La rica historia del jazz interpretado por músicos uruguayos podría arrancar alrededor de setiembre de 1934 con la temprana incursión en el género del pianista Manuel Salsamendi y un concierto en el Sodre en el que interpretó piezas embrionarias como “Meditation” de Lee Sims, la bailable “Piano Puzzle” de Arthur Schutt y clásicas como “Three Shades of Blue”, de Ferde Grofé y “I Got Rhythm”, de George Gershwin, aunque también sería válido ubicarse en la ciudad de Mercedes, tras la pista de la familia de renombrados músicos de apellido Nolé.

Podría seguir en la década de 1950, a partir de la fundación del Hot Club de Jazz del Uruguay de Francisco Paco Mañosa, el primero en Latinoamérica, nacido en tiempos de vacas gordas, también para el jazz local, con cobertura mediática que completaba una sección fija en las páginas de espectáculos de diarios y semanarios, y lateralmente, con las incursiones de Pedro Ferreira y Donato Racciatti en arreglos de oficio para sus influyentes orquestas tropicales y tangueras.

Debería continuar cuando adquiere su sonido reconociblemente oriental, en los años 60, en la efervescente escena nocturna multigénero, donde se escribían sus páginas más memorables -aunque increíblemente algo olvidadas- y se consagraban -aunque muchos ni llegaron a enterarse- los nombres de sus protagonistas.

“Los Hot Blowers suenan más afiatados que nunca”, se lee en la revista nº 54 del Hot Club de noviembre de 1960, sobre uno de los habituales conciertos de jazz en el Solís y su exponente más mediático, en el inicio de una era marcada por el vanguardismo de Panchito Nolé, George Roos, Daniel Bachicha Lencina, Roberto Capobianco, Manolo Guardia, Federico García Vigil, Héctor Finito Bingert, Eduardo Mateo y los hermanos Fattoruso, entre muchos otros. Un buen resumen de esta movida se puede escuchar en el disco Swing en el Solís, editado por el sello Orfeo en 1963.

Por aquellos años, combinar el repertorio estadounidense con tambores y canciones de candombe se había vuelto una tentación de fácil acceso, tanto así que dejó un abundante catálogo de grabaciones, a veces pintorescas y oportunas, a veces sintónicas. De los dos tipos, se escuchan en la serie Candombe de vanguardia, producida por George Roos, a partir de 1965, y en uno de los extremos podrían ubicarse los discos de Mike Dogliotti.

Sin embargo, la síntesis que inventó Ruben Rada, mientras aprendía con los Hot Blowers, El Kinto, armaba el grupo S.O.S y asentaba los virtuosismos de Opa, pertenece a un estadio superior del jazz de raíz local, deslumbrante por su originalidad.

De ahí sale la música de The Rada´s Old Boys, mucho más allá del personaje, aunque su búsqueda sea un tanto diferente y caprichosa y suene más a un desprendimiento de vuelo libre que a un anclaje en la obra compositiva de Rada, con las dos manos metidas de lleno en la experticia del jazz y naturalmente sueltas en los ritmos del candombe y la música brasileña.

Rangos

Los integrantes de la banda –el contrabajista Daniel Lobito Lagarde (hotclublero, bendecido por Francisco Paco Mañosa), el pianista Ricardo Nolé (de emblemática familia hotclubera) y el baterista Nelson Cedréz– comparten la condición de hacedores cómplices de diferentes etapas de la carrera del gran cantante uruguayo. Lagarde integró Tótem y Gula Matari; Nolé fue tecladista y compositor clave de los mejores discos solistas de Rada grabados en los 80, y Cedréz es el actual baterista del ídolo, desde los tiempos de Miscelánea negra (Ayuí/Tacuabé) 1997.

El recomendable primer álbum del trío, Homenaje a Rada (Tacuabé, 2016), ganador de un premio Graffiti a mejor álbum de jazz, sigue un poco de atrás al dios negro en clásicos como “Biafra” y “Negro” (con participación de Rada), aunque anticipa la apuesta latente con virtuosismo y un cierto riesgo.

Su continuación, Manos, editado recientemente por Little Butterfly Records, en formato digital y en vinilo, es un asunto diferente.

El disco, grabado entre abril y setiembre de 2024, mezclado y masterizado en Estudio Dos Reis por Álvaro Reyes, contó con la producción de la cantante Diane Denoir y el propio Nelson Cedrés y presenta una selección de ocho gemas de Rada, más reconocidas por su calidad compositiva que por su alcance popular y, en algunos casos, directamente conectadas con las carreras de estos músicos.

Desde su portada, con diseño de Federico Anastasiadis, la placa respira un espíritu de creación legendario, el del candombe beat, convertido en esa especie, en buena medida, por las derivas que lo interrumpieron en tiempo y espacio y definieron su destino.

El lado A arranca con “Quién va a cantar” (Rada, incluida en Quién va a cantar, UMG, 2000), el único hit incluido, que aquí ocupa más del doble de tiempo que su versión original. El trío toma la anécdota melódica del estribillo, lo deforma y se saca las ganas de improvisar, enfatizando al principio la percusión y luego apoyándose en los vaivenes oníricos del piano, en los que por momentos deja escuchar el eco de los fragmentos de la popular canción para irse de nuevo a su desconcierto de notas alargadas, en un gran comienzo.

“Martuan” (Rada, En familia, Sazam, 1983), con Nolé en piano eléctrico, es mucho más fiel a la versión original y su riqueza sincopada, redescubierta y espaciada en sus colores brasileños de samba. Cuando el tema se pica, Cedréz se luce en su caos controlado y Lagarde rodea el drama de la historia oculta de la canción con gracia y nuevas aristas.

Le sigue el rescate de “Manos” (Rada y Lagarde), un tema de Tótem (Descarga, Sondor, 1972), con el Lobito en voz -todo un hallazgo-, guitarra y contrabajo. La versión, algo menos hippie que la original, igual se acerca al rock progresivo y se toca con la psicodelia. El lado A se va con “Sudáfrica, canción antigua” (Rada, Montevideo, Big World Music, 1996).

Otra grata sorpresa del disco es la participación del propio Ruben Rada y su relectura de “El ómnibus” (Rada, En familia, Sazam, 1983): sin algunos vicios de producción típicos de ese momento (el efecto reverb, el abuso del riff eléctrico) y con la voz de un artista que aquí confirma que cada día canta mejor, la canción pierde solemnidad y gana en su granulado musical y emotivo.

El swing y la sutileza de los arreglos del tema invitan a seguir la historia de una “pobre gente postergada que desayuna con nada y siempre tiene para dar” en el detalle de sus imágenes poéticas, como en una foto restaurada.

En el lado B suenan “Americano bon” (Rada), un tema raro del repertorio del cantante y percusionista, en el que los músicos aprovechan para lanzarse a un bebop cautivante, y el adelantado “Pájaro africano” de Ruben Rada... y Conjunto S.O.S. (Clave, 1976) en una versión mucho más relajada que la original, con Nolé desatado en sus antojos pianísticos y un final de cuerda de tambores.

Lo mejor de estos segundos surcos llega —y prefiero no spoilear— con “Plácido Rada” (Rada y Nolé, Pa´ los uruguayos, Melopea, 1989): otra muestra del mejor jazz uruguayo, de tradición de grandes pianistas, el pulso puesto en los bajos y los mejores percusionistas del mundo.

Manos, The Rada's Old Boys. Little Butterfly Records, 2025. En plataformas y edición vinilo.

The Rada's Old Boys presenta el disco el miércoles 30 de julio a las 20.00 en Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. Entradas $ 850 en Tickantel.