Visto desde atrás hacia el principio, Nacional logró el campeonato porque el sábado supo reaccionar a tiempo para dar vuelta el partido contra Danubio. No es poca cosa, teniendo en cuenta que los de la franja han sido uno de los equipos más regulares del torneo. Nacional no escatimó esfuerzos. Alexander Medina cambió roles y protagonistas buscando ofender más. Y encontró lo que buscaba: dos goles, dar vuelta el partido, levantar la copa.
Los méritos y merecimientos no sólo son por lo hecho en la última fecha, eso es clarísimo. Más bien el éxito es una acumulación de decisiones y resultados. En ese sentido, pensándolo más macro, paso a paso Nacional demostró lo que quería, lo que sabía y cómo lo pretendía. Pero demostrarse, incluso reconocerse, tampoco alcanza por sí sólo: si se sabe algo, hay que aplicarlo; querer por querer no es suficiente, hay que saber hacer. Ahí, entre lo que se predica y lo que se hace, se pueden encontrar muchas de las claves del título.
1. Manejo y conducción
Cada entrenador con su librito. Medina, desde el minuto uno, cuando no le salió bien la cosa en el verano, mostró por dónde quería ir. Aprovechó un plantel bien confeccionado por Martín Lasarte y lo ajustó en todos los sectores, aunque sin volverse obsesivo. Contrató Nacional, es verdad, y muchos de los nuevos le aportaron soluciones, pero también apostó a jugadores jóvenes de la casa, ahí donde Medina había trabajado (y con éxito, siendo campeón uruguayo).
Con la doble competencia, el Cacique y su cuerpo técnico decidieron (casi que) una rotación permanente. Fue larga esta mitad del año tricolor porque fueron a la par el Apertura y la Copa Libertadores que empezó dos fases atrás. Tener prácticamente una oncena para cada campeonato le rindió en varios aspectos: jugadores con fútbol, sentimiento de pertenencia, moral alta –apoyada en los resultados–, bajar el riesgo de lesiones y cuidar el físico.
2. Situaciones límites
No sólo ganadas merecen ser noveladas. Si bien el torneo terminó siendo un mano a mano entre Nacional y Peñarol, la foto entera demuestra otras singularidades. Una de ellas, que la travesía en las primeras fases de la Libertadores no fue todo color de rosas para el tricolor, sobre todo la segunda con Banfield. Pero más complejo aun fue el momento en que Peñarol aprovechó que Progreso le ganó a Nacional para subir al primer lugar de la tabla del Apertura. Y al acecho, siempre, estaban Danubio y Defensor Sporting (también Liverpool, aunque en menor medida).
Como si fuera una viceversa, el bolso también sacó jugo cuando Peñarol dejó puntos. Se puso primero y enfrentó varias dificultades para sostenerse ahí. La más grande fue el clásico, en el que también, al igual que el sábado, empezó perdiendo y tuvo que laburar mucho para empatar y mantener la diferencia de dos puntos. Esos dos puntos que se vistieron de copa y papelitos ayer.
3. Ilustres desconocidos
Volviendo al manejo del plantel, Medina dio cuenta de muchos jugadores que, hasta el momento de pisar la cancha, no estaban en el imaginario colectivo. Nada, problema del colectivo que mira y no ve, porque el Cacique siempre supo a quién ponía.
Christian Oliva se robó todas las miradas cuando la rompió en la Copa Libertadores. Su rendimiento fue en ascenso, a tal punto que siempre se habló de quién o cuál jugaba en el medio, pero Oliva no se tocaba (salvo descanso). En el clásico apareció la consolidación de Guzmán Corujo. El zaguero fue otro de los que, a base de jugar bien, se quedaron con el puesto en un lugar donde Nacional venía teniendo falencias. Matías Viña, Facundo Labandeira, Diego Coelho y Gabriel Neves fueron otros de los que contaron con minutos gracias a las rotaciones.
Merecidas o no, las cosas suceden igual. Ayer la copa, mañana seguir el camino. Más que vivir atado al goce, la agenda impone nuevos trabajos. Así es el fútbol de hoy en día. Por suerte, se sigue definiendo en el área chica.
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