En esa preciosa actividad que desde hace años llevamos adelante en la diaria, El Día del Futuro, “una iniciativa que se propone reunir a amplios sectores de la sociedad civil, la academia, la política del país y la región, para generar una instancia al año dedicada a la reflexión sobre el acontecer a mediano y largo plazo”, tenemos en Deporte, en Garra, una instancia para plantearnos junto a ustedes “El rol del deporte en la construcción de futuro”.

Una mínima deconstrucción de esa inevitable propuesta de análisis podría descubrir en cuánto el deporte ha sido piedra de toque de nuestra vida como nación, qué somos, quiénes somos, hasta dónde seremos y qué les dará el deporte a los precarios dueños del futuro.

Pienso, además, que debe ser parte del nudo de la discusión el encuadre de mirar a ese futuro con la particular y peculiar base histórica de una nación que se solidificó en el entramado social por medio de la transversalidad que nos dio el deporte en su construcción batllista.

Es un rotundo ya fue, ya es, que el deporte construyó futuro en nuestro país desde los albores del siglo XX y, aunque suene a exageración, es una de las vigas fundamentales del imaginario nacionalista.

Entonces, ¿por qué no proyectar que el deporte sea motor de la construcción del futuro de los uruguayos?

La construcción y reafirmación de nuestra sociedad con el deporte como vínculo-vehículo, y nuestro restañado presente, el de la filosofía amplia y transformadora del impulso Tabárez, historia constructiva con tintes de refundación (por lo menos para su expresión más amplia popular e inclusiva, como es la celeste), nos conduce a pensar que una vez más el deporte habrá de tener una incidencia trascendental en el futuro de Uruguay.

Un rápido repaso de los albores de los deportes colectivos de competencia es la pruebas inapelable de cómo un activo tan trascendente como la nacionalidad, la patria del imaginario colectivo, se moldeó y solidificó con una camiseta celeste.

La noción de patria del Indio Pedro Arispe en Colombes, el discurso de José Nasazzi en el Castillo de Argenteuil, hasta el “Uruguay pa’ todo el mundo, Uruguay nomá” de Sidney, cuando Milton Wynants consiguió la medalla de plata en los Juegos Olímpicos, son testimonios del pasado que seguramente construirán futuro. “Vosotros sois el Uruguay. Sois ahora la patria, muchachos... Sí, sí, han comprendido. Se yerguen todos, avanzan gallardos, decididos echando afuera los pechos vigorosos... Viendo por fin erguida, allá en lo alto, meciéndose orgullosa... empapada en el azul del espacio... recibiendo del sol sus chorros de oro... el emblema de aquel puntito casi invisible en el mapa... que se ha ido agrandando, agrandando, agrandando”, escribía Lorenzo Batlle en Colombes, en 1924, sin dudas otra fecha fundacional de la uruguayez.

Esa maravilla de los hijos de las plazas de deportes, universidad de los más artesanales desarrollos deportivos en una joven y aluvional nación con poco más de un millón de habitantes, fue la que también, como ya había pasado con el fútbol, como pasó con el malogrado balonmano –porque el balonmano es uruguayo, una invención del profesor Antonio Valeta–, como pasó con el fútbol de salón, generó que el primer torneo continental del mundo se jugase en Montevideo y, aunque queda feo reseñarlo, especialmente lo ganase Uruguay.

Si encontrásemos el DeLorean con la energía que correspondiere, confirmaríamos que el deporte ya ha sido motor del futuro en Uruguay.

¿Por qué en la joven historia del país como nación, como sociedad –es decir, 200 años y poco, si arrancamos con el festejo del Bicentenario en 1811– la nación tiene o pudo desarrollar la imagen de deportistas como héroes contemporáneos e inmarcesibles? ¿Por qué se convierten en héroes, en semidioses, en referentes de la uruguayez a José Nasazzi, a Obdulio Varela, capitanes de las hazañas deportivas más grandes de la joven nacionalidad uruguaya, si nadie nos enseña formal o curricularmente sobre ellos? ¿Por qué sabemos tanto de ellos como de grandes estadistas como José Batlle y Ordoñez, o de dramaturgos como Florencio Sánchez, filósofos como Carlos Vaz Ferreira, escritores como José Enrique Rodó, Horacio Quiroga, por nombrar algunos de los que aparecen en los programas liceales? Es porque el deporte ha construido el futuro en Uruguay. Don José Batlle y Ordoñez es el padre del avasallante y único envión de todos los enormes e inesperados desarrollos deportivos de Uruguay, y de ese cimiento que construyó conciencia de sociedad confiada y avanzando con seguridad.

Jess Hopkins, el estadounidense que desembarcó por estas costas en 1912 y en 1913 ya estaba desarrollando el dificultoso y proficuo proyecto para las plazas de deportes, imponiendo el básquetbol y haciendo jugar el primer partido internacional, que obviamente, y como corresponde, fue con Argentina. Ahí, sin dudas, está el esqueleto, la imperecedera estructura que dio forja al futuro.

“Para mí, la patria era el lugar donde por casualidad nací… Era el lugar donde trabajaba y se me explotaba… ¿Para qué precisaba yo una patria? Pero fue allá, en París, dónde me di cuenta cómo la quería, cómo la adoraba, con qué gusto hubiese dado la vida por ella. Fue cuando vi levantar la bandera en el mástil más alto. Despacito, como a impulsos fatigosos. Como si fueran nuestros mismos brazos, vencidos por el esfuerzo, agobiados por la dicha quienes la levantaron. Despacito… Allá arriba se desplegó violenta como un latigazo y su sol nos pareció más amoroso que el de la tarde parisién. Era el sol nuestro… Abajo, las estrofas del Himno que llenan el silencio imponente de muchos miles de personas sobrecogidas por la emoción. ¡Entonces sentí lo que era patria!”, contó Arispe a El Hachero.

Es eso, es Uruguay. Eso es Uruguay y nada más, Uruguay, no más. Uruguay nomá.

Invitados

El panel estará integrado por: Marcos Etcheverría –jefe de Gestión Técnica del Área de Programas especiales de la Secretaría Nacional de Deportes y Coordinador del Departamento Deportivo de Gol al Futuro–, Jorge Vezoli –licenciado en Ciencias de la Educación. Trabajó en la Organización del fútbol del Interior (OFI) en el área de desarrollo juvenil y formación de entrenadores–; Arnaldo Gomensoro –asesor de la Secretaría Nacional del Deporte y profesor de historia del deporte-, Gustavo Ferrín –entrenador de fútbol– y Valentina Prego –presidenta del fútbol femenino de la AUF-. Modera: Juan Aldecoa