Bob Odenkirk hace todo bien. Después de una destacada carrera como guionista se unió a David Cross y juntos crearon Mr. Show with Bob and David, programa de sketches interconectados que alguna vez le valió el mote de “el Monty Pyhton’s Flying Circus estadounidense”. Retomó su personaje de Saul Goodman en Better Call Saul, la improbable secuela que resultó mejor que la serie original. Durante su filmación sufrió un infarto y volvió al set pocas semanas después. Además, tiene un libro de cuentos de humor que está buenísimo.

En medio de tantas hazañas y a poco de cumplir los 60 años, Odenkirk se destapó como héroe de acción. En 2021 se estrenó Nadie (Nobody), película en la que interpretaba a Hutch, un “donnadie” que veía sacudida su monótona vida al experimentar un copamiento en su casa. En contra de sus instintos, dejaba escapar a los ladrones, pero luego su hija afirmaba que además de dinero se habían llevado su pulsera favorita. “¡Para qué!”, parafraseando a Alberto Olmedo en el sketch de Álvarez y Borges.

Como tantos protagonistas de esta clase de películas (el de Una historia violenta, por nombrar uno), se trataba de un profesional que intentaba dejar atrás su vida de asesinatos por trabajo, así que comienza una sucesión de golpizas y balaceras con mucho de la primera John Wick, de 2014, por la crudeza de movimientos y de filmación con la que el director Ilya Naishuller retrató el guion de Derek Kolstad... el creador de John Wick.

La película fue un moderado éxito comercial, pero lo más importante es que recaudó varias veces su costo. Así que cuatro años después llegó Nadie 2 (Nobody 2), a la que colocaríamos en el bolsón de secuelas que cuentan una historia que sigue en forma muy similar los beats de la anterior, pero con más plata.

Aquellas personas que no vieron la primera y puedan hacerlo antes de ir al cine, lo recomiendo (está para alquiler o compra digital en Google TV). No solamente porque el entretenimiento funciona, sino porque todo comienza con las consecuencias directas del raid asesino de la original. Por razones que ya conocerán (en el cine o en Google TV), Hutch debe regresar a su vieja línea de empleo, y la vida conyugal con Becca (Connie Nielsen) vuelve a resentirse, aunque por motivos diferentes.

La única solución para mantener unido el núcleo familiar, que incluye a los dos hijos de la pareja, es tomarse unas vacaciones. ¿Dónde? En el único lugar en el que Hutch construyó buenos recuerdos de niño junto con su hermano adoptivo (en el presente, Christopher Lloyd y RZA, respectivamente). Nuestro donnadie volverá a acumular ira en episodios de creciente injusticia, hasta terminar revuelto entre actividades criminales y malos malísimos (y trastornadísimos), pero no puede culpar a la mala suerte: su padre había elegido aquella ciudad por alguna razón.

Hay un detalle que debo mencionar, y es que la primera película ya iba abandonando el noir crudo con el correr de los minutos, hasta concluir en una escena digna de Los Magníficos, en tanto Hutch y su equipo preparaban trampas para recibir a una oleada de malhechores. Este elemento más pop aquí está presente desde el comienzo, con un presupuesto que se nota sensiblemente mayor (aunque irrisorio comparado con otras películas de acción) y un uso recurrente del needle drop, esos temas musicales conocidos que decoran las escenas más explosivas.

El disfrute es el esperable en esta clase de aventuras que coquetean con el realismo a la hora de mostrar las consecuencias físicas de ser cagado a trompadas, pero tienen a Hutch levantándose una y otra vez, entero o sin alguna partecita. Y si en la primera entrega había un esfuerzo extremo por proteger a los hijos de la pareja de lo que sucede alrededor, aquí el director Timo Tjahjanto (repitiendo guion de Kolstad) se preocupa menos por el trauma y los involucra un poco más en la historia.

En cuanto a los nuevos enemigos, el pueblo de Plummerville tiene un sheriff corrupto (Colin Hanks) y un empresario corrupto (John Ortiz) con suficientes esbirros como para garantizar las sucesivas generalas. Pero aquí, como en la primera, hay una persona detrás de todo: la mala malísima (y traumadísima) Lendina, interpretada por una Sharon Stone que da la impresión de haberse divertido en cada una de sus escenas.

El cierre volverá a ser digno de Los Magníficos, pero en un parque de diversiones, con nuevos aliados y los de siempre. A esa altura de las circunstancias, poco nos importará el sentido de colocar minas antipersonales en un pelotero o de transformar el tobogán hasta la piscina en una trampa mortal; la gracia estará en la originalidad de la propuesta en un mundo repleto de ofertas de películas del género.

Bob Odenkirk, que sigue haciéndonos creer que conoce cien formas diferentes de matar a una persona, declaró hace poco que tiene ideas para al menos dos aventuras más del padre de familia que pierde la calma, golpea villanos y prepara trampas para el enfrentamiento final. Allí estaremos.

Nadie 2. 89 minutos. En cines.