Además de las 40.000 personas que llenaron el estadio del club Aston Villa, en la ciudad británica de Birmingham, otra muchedumbre más grande y menos uniforme siguió atenta las novedades de la jornada sabatina en la que transcurrió el festival musical Back to the Beginning, desde temprano en la mañana hasta entrada la noche.

Como en Uruguay, metaleros, curiosos y otros aficionados a la música de todas partes del mundo observaron el esperado evento a través de la transmisión de streaming oficial, mientras otros se refugiaron en coberturas alternativas y en los registros que los propios presentes fueron subiendo a redes sociales a medida que se sucedían los conciertos.

La gran promesa convocante era la de ver a Ozzy nuevamente sobre un escenario, aunque fuera apenas de pie y con un hilo de voz esbozando alguno de los clásicos de Black Sabbath o los de su repertorio como solista. El cartel, además, anunciaba una larga lista de bandas consagradas y un sinfín de invitados, organizados sobre el escenario por el guitarrista Tom Morello y, tras bambalinas, por la mandamás Sharon Osbourne, con el objetivo de homenajear el repertorio de Sabbath y de la etapa solista del cantante.

“¡Acá se puede ver el concierto de Black Sabbath!”, circuló interminablemente en grupos de Facebook especializados en la materia pesada, como el de los seguidores del programa radial argentino Heavy Rock and Pop, o el de la página El Cuartel del Metal.

A la vez, se multiplicaban imágenes desempolvadas, como la de un joven Ozzy, todavía sin su pelo largo y con una sonrisa apenas pícara, caminando junto al baterista Bill Ward en un bosque nevado, o recién sacadas, de un Ozzy actual, protegido por crucifijos dorados, junto a la pop star Dua Lipa, o abrazado por James Hetfield, de Metallica.

En la ciudad otrora conocida por sus fábricas, un mural recién estrenado ahora permite acercarse a las figuras setentonas de los cuatro originales, y una muestra fotográfica oficial, ubicada en una plaza céntrica, repasa su historia y las portadas de su discografía.

En el estadio de Villa Park, sede del equipo local que fue derrotado por el Club Atlético Peñarol en la Copa Intercontinental de 1982 y que tiene entre sus fans más acérrimos al bajista Geezer Butler, la banda estadounidense de metal progresivo Mastodon apuntó el primer gol del evento con una ajustada versión del tema instrumental “Supernaut”, incluida en Black Sabbath Vol. 4. Entre el público fue inevitable divisar la melena plateada del guitarrista de Queen, Brian May, y llamó la atención su no inclusión entre los artistas invitados a sumarse a las superbandas del festival, que sí incluyeron al guitarrista de los Rolling Stones, Ron Wood; el cantante y guitarrista de los Smashing Pumpkins, Billy Corgan; y el baterista de los Red Hot Chili Peppers, Chad Smith, entre muchos otros.

En un clima general de fiesta, con algunas características propias de una misa y otras de un cumpleaños de puertas abiertas, también hubo lugar para nombres y participaciones no tan célebres, como las del cantante Whitfield Crane —con su banda Ugly Kid Joe grabó dos muy buenos discos—, invitado a liderar una versión de “Believer”, incluido en Diary of a Madman, de Ozzy solista, junto con el guitarrista de Extreme, Nuno Bettencourt, el bajista de Anthrax, Frank Bello, y el tecladista Adam Wakeman, hijo del gran Rick Wakeman; o la de la cantante de Halestorm, Lzzy Hale, la única mujer convocada, luego de que ella misma, fanática de Sabbath y Cinderella, insistiera en participar en la jornada. Junto con el reaparecido Jake E Lee, uno de los grandes guitarristas con los que Ozzy se supo acompañar en sus años solistas, Hale dejó una versión fresca de “The Ultimate Sin”, que no debería faltar en un disco que dé cuenta de lo sucedido esa noche.

En otros momentos no menos memorables, la actuación de Slayer la confirmó como la banda más pesada y respetada de la actualidad, mientras que Metallica y Pantera simplemente cumplieron.

Por su parte, Guns N’ Roses dividió aguas en los comentarios en redes, aunque su actuación fue definitivamente sorprendente. Cuando nadie se lo esperaba, Axl Rose, sin ayuda de pistas ni autotune, pareció recuperar su voz, mientras que la banda comandada por el guitarrista Slash y el bajista Duff McKagan probó con unos arreglos nuevos para sus clásicos de siempre. A la hora de elegir en el repertorio de Sabbath, se la jugaron por temas menos conocidos, como “Never Say Die” y “Junior’s Eyes”, del disco Never Say Die, e incluyeron una versión de “Sabbath Bloody Sabbath”, ahora convertida en valiosa rareza.

Villa Park, 5 de julio, en Birmingham. Foto: Andy Buchanan, AFP.

Villa Park, 5 de julio, en Birmingham. Foto: Andy Buchanan, AFP.

La hora del príncipe

Las muchas y lógicas especulaciones sobre el estado físico de Ozzy se fueron desvaneciendo durante la hora en la que permaneció sobre el escenario. Primero, elevado desde una plataforma mecánica junto al trono vampiresco especialmente preparado, apareció con las ropas de su etapa solista, esta vez junto al guitarrista Zakk Wylde, el baterista Tommy Clufetos, el tecladista Adam Wakeman y el bajista Mike Inez.

Aquí convendría insertar algo de la historia del cantante, acostumbrado desde muy joven a lidiar con un tipo de incomprensión que no demoró en convertirse en una especie de encanto indescifrable. Cuando sonó en su radio “She Loves You”, de los Beatles, lo que escuchó le voló la cabeza. Lo siguiente fue tan bueno y tan malo que terminó echado de su propia banda luego de cinco días sin dormir y la confusión entre el botón del aire acondicionado y el de una alarma que avisó a la Policía de un cierto desorden, sólo por mencionar una de sus mil anécdotas inverosímiles. Sharon impulsó su carrera solista, pero nada fue menos caótico.

A sus 76 años llegó física y mentalmente vulnerable, enfermo de Parkinson y otras calamidades, pero aún le brillan los ojos de una manera especial cuando puede conectar con su público y su mentada locura fluye en la ficción de una película de terror entretenida de matiné.

En la primera foto se lo vio nervioso, tratando de afirmar sus pocos movimientos en la arquitectura del dispositivo mecánico y ayudado de uno o dos asistentes. Sin embargo, finalmente suelto a los leones, supo cómo echar mano a su oficio, con una permanente arenga a los presentes (marca registrada) y sus brazos en alto. “¡Que comience la locura!”, anunció, antes de cantar “I Don't Know”.

Apoyado en una pista de audio y en una banda que sonó mejor que nunca, Ozzy dejó, sin eufemismos, la vida en versiones de “Mr. Crowley”, “Suicide Solution” y “Crazy Train”, y recibió la mejor respuesta de sus seguidores cómplices, a pesar de las notas desajustadas y los olvidos del cantante.

“No sé muy bien qué decir...”, dijo Ozzy. “Pero no saben todo lo que pasé estos últimos años. Es increíble estar aquí con ustedes”, declaró, quebrado de una emoción que tuvo su pico más alto y contagioso en “Mama, I'm Coming Home”, tal como pudo verse en los rostros de los presentes registrados por las cámaras.

Para su segunda aparición, el cantante ya había cumplido de sobra con sus fans, pero aún faltaba el gran final con sus compañeros de Black Sabbath.

Una vez más, vimos sobre el escenario a Ozzy Osbourne, junto al guitarrista Tony Iommi, el bajista Geezer Butler y el baterista Bill Ward, en el ejercicio de una música que, con más o menos suerte, muchos han intentado imitar.

Tocan “Sabbra Cadabra”, “War Pigs”, “N.I.B.”, “Iron Man” y “Paranoid”. Cuentan historias de locura cotidiana, existencial y amorosa, sobre crímenes de guerra y venganza. La música suena más pesada que nunca; la voz de Ozzy sigue provocando un inquietante pavor. Alienta, discordante, la fiesta de los vivos, mientras alguien más está gritando: “¿Podés ayudarme?”.

La banda Anthrax, luego de actuar en el concierto "Back to The Beginning", el 5 de juio, en Villa Park, Birmingham. Foto: Andy Buchanan, AFP.

La banda Anthrax, luego de actuar en el concierto "Back to The Beginning", el 5 de juio, en Villa Park, Birmingham. Foto: Andy Buchanan, AFP.

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