escénico, que además tiene la estilización de [Marcelo] Vignali —autor del libro Salón de baile y guía del trato social— para la alta sociedad, pero nos vestimos de campo. Es como una contradicción media extraña, porque son figuras todas muy estilizadas, pero nos vestimos de paisanos.
¿Y cuándo entra a la escuela?
Las primeras fotos que encuentro son de este libro de Vignali de 1910. No es casualidad que tenga imágenes de personas adultas bailando, pero en el pericón las imágenes son de niños bailando. Y niños vestidos de escuela; comparé con unas fotos del Museo Pedagógico de la misma época, 1890 por ahí, y los niños estaban vestidos igual, con el traje de marinerito y las nenas con esos vestidos pomposos. En la revista Caras y Caretas, ya en 1905, aparecen niños bailando el pericón.
¿Fue espontánea esa llegada a los centros de estudio?
No sé de dónde surge. Se supone que viene con todo el paquete de nacionalismo y la construcción de la identidad nacional, pero no encontré nada que lo mandate, que lo obligue, como un decreto. El primer registro que tengo de una escuela es en Toledo en 1937 y en Montevideo en la escuela N°2 en 1949. Esa escuela existe desde 1897. O sea, junto con la escuela está el pericón, con la escuela vareliana, digamos. Es una de las conclusiones de mi tesis: es parte de la identidad de la escuela uruguaya, así como la moña.
Una vez que repasás el libro, te deja esa sensación de que el pericón está ahí, tal vez más cerca de lo que creemos.
Sí, es como esa cosa que, por estar ahí, pasa inadvertida. Yo tengo un poco esa mirada extranjera que creo que agarré cuando me fui. Viví en España y cuando volví empecé a valorar mucho nuestras prácticas de tradición popular. Empecé a bailar tango, que nunca en la vida se me había ocurrido bailar; me vine a vivir al Barrio Sur. Hasta los treinta años yo no tenía ni idea; te podía hablar de pe a pa del blues y no te nombraba dos compositores de milonga o no sabía diferenciar un gato de una polca.
Foto: Mara Quintero
Si tuvieras que explicarle qué es el pericón a un extraterrestre, ¿qué le dirías?
Es un juego de ronda. Es una ocasión en donde las personas nos damos la mano, jugamos a construir espacios, nos miramos a los ojos. Además, es como hecho para ser visto desde arriba; tiene una cosa de danza para mirar desde el cielo. Thiago Rocca definió —en el marco de la exposición interdisciplinaria Pericón. Tradición, renovación y vigencia del Museo Figari— “el pericón es como una celebración cósmica de la vida”. En los diagramas de las figuras del pericón veía constelaciones. También puede ser visto como una representación del microcosmos; una vez vi unos tipos de los años setenta que estaban muy de la mente e hicieron como la asimilación de las proteínas y no sé qué de las células con danza, en una cancha de fútbol gigante. Unos vestidos de proteínas, otros hacían de aminoácidos y generaban unas figuras que eran ochos, cadenas y era como ese mundo microscópico.
La profesora Nilda Santos lo define como “frontera abierta entre la escuela y la comunidad”
Es así, porque el pericón permite que ingresen a la escuela muchas personas de la comunidad, a enseñarlo, a compartir los saberes, conectar a la familia con la escuela; hacen los pañuelos y en muchas escuelas integran a miembros de la familia en la danza. Hay una cosa de participación y de apertura. Hay como un compromiso de trabajo, genera comunidad el pericón. Muchos docentes que participaron en la investigación dicen que a veces los chiquilines se resisten al principio a bailarlo y después que pasaron por esa experiencia les cambia la percepción de la danza y de la experiencia.
Es como que te das cuenta de que es un juego.
Sí, más ahora que no jugamos más. Los niños no están jugando a las rondas; han desaparecido muchos de esos juegos. De hecho, las maestras dicen que hay que trabajar los vínculos primero, la relación vincular entre ellos, para poder después bailar. El pericón logra zurcir, logra que te lleves un recuerdo de la escuela, de tu grupo. Porque no es solo identidad nacional; el pericón es la identidad de esa escuela, de ese grupo, de ese año. Genera un sentimiento de pertenencia y aporta a la construcción de subjetividad.
En esa apropiación, ¿qué diferencias hay entre el interior y Montevideo?
En el interior hay más arraigo por estas tradiciones y por estas prácticas, hay una valoración mayor, una cosa de sostener. En los aniversarios de los pueblos, de las escuelas, siempre que hay ocasión de festejo y de celebrar algo, se baila un pericón. Es una danza de fiesta, de fin de cosecha, de que terminamos algo y salió bien. Pero en Montevideo es más difícil eso; está más arraigado en la escuela. Lo bueno es que aparecen diferencias en cómo se construyen las coreografías. Recuerdo una en que los gurises crearon figuras con los maestros, porque querían determinado significado. Entonces, la escuela también es un espacio de frontera abierta a que se siga creando el pericón y que se siga dinamizando su práctica. Rescatamos o mantenemos aquellos aspectos de la tradición que siguen teniendo sentido hoy y los que no, los cambiamos; así es que fluye.
Pericón: ¡aura!. Coordinadora: Analía Fontán. 236 páginas. MEC, 2025.