En todos los manuales sobre deportividad existen premisas claras. Una de ellas es salir a buscar el mejor resultado posible aun sin tener chances de seguir en la competencia. Sin tongo ni engaños, salir a ganar. Y esta premisa, en un Mundial, con todo el prestigio implícito que tiene, más allá de las posibilidades matemáticas, se cumple en la mayoría de los casos. En Colonia también: Corea del Sur, una de las primeras eliminadas del Mundial, lo dejó bien claro en la cancha.
Como es fútbol, hay que hablar del juego. A ese deseo de ganar las coreanas lo demostraron de inmediato. El 3-4-3 con el que se pararon, sumado a la presión sobre la pelota, habla a las claras de su vocación para el partido despedida. Como si fuera poco, a los 14 minutos encontraron el premio: delantera que se filtra, la bajan en el área, penal. Cho Mijin, la número 9 -por camiseta y por posición táctica- la mandó a guardar y puso el 1-0 que también fue su primer gol en el Mundial.
Ese gol le desacomodó las ideas a Colombia. Fue un desestímulo para las cafeteras, quienes habían comenzado el partido con la ilusión de ganar para aspirar a pasar de fase. “Ganar para aspirar”, sí, porque también dependían de una derrota de España y de sacar cuentas en los saldos de goles (cosa que no sucedió ni por asomo).
Recién en el segundo tiempo y gracias a los cambios, las vicecampeonas sudamericanas encontraron la reacción. Gisela Robledo y Natalia Ramírez contaron con un par de chances claras, pero siempre ganó la arquera asiática, Kim Sujeong.
Porque es Mundial y eso es mucho; porque la chance de avanzar a cuartos de final ya se había expirado pero hay que ir igual; porque la tenacidad parece ser hija del fútbol sudamericano y porque a los centros hay que tirarlos bien, por todo eso Colombia encontró el empate a los 91. Premio para Robledo, una de las mejores de la cancha.