Si lo sabremos: en la hora, por arriba tras pelota quieta, con los dientes apretados después de un partido que no le fue fácil y lo tuvo largamente como punto. Así ganó Irán, 1-0 a Marruecos. Fue en la penúltima jugada, minuto 92, cuando tuvo un tiro libre a favor. El envío vino desde la zona izquierda, cuatro o cinco jugadores iraníes fueron a la carga, pero el que cabeceó fue un marroquí, Aziz Bouhaddouz, con tanta mala suerte que metió la pelota en su propio arco. Segundo triunfo para Irán en la historia de los mundiales, tras haberle ganado 2-1 a Estados Unidos en Francia 98. Pero más que para la historia, la victoria de ayer le sirve para el presente: quedó primero en el grupo B tras el posterior empate entre portugueses y españoles.
Fueron tres puntos de oro para Irán, después de haber sufrido todo el partido. En el global, por manejo y por chances generadas, es justo decir que Marruecos fue superior. Luego de un primer tiempo bastante igualado, típico de debut mundial –en el que se estudia más de lo que se arriesga–, los marroquíes rondaron el gol. Irán se salvó porque su arquero, Alireza Beiranvand, fue una enorme figura, tanto por atajadas espectaculares como por su solvencia en el juego aéreo. Mucho del mérito fue de él y de su cerrada zona defensiva.
En resumen, tres puntos que lo invitan a soñar, aunque en su camino tenga a los favoritos del grupo, España y Portugal. Y sueña, porque soñar no cuesta nada y porque, además, en los mundiales pasa de todo. Incluso lo no previsto.