Mario Pergolini hace una pausa, se ríe levemente y sigue adelante la entrevista con un “Ok”. Acaba de sacarle a su entrevistado de turno, el periodista Eduardo Feinmann, una confesión imprevista sobre su militancia estudiantil de corte derechista. El viejo Mario hubiera agregado al gesto una mirada cómplice a cámara, para inflar el momento hacia la comedia de travesuras compartidas con su audiencia y luego habría soltado un comentario levemente burlón.

El nuevo Mario Pergolini, al frente de Otro Día Perdido, el programa nocturno en el que todavía trata de acomodar su postura televisiva en un espacio incómodo, decidiendo con cierta torpeza entre los modales de una audiencia envejecida, los nuevos gustos de una audiencia multiplataforma, insaciable y antojadiza, la actualidad política agrietada de su país y los fuertes condicionamientos del gobierno de Javier Milei. Muchas veces, opta por el silencio o por un siga siga de neutralidad algo desconcertante.

Eso no es todo: los problemas de adaptación del conductor, en su vuelta a la tevé, siguen con dramas más humanos, como el de los rencores y los vueltos de sus viejas y muchas víctimas, dispuestas a cobrarle cada una de sus chanzas homofóbicas, gordofóbicas y de discriminación hacia personas con discapacidades, de su época de oro en la radio y televisión.

Todavía libre de la cancelación más severa, el nuevo Mario de las noches porteñas luce penosamente reblandecido, afectado por una empatía de inclusión social que, aunque genuina, lo vuelve ajeno a sí mismo, falso, entorpecido en una tarea para la que le sobran condiciones y, sobre todo, malicia.

Para encontrar las grandes hazañas del conductor hay que remontarse a fines de los ochenta y principios de los noventa. Su trabajo en radio, y especialmente ¿Cuál es?, en la FM Rock & Pop, tuvo un éxito inédito y una influencia tan vasta que alcanza los contenidos y las propuestas de los actuales streamings. Caiga Quien Caiga (o CQC), el programa semanal que condujo durante una década junto a Eduardo de la Puente y Juan Di Natale marcó un mojón fundamental en la forma de hacer humor político y televisión, no solo en Argentina, sino en todo el territorio de habla hispana.

Mario Pergolini, en la apertura del programa Otro Día Perdido, junto a  Agustín Aristarán y  Laila Roth.

Mario Pergolini, en la apertura del programa Otro Día Perdido, junto a Agustín Aristarán y Laila Roth.

Otro día a la deriva

“Mario Pergolini regresa a la tele con Otro día perdido, una propuesta innovadora, provocadora y absolutamente diferente a todo”, anuncia la página web de su nueva casa, Canal 13. Luego de tres semanas al aire, el programa sigue sin responder a esa fórmula.

En cambio, a medida que pasan los episodios, Pergolini intenta acomodarse a las tradiciones del late night show, mientras insiste con algunos contenidos aptos para toda la familia argentina, con recetas de cocina y chimentos de la farándula, extendiendo cada entrega mucho más de lo aconsejable para el formato, con episodios que se estiran hasta los ochenta minutos de duración.

Como en CQC, Mario mira a sus costados y puede encontrarse con la mirada de dos compañeros. En este caso, las de la comediante Laila Roth y el ilusionista y actor Agustín Aristarán. Sin embargo, en los momentos en los que amerita la interacción, como el monólogo de inicio o los segmentos informativos humorísticos de noticias, la mirada y las pausas del conductor parecen decir: “¿Qué hago acá? Debería irme para mi casa”, o peor aún, “No digas lo que estás pensando”.

El problema no son Aristarán y Roth, que aportan lo propio de cada uno, con más o menos efectividad, y acompañan la dinámica todavía incierta del programa con oportunos comentarios y gestos, más propios de la autoayuda y la regulación emocional que del humor, mientras sostienen lo mejor que pueden el clima pesado de una indecisión sobre el rumbo a seguir. Como si fuera poco, al contrario de lo que indica el manual del formato, Pergolini rara vez festeja las buenas -o malas- bromas de sus compañeros, siempre dispuestos a redondear los tropezones del conductor, haciendo todo más difícil, menos fluido, inhabilitando el diálogo humorístico, siempre disponible, y truncando el crecimiento de los personajes de sus colegas y la identidad del programa.

A favor de Pergolini, digamos que nunca ejerció el oficio puro del comediante. Fue, más bien, un especialista en llamar la atención, con buena capacidad para el ataque repentista y la promoción de sus productos, un correcto intérprete de los guiones de De la Puente en ¿Cuál es? y un notable conductor, con acertadas salidas, en CQC.

En su primer mes al aire, Otro Día Perdido dejó algunos pocos momentos entretenidos, con la presencia del actor Guillermo Francella o las actrices Malena Pichot y Pilar Gamboa (que promocionaban su serie Viudas negras), e incluso de efectivo humor, como una recorrida de la carrera política de la ministra de seguridad Patricia Bullrich o el chiste de un niño abandonado por sus padres en un aeropuerto, a tono con el viejo Pergolini: “No busques en Google hermanos Schoklender, qué hicieron y cuántos años les dieron”.

El bajo rating del programa sugiere una puesta contra las cuerdas para su casa productora, que, más temprano que tarde, deberá decidir entre seguir adaptando a su conductor a los múltiples condicionamientos de esta época o darle rienda suelta para que despliegue su naturaleza maléfica e incorrecta, pero mucho más divertida.

Otro Día Perdido. De lunes a viernes de 22.45 a 23.45 (aproximadamente). En Canal 4.