A comienzos del año pasado, Gabriela Iribarren encabezó un elenco dirigido por Sergio Luján en una puesta de Madre Coraje que volvía a demostrar la efectividad de la obra de Bertolt Brecht para denunciar la dinámica belicista que atraviesa nuestro presente.
Este fin de semana, el espectáculo, estrenado en el pequeño Espacio Palermo, llega a la sala principal del teatro Solís. Sobre este salto y sobre su concepción de la obra conversamos con Luján.
El año pasado Gabriela Iribarren contaba que la convocaste especialmente para el rol de Madre Coraje y que ella dudó por sus tiempos, pero que fuiste muy convincente.
Gabriela estaba con dificultades horarias porque estaba filmando y tenía comprometida su participación en giras y campaña. Es una gran actriz, pero también es una gran mujer que piensa siempre en los demás. Le propuse entonces trabajar con una actriz sustituta durante los ensayos para cubrir las ausencias programadas por sus compromisos. La sustituyó Paola Gago, quien además había sido su alumna en el Instituto de Actuación de Montevideo [IAM]. Funcionó muy bien. Paola le transmitía las acciones marcadas en cada escena, que después Gaby incorporó y transformó de acuerdo con sus propias necesidades y propuestas dramáticas.
Esto significó elaborar un cronograma de trabajo complejísimo y preciso para hacer coincidir a todes, no sólo a Gaby y sus compromisos anteriores, sino también a les 14 actores y actrices provenientes de lugares muy disímiles del medio teatral y con formaciones muy disímiles también. Pero el proyecto requería, desde mi propuesta, esa gran heterogeneidad que, de algún modo, representaba a todo el medio teatral uruguayo, de lo hegemónico a lo independiente en todas sus especies, incluyendo el carnaval, por supuesto.
Porque el teatro de Bertolt Brecht es teatro político; todo teatro lo es, pero en Brecht es expresamente político. Y la puesta en escena de una obra expresamente política, que habla de la guerra para una sociedad que sólo asocia guerra a su organización histórica o a lugares distantes del mundo, debía poner en evidencia que la guerra no es sólo ese accionar armamentístico, sino que la misma política partidaria emergente de la lucha de clases, de algún modo, también lo es.
La puesta en escena parafrasea a Clausewitz y sostiene en su tesis que si la guerra es la política por otros medios, puede entonces entenderse también al revés, que la política es la guerra por otros medios y que en ambos casos los resultados son igualmente devastadores. En el caso de la guerra propiamente dicha, los resultados, las muertes, son inmediatas. Los resultados de una mala política quizá no sean inmediatos, pero son igualmente devastadores: el hambre, la falta de educación, la falta de inversión tecnológica, etcétera, conducen, a la larga, a la misma catástrofe, la muerte.
Tras la pandemia de covid-19, de la que casi no se ha hablado en la escena, el teatro fue la actividad que más tardó en volver a recuperar su dinámica habitual. A pesar de los pedidos de los sindicatos artísticos y de las instituciones teatrales más representativas de nuestra ciudad, como El Galpón, el gobierno de [Luis] Lacalle Pou no permitió el regreso de la actividad teatral sino hasta mucho después de que hasta las iglesias vieran colmadas sus asambleas, y no había una razón sanitaria, sino una razón política. Yo sentía que el teatro uruguayo no había respondido aún a esa acción del anterior gobierno. Y en el año electoral 2024 sentía que debíamos hacer presente esa situación desde las tablas, porque el teatro político también es memoria.
Por eso el elenco de Madre Coraje debía estar integrado de manera tan heterogénea y representar a todo el medio teatral, para responder políticamente, ahora que correspondía. Y también por eso el rol de Anna Fierling, Madre Coraje, la cabeza de este Frankenstein guerrero, debía ser Gabriela Iribarren, por su doble condición de actriz y militante política. Esa doble condición de la persona y el actor es algo que adquirió mucha importancia para mí a través de la performatividad, donde la persona trasciende la acción artística.
Por eso fui “convincente” para Gabriela Iribarren, que muy generosamente hizo espacio en su quehacer político y artístico para participar en esta puesta en escena.
Y hay aun una razón más para la participación de Gaby en el rol de Anna Fierling: los hijos del personaje, Catalina, Requesón y Eilif, son interpretados por quienes han sido alumnos del IAM y de ella: Lucía Senra, Julio Persa y Emilio Gallardo. Es decir, los hijos de Madre Coraje, de algún modo, también son los hijos de formación del teatro que Iribarren ha parido.
La obra es explícitamente política y es más tradicional que tus trabajos más conocidos, pero hay algunos elementos en la puesta en los que se ve tu personalidad estética, como las proyecciones vinculadas a la historia nacional, el vestuario o el tratamiento escénico de la carreta. ¿Cómo lo vinculás con tu trabajo en el Laboratorio de Práctica Teatral?
Creo que a veces lo académico puede sujetar demasiado a la creación artística, y somos bastante proclives como medio al encasillamiento disciplinar. En lo personal, creo que no importa demasiado la ontología ni la clasificación para la creación, y que la performance es una gran herramienta para las prácticas escénicas contemporáneas, en las que los límites entre disciplinas se han vuelto zonas difusas que no importa mucho clarificar. El teatro posdramático ha crecido enormemente y se ha enriquecido mucho con la interdisciplinariedad. Y no hay que olvidar que Bertolt Brecht, con su propia estética teatral, ha sido uno de los fundadores y posibilitadores de esta contemporaneidad riquísima del teatro.
La performatividad y lo representacional conviven casi siempre en mi trabajo, al que considero un péndulo que a veces oscila más hacia un lado y a veces más hacia el otro, pero que siempre tiene presente los dos. En el caso de Madre Coraje, la performatividad está presente, como te dije antes, en la importancia de la persona que representa cada rol, pero también en la videoescena maravillosa de Juan Enciso, que pone de manifiesto la tesis de realización, atravesando con imágenes nuestras guerras de organización nacional, pero también los enfrentamientos partidarios y el terrorismo de Estado, que, como bien sabemos, no fue una guerra contra la subversión, sino un accionar terrorista y genocida de la complicidad de algunos sectores poderosos de nuestra sociedad, hasta llegar, finalmente, a nuestro presente, aquel de 2024 con la derecha otra vez en el poder tras más de una década de progresismo.
También se ve en el vestuario completamente anacrónico del genial Pablo Auliso, que utiliza el cuerpo de los actores y actrices como un paño donde realizar un collage de historia nacional, sin órdenes cronológicos, porque la guerra es siempre la misma.
Respecto de la carreta, que es en la obra casi un personaje más, cumple en la puesta un rol como el del DeLorean de Back to the Future, porque atraviesa todas las épocas: las tres décadas de la Guerra de los Treinta Años del argumento, la Primera y Segunda Guerra Mundial en la metáfora y significación de Bertolt Brecht, y toda nuestra historia uruguaya en esta puesta. Es un personaje que viaja en el tiempo para demostrar la continuidad de la guerra, lo absurdo, la estupidez, la avaricia y el egoísmo, pero también la necesidad de amor de la especie humana.
Es muy interesante cómo se vincula esta puesta al trabajo del Laboratorio de Práctica Teatral, que es mi grupo de pertenencia, porque la misma carreta, que atraviesa todas esas épocas, está construida con partes de todas mis otras obras. Es vital para mi propia poética esa reelaboración, no sólo por la propia economía del teatro independiente, sino por y con una clara finalidad ideológica y estética: porque así como la guerra no termina sino que continúa por otros medios, el arte tampoco: se reelabora y se rearma para responder, siempre a la altura de los conflictos del presente.
En Madre Coraje, Brecht muestra el lugar de la mujer en la guerra, su carácter frecuente de botín. ¿Se vincula en algo con tu puesta de Ushuaia, de Alberto Conejero?
En todo. El lugar de la mujer siempre ha constituido un centro especial en mi trabajo artístico y político, pero en estos años he crecido aún mucho más al respecto. Después de un tiempo de introspección en la pandemia, a la que me llevó una compañera que admiro y estimo mucho, pude reconocer que a pesar de mi esfuerzo y militancia por los feminismos, yo mismo conservaba en mí algunos pequeños lugares machistas de formación que era necesario erradicar para siempre.
Por tanto, me adentré aún más en las causas y colaboré más activamente con algunos colectivos, como el de las ex presas políticas de Uruguay, que me invitaron a hacer dos acciones artísticas performáticas en 2022 y 2023. Escuchando sus relatos de cautiverio, donde incluso sus mismos compañeros de condición les negaban la importancia de su distinción de género frente a las violaciones y abusos que debieron soportar, creció todavía más mi necesidad de plasmar esa distinción en escena y que trascendiera el marco de representación hacia lo real.
Cuando fui seleccionado por el CCE [Centro Cultural de España] y la EMAD [Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático] para poner en escena Ushuaia, en 2022, tuve muy en cuenta todas estas situaciones. Y efectivamente, los relatos de esas compañeras nutrieron las acciones de mi puesta. Incluso me llevaron a agregar un personaje más, el de la chamana selk’nam, para dar cuenta también de una voz de mujer todavía más acallada: la voz de la mujer originaria. Muchas charlas me llevó convencer al propio Conejero, que es una persona hermosísima de amable, de la importancia de agregar ese personaje. Como español, y haciendo foco en su historia, que refiere al franquismo y sus desaparecides, le costaba comprender ese otro genocidio histórico que vino con la invasión española en América. Finalmente, sucedió, y fue hermoso poder concretarlo.
En Madre Coraje y sus hijos hay muy pocos personajes femeninos en relación con los masculinos. Todas ellas sufren la violencia de la guerra en sus cuerpos. La misma Catalina, la hija de Madre Coraje, vive un abuso sexual en la obra, del mismo modo que Rosa, la judía griega, lo vive en Ushuaia. Porque a pesar de la gran revolución feminista, la mujer sigue siendo considerada todavía un objeto, un botín, como decís vos, en nuestra guerra cotidiana, en nuestra “vida crónica”, diría Eugenio Barba. Y con el resurgimiento actual del fascismo ha recrudecido aún más esa violencia contra la mujer, casi como venganza y aleccionamiento para los movimientos feministas del último tiempo. Por eso existe esa correlación y continuidad respecto del género entre la puesta de Ushuaia y la de Madre Coraje.
La puesta en Espacio Palermo dialogaba mucho con las características de ese espacio. ¿Cómo es el trabajo de adaptación al Solís?
Esta es la segunda vez que presento un espectáculo en la sala principal del Solís. La primera fue dirigiendo, junto con Martín Jorge, la ópera El cónsul, de Gian Carlo Menotti, en 2017. De modo que el funcionamiento tecnoescénico del teatro me resulta conocido, y a ese conocimiento apelé para traducir la puesta en escena del Espacio Palermo al teatro Solís.
Como en toda traducción, hay cosas que se pierden y hay cosas que se ganan. En este caso, se gana en la espectacularidad de la puesta en escena. Se han sustituido los practicables móviles de la puesta original por las tres pantallas y tules de proyección de la sala principal. De este modo, el espacio escénico va creciendo y despojándose paulatinamente de sus atavíos para finalizar revelándonos el vacío y la enormidad del escenario, como una metáfora del mundo entero ahí, en guerra, en lucha. En el teatro de Brecht, la exposición de los dispositivos escénicos forma parte esencial del propósito político; su teatro es ficción, pero la cuestión política que trata desborda el marco de representación, de la ilusión, para expandirse y modificar lo real; por eso es que la maquinaria de ilusión del escenario nos revela sus trucos, para avisarnos que lo que verdaderamente importa no es la magia, sino la realidad. Así, los tules y pantallas de proyección nos posibilitan presentar imágenes en videoescena de conflictos bélicos actuales, como el genocidio en Palestina, al que no podemos ni debemos ser indiferentes.
La tragedia de la guerra, de las luchas políticas, alcanza así una dimensión palpable de lo terrible, que nos interpela profundamente. Para eso mismo, la escenografía original que diseñamos con Martín Siri para el Espacio Palermo ha sido modificada casi completamente por Federico Machado y Pablo Auliso para esta nueva puesta en escena. La propia carreta fue modificada en su tamaño y posibilidades para este escenario. Y en cuanto al espectador disperso por el tamaño de la sala, yo creo que es reunido y mancomunado tanto por las propias actuaciones como por la emoción y la cercanía de lo que se está viviendo en la escena. Frente a la muerte no hay distancias. Todos somos interpelados del mismo modo. Todas las guerras son la misma. Y nadie queda afuera de ella.
Madre Coraje y sus hijos. Funciones: sábado 2 y domingo 3 de agosto a las 20.00 en el teatro Solís. Entradas desde $ 400 en Tickantel. 2x1 para la diaria.