Estos dos partidos en Asia, además de los resultados computables para la historia, máximo valor estadístico en este tipo de amistosos, dejan un montón de insumos y aportes para el análisis. Son la carga de algunos primeros datos en procura de futuras conclusiones. Son pruebas, lejos de las condiciones de laboratorio, con alto rango de más/menos por la enorme cantidad de variables que se deben aplicar sin siquiera revisar la necesaria contingencia de los valores en competencia de los rivales.
El inicio de una nueva etapa dentro de un proceso, y ya también en una era, demuestra, como en anteriores oportunidades, experimentaciones, tempranos ensayos individuales y colectivos que sostendrán hipótesis de trabajo que deberán concluir con certezas de ahora a tres años. Pero, está claro, en este mundo de hoy no hay procesos de trabajo que no sean expuestos permanentemente al análisis utilitario de resultados e impresiones aisladas y fuera de contexto. Si los datos nos los otorga el “barómetro de la competitividad”, hay espalda. Ahora, si el “riesgo país selección” es lo que vale y la nota la ponen los fondos buitres, se complica.
Acá hay un plan de trabajo que por sus éxitos medidos, en términos de formación y desarrollo mucho más que en términos de resultados, ha demostrado ser absolutamente válido. Cada uno de estos cronogramas de trabajo iniciados tras los mundiales tiene un gran objetivo de prueba y observación para fortalecer en la dinámica natural, que también en el fútbol tiene un fuerte componente de la biología combinada con la estrategia: varios de los futbolistas que ya cargan con dos o tres mundiales encima llegarán largamente treintañeros a Catar, y otro montón de valores, surgidos de la escuela del Maestro Óscar Tabárez, vienen empujando con sus bríos juveniles.
La idea y la estrategia global, la de maximizar nuestros mejores valores futbolísticos contemporáneos, esa gran escuela de marca con sólidas líneas defensivas, más el intento del mejor fútbol posible, sigue vigente. Lo mismo ocurre con nuestra coyuntural fortaleza atacante: contar por años con dos de los mejores atacantes del mundo es un valor fundamental a la hora de la competencia.
Uno, dos, tres... probando
Está claro que hay un ensayo en los laterales que derivará en el intento de ensamblaje casi absoluto con los centrales y los mediocampistas. Acá hay otra gran variable: parece aceptarse desde adentro y desde afuera el cambio de paradigma de nuestros mediocampistas seleccionados. Entonces, como queremos juego desde el fondo, pase redondo y pelotas por el ojo de una aguja en detrimento de quites, trancazos y algún dedazo, necesariamente se debe agregar el riesgo asumido de perder la pelota en las narices de Diego Godín o a la sombra de los caños de Fernando Muslera.
En los seis goles recibidos, los dos del 2-1 con Corea del Sur y los cuatro que nos hizo ayer Japón, hubo fracasos del resorte de la última defensa, entre ellos la no resolución de los rebotes inmediatos. Más allá de que la defección haga foco en los defensas centrales y en el golero, es posible que algunas de las funciones básicas de los laterales en las defensas uruguayas no hayan estado bien cubiertas.
Demasiados goles recibidos de manera inusual revelan fallas. Es difícil discernir si fueron errores individuales que debilitaron el trabajo colectivo, o si la falla de ese equipo de defensores fue lo que debilitó ciertas respuestas individuales.
He aquí dos o tres variables más que tal vez hacen más compleja la evaluación o conclusión de la prueba: 1) el momento de desarrollo físico-futbolístico de los jugadores posterior al Mundial; 2) los traslados y las diferencias horarias en cinco días (entre 14 y seis horas de diferencia entre los integrantes del plantel uruguayo); 3) las formas de jugar en modo prueba, a sabiendas de que nunca es en formato práctica, en este caso con rivales que ostentan un juego subvalorado porque son asiáticos.
En la mitad de la cancha hubo menos pruebas y menos aciertos que en el Mundial, lo que determinó una propensión a cometer errores defensivos y a la orfandad de creación de circuitos creativos. La falaz oposición de un marco teórico que pretende presentar a los potenciales mediocampistas de Uruguay como los medios de Barcelona de Pep Guardiola es lo que pone en el centro del foco la propuesta de generación de fútbol celeste. Somos lo que somos, y vaya si logramos buenas cosas con un par de bochas redonditas y al pie, pero también con un pase largo, un anticipo y un cierre justo que termina pariendo un contragolpe.
Esta vez no hubo claridad en la elaboración y sí una notoria ausencia de juego directo por las bandas. Adelante, donde revisten el poder y los sueños, está claro que estamos bien. En ausencia de Luis Suárez, Edinson Cavani volvió a demostrar su porte de crack total. Además ayer, en su retorno a la celeste, Jonathan Rodríguez volvió a esperanzarnos como excelente rueda de auxilio para el gol.
A nadie le gusta perder, mucho menos padecer o sufrir. Pero hay dolores que son parte del desarrollo, del crecimiento, por los cuales es inevitable pasar. En tres o cuatro años, cuando ya no sean amistosos de prueba los partidos que se estén jugando lo comprobaremos.
Tranquilos nosotros.