Suele ocurrir en una película que uno de sus protagonistas toma una decisión apresurada o directamente incorrecta que le termina complicando la vida. “¿Por qué lo hizo?”, nos preguntamos enseguida desde la butaca o el sillón. La respuesta más sencilla suele ser: “Porque de otra manera la película terminaría a los cinco minutos”.

El caso de Hank Thompson, protagonista de Atrapado robando (Caught Stealing), es incluso peor. Todo lo malo que le ocurre ni siquiera se lo podemos achacar a una pésima decisión, sino a otro de los grandes motores del drama: estar en el momento equivocado en el lugar incorrecto. Algo que sucederá a pocos minutos de comenzada la película, apenas después de que el director Darren Aronofsky nos estableciera su “normalidad” pronta para ser arruinada.

Hank (Austin Butler) es un barman con una carrera trunca en el béisbol y problemas de alcohol que vive en Nueva York en el lejano año 1998. Tiene una novia paramédica llamada Yvonne (Zoë Kravitz) y un vecino punk llamado Russ (Matt Smith). Lo del vecino es importante, porque una emergencia familiar (según dice él) lo lleva a abandonar el país y dejarle a Hank el cuidado del gato, justo antes de que un par de tipos pesados lleguen al apartamento de Russ con intenciones non sanctas.

La casualidad cruza a nuestro protagonista con estos tipos pesados y, si bien uno espera que la cosa se complique (o no habría película), no se imagina que desde la primera golpiza habrá consecuencias tan serias para el simpático Hank, que pasará el resto de los 107 minutos recibiendo más golpes físicos y de los otros, en una de esas tramas en las que el protagonista está cada vez más cerca del punto sin retorno y nosotros nos preguntamos cómo hará para salir de ahí. Si es que lo hace.

El guionista Charlie Huston, que creó a Hank Thompson en su novela de 2004 titulada (justamente) Caught Stealing, parece obsesionado con que el personaje se enfrente a villanos poderosos y despiadados, y la mejor forma de demostrar ese poderío es que pongan en peligro todo lo que es querido por nuestro protagonista. Que, a su vez, no tendrá un segundo de respiro entre persecuciones, amenazas y una cantidad variada de castigos corporales.

Y sin embargo Atrapado robando es una comedia, por oscura que se torne. La obra de Aronofsky recuerda a algunas de las primeras aventuras dirigidas por Guy Ritchie (las buenas), con sus pinceladas de humor y sus antagonistas coloridos de acentos particulares y más desarrollados que en el thriller criminal promedio. Aquí, por ejemplo, tenemos a Regina King como una policía que se vive cruzando en el camino de Hank, Bad Bunny como un asesino sádico, y Vincent D’Onofrio y Liev Schreiber como dos hermanos jasídicos que intercalan actos de pura violencia con visitas a la mamá de ambos.

A diferencia de Ritchie, el director neoyorquino no está tan preocupado por tomar decisiones técnicas que nos dejen una escena tatuada en la retina. Sí se encarga de que la historia sea clara y que corra como piña, pero opta por evitar la edición superrápida o la cámara lenta (not that there’s anything wrong with that). Sí comparten ese delicado balance entre la violencia con consecuencias reales y la comedia física casi cartoon, en una tensión que podría hacer descarrillar en cualquier momento a Atrapado robando, pero que por suerte logra mantenernos involucrados en lo que sucede y deseándoles lo mejor a Hank y los suyos.

Si eso sucede es (también) gracias al carisma de Austin Butler, quien después de haber interpretado a Elvis Presley no solamente se contagió del acento del Rey (tuvo que contratar a un entrenador vocal para dejar de hablar como él), sino de su capacidad para llenar cualquier pantalla en la que aparezca.

No todas las películas tienen que ser dramones, ni siquiera dentro de la filmografía de Aronofsky (Pi, Réquiem por un sueño, Mother!). Y no todas las películas de acción tienen que tener presupuestos multimillonarios y el planeta en peligro. Este es un buen ejemplo de las historias que se veían más a menudo en la época en la que transcurre la acción, con agilidad del siglo XXI y una historia con suficientes idas y vueltas (que no de tuerca) como para que se nos pase volando.

Verla en sala, además de destacar la fotografía de Matthew Libatique, viejo colaborador del director, nos permitirá acompañar el vértigo de Hank en tiempo real, sin la posibilidad de poner pausa para atender el timbre, ir al baño o responder mensajes. Quizás mucha gente lo haya olvidado, pero esa es parte de la magia del cine.

Atrapado robando. 109 minutos. En Cinemateca y Movie Montevideo.