Como cada día, hoy es el día. Uruguayos y franceses van, desde las 11.00, por quedar entre los cuatro mejores de este maravilloso Mundial de Rusia.
Tal vez podríamos dejarnos llevar por la corriente y apuntar a la incógnita de en qué en lugar del estadio de Nizhni Nóvgorod estará Edinson Cavani: si en la cancha, si en el banco, si en la tribuna. Nosotros, ustedes, no lo sabremos hasta que oficialmente se den las alineaciones.
Hoy es hoy y no falta mucho para saber si Cavani juega o va al banco. Los otros diez se pueden –podrían, mejor dicho– cantar de memoria. Pero, como ya nos avisó el Maestro Tabárez ayer, “lo de Cavani lo dejo ahí, porque parece que con dos comunicados no alcanzó y yo no quiero entrar en ese jueguito. Les pido 24 horas de paciencia”. Claro, antes dijo lo más importante para nosotros: “Desde el momento en que se lesionó, Edi enseguida se puso a trabajar y a recuperarse, a redoblar sus sueños y sus ilusiones”, dijo. Paciencia.
Algo, alguien, identificó que ponerse la celeste no significa ganar, y que ganar no siempre es estar arriba en el resultado. Pero está ahí y la oportunidad está divina para aprovecharla. Y sirve algo de lo que comentó Tabárez ayer y hoy lo podemos repetir porque, entre tanta cosa, lo creemos y hasta sirve como grito de ánimo, como golpe de efecto en la moral: ”Nosotros sabemos cuál es la realidad. No pueden venir a decirnos qué tipo de país somos, condicionantes o limitaciones, es parte de lo nuestro. Pasó en Sudáfrica y en 1950. Hay que ver cómo es el partido. Lo dice la canción, nunca favorito, siempre desdeatrás, nos enorgullece. La historia puede tener que ver con alguna presunción, pero la van a escribir los futbolistas. Tenemos una gran ilusión de pasar este partido; después, si ocurre, a descansar. Pensar en esa posibilidad [la posibilidad de soñar con el título] tiene que permanecer en la intimidad. No pensamos en otros tres que quedan, sí en este. No lo consideramos un imposible, tenemos un margen de posibilidad. Estamos con unas ganas bárbaras de intentarlo, y si lo conseguimos sería maravilloso”.
Con sus armas, con su madurez, con su seriedad y su concentración, Uruguay ha sido uno de los mejores del campeonato y quiere seguir siéndolo. La diferencia entre recuerdo, festejo y proyección radica en que se sabe, o debería saberse, que no alcanza con ponerse una camiseta celeste cargada con glorias para ganar nada. Es más, nunca hubo victorias por la rica herencia futbolística y sí maravillosas epopeyas fruto de muy buenos desarrollos técnicos e inclaudicable esfuerzo.
Es así y todos deberíamos saberlo para seguir expectantes la evolución de esta selección, trabajada, racionalizada y casi optimizada en cuanto a rendimientos de un pequeño país con grandes logros –dentro de las muy pequeñas posibilidades por las enormes diferencias que marca la geopolítica del fútbol–. Pero hoy es hoy.
Es así y estamos de vuelta acá.
Uruguay nomá.