En apenas dos semanas se estrenaron las películas de Superman y de los Cuatro Fantásticos. Figuras insignia de sus respectivos universos superheroicos, están logrando conquistar a gran parte del público y la crítica con historias que recuperan el espíritu comiquero del que vienen y que le pierden el miedo al ridículo en medio de tantos supertipos oscuros y meditabundos... que nos encantan, pero en la variedad está la diversión.

Sin embargo, hay un aspecto que ha sido dejado de lado en los análisis y que relaciona directamente a Superman de James Gunn con Los Cuatro Fantásticos: primeros pasos de Matt Shakman, y es la forma en la que “desperdician” personajes en cada una de las películas. Permítanme volver unos años atrás. Prometo que seré breve.

Tanto en las películas puntuales de superhéroes (las de Batman, Superman o Spider-Man) como en aquellas que integraban universos compartidos, en especial las de Marvel, cada propiedad intelectual era tratada como su propia mina de oro. Los protagonistas tenían su elenco de secundarios y el villano o los villanos de turno, pero recorrían su camino en relativa soledad y cualquier aparición extra se limitaba a “vender” la siguiente película (no fuera cosa que Marvel Studios se perdiera de filmar el origen del Hombre Hormiga).

Superman tiró ese concepto por la ventana. Más allá de que por momentos el elenco pueda resultar demasiado extenso, la aparición de Mr. Terrific, Hawgirl y un Green Lantern deja bien en claro que Gunn pensó en la película que quería filmar sin obsesionarse (mucho) con los estrenos de acá a diez años (ayuda que Gunn sea el supervisor de todos esos films).

La llegada de The Fantastic Four: First Steps (tal es su título original) da un segundo golpe en la quijada al asunto, aunque aquí sea más sutil. Tanto en el flashback que cuenta el origen del supergrupo como en alguna otra escena de la película se ven o se mencionan a varios de sus villanos clásicos. Queda claro que una de las características de las aventuras comiqueras es que hay héroes y villanos saliendo de abajo de las piedras, sobre todo en Manhattan.

Todo ese name dropping no es suficiente para que una película entretenga. Esta lo consigue desde el primer minuto gracias a un ambiente retrofuturista que la separa con fuerza y decisión del resto del Universo Cinematográfico de Marvel, al tiempo que permite jugar con un ambiente más inocente, naíf, en donde cualquier cosa puede suceder, y sucede. En fin, un ambiente más comiquero.

En ese mundo alternativo al de las 36 (¡treinta y seis!) películas anteriores de Marvel, los Cuatro Fantásticos son superhéroes, pero también son celebridades. Sus transformaciones, así como sus actuales hazañas, los hacen merecedores de especiales televisivos, como los Beatles bajando de un avión que llegaba de Europa, pero bajando de un cohete que fue bañado por los rayos que les otorgaron increíbles poderes.

Hay un tercer elemento que los define: son una familia. Reed (Pedro Pascal) y Sue (Vanessa Kirby) están casados, Johhny (Joseph Quinn) es el hermano de ella, y Ben (Ebon Moss-Bachrach) es el mejor amigo de él. Viven juntos en un edificio fantástico y transitan el embarazo de Sue con la misma emoción. Porque esta película gira alrededor del bebé Franklin Richards, tanto que en la primera escena Sue descubre que está embarazada.

Claro que la alegría mediática por la noticia y los hermosos clips del robot mayordomo mientras deja la vivienda a prueba de bebés no son suficientes para llevar al gran público al cine. Así que también tenemos a Galactus (Ralph Ineson), una amenaza cósmica más vieja que el universo que viene a comerse la Tierra y todo lo que haya en ella. Para eso, Galactus tiene a una surfista plateada (Julia Garner) que llega un par de semanas antes para darles tiempo a despedirse de sus seres queridos o sacar un préstamo sabiendo que nunca lo van a pagar.

La humanidad está convencida de que los Cuatro Fantásticos podrán contra Galactus, así que el golpe más duro es ver no solamente que fallan sino que quedan en medio de un dilema del tranvía, aunque con alguien atado en ambas vías al mismo tiempo. Para cuando llegue una “batalla final” y una resolución, esta será coherente con la historia anterior, bastante sencilla y hasta obvia, pero cerrará con un moño las menos de dos horas de aventura.

Hay un par de elementos a destacar en este entretenimiento que visualmente y musicalmente no defrauda. El primero es que no hay tanto uso de los poderes como podía esperarse, en especial de los poderes elásticos de Reed, que uno imagina que siguen siendo complejos de mostrar en el cine (seguiré soñando con una película del Hombre Plástico). Johnny es una antorcha humana y lo vemos volar un poco más seguido, además de algunos usos impactantes de los campos de fuerza y la invisibilidad de Sue. Ben, un poderoso hombre de piedra todo el tiempo, está muy bien construido por los responsables de los efectos especiales.

Los secundarios tienen menos tiempo para brillar que en la mencionada Superman, mientras que para algunos comiqueros el Reed de Pascal podría resultar demasiado inocentón, sin lograr transmitir esa inteligencia imposible del personaje de los cómics. Sin embargo, dentro de esta historia cada elemento funciona para que estemos frente a la mejor versión cinematográfica del cuarteto y que nos retiremos de la sala del cine con una sonrisa, más allá de lo que pensemos de la escena que aparece en mitad de los créditos.

Los Cuatro Fantásticos: primeros pasos. 114 minutos. En cines.