Se hizo la noche temprano, y las calles de Vallecas ya están iluminadas. Tienen prendidas unas lucecitas bajas, bien amarillas; cálidas, les dicen. Entre la luz y la oscuridad, entre las sombras y los focos se entremezclan los colores. El blanco y el rojo, el amarillo y el azul se unen. Rayo Vallecano y Cádiz se enfrentan dentro de un rato en el estadio del barrio madrileño, pero en la previa los cánticos son uno sólo y las cervezas varias.

Enfrente al estadio, a la vuelta, en la plaza, en el mercado, los hinchas hacen la previa. Un ritual común entre los aficionados españoles, y mucho más en las transmisiones deportivas. Se escuchan conversaciones a los gritos, cánticos, y algunas banderas empiezan a flamear cortando el aire frío de la noche. Es temprano, todavía falta más de una hora para el partido, aunque en realidad empezó hace un buen rato.

Día de elecciones generales, las cuartas en cuatro años en España. A pesar de las urnas, el calendario de la competencia no va a esperar por la jornada cívica y en esas vueltas que a veces tiene la vida coinciden en una misma cancha dos equipos con ideas políticas muy marcadas y difundidas por su gente. Seguramente es esta condición la que los hermanó hace muchos años, a pesar de las distancias geográficas; los unió una manera de ver la vida y, obviamente, el fútbol.

Los puestos de banderas, camisetas y bufandas que se arman alrededor del estadio están a tope. “¡La bufanda del partido, la del partido de hoy!”, grita una señora ubicada frente a la puerta número uno del campo de fútbol de Vallecas. A cada instante se para sobre el puesto alguna persona a comprar la publicitada bufanda; los colores vuelven a fundirse, el abrigo que sirve como bandera es rojiblanco-auriazul y dice bien grande: “Sangre gaditana en venas vallecanas”.

Ese lugar está cargado de energía y de memoria. El nombre del acceso principal a la tribuna del fondo –donde siempre se ubican los Bukaneros– es Wilfred Agbonavbare; el mítico golero nigeriano atajó durante seis temporadas de la década del 90 en el Rayo y dejó su marca en el club, y también en el estadio. La puerta lleva su nombre, acompañado de un mensaje que dice “Siempre en nuestros recuerdos, eterno Willy”. Al lado hay un espacio con su foto fusionada con el escudo del club con un recuerdo específico: “Por tu defensa de la franja y tu lucha contra el racismo. El rayismo nunca te olvidará”.

Ya eran cerca de las nueve de la noche, el horario del partido, y se empezaban a conocer los primeros datos de las elecciones. Bajó el porcentaje de votantes respecto de la jornada electoral de abril, y eso se había notado en el correr del día. En las calles no había jingles políticos sonando, ni colores, ni militancia. La jornada electoral no se sentía entre la gente. En la tribuna, mientras en la cancha se juega, siempre se comenta, se evalúa, se critica y se protesta. La pelota ya estaba rodando hacía minutos cuando empezaron a escucharse los primeros comentarios sobre los resultados electorales. El PSOE volvía a conseguir la mayor cantidad de votos, como hace seis meses, pero otra vez sin mayorías para que Pedro Sánchez, el presidente en funciones y candidato, sea electo. El partido fue el acto político más cargado de ideas, reclamos y acciones que me crucé en todo el día. En Vallecas hubo elecciones, debates y alianzas, lo que no han podido lograr los políticos españoles para gobernar hace meses. Hace años.

Los Bukaneros son un colectivo de hinchas organizados del Rayo Vallecano que defienden desde la tribuna a su equipo, al barrio y sus ideas. Promueven sus valores en contra del racismo, son antifascistas y van en contra de las nuevas formas empresariales que se imponen en torno al fútbol. Quieren ir a la cancha, alentar y compartir el partido. Quieren al Rayo por sobre todo, pero sin imposiciones publicitarias. El ciudadano, el hincha, el futbolista, el club tienen voz, tienen ideas. A pesar de que a veces parecen quedar restringidos solamente a su rol y no los dejan salir de ahí. En el fondo, en la cabecera donde hay tribuna en el estadio de Vallecas, también hubo elecciones. Sí, una pancarta con letras bien grandes lo anunciaba. Una urna gigante fue recibiendo los votos. Las listas más votadas fueron “Navegar juntos a primera” y “Para volver a jugar con 12”. Y esta votación nada tenía que ver con las generales, o sí. Durante toda la noche los hinchas protestaron contra el presidente del Rayo, Martín Presa. Y no sólo los rayistas, los gaditanos también se unieron en la canción.

La unión y la hermandad se vivió afuera, adentro jugaban el líder de la Segunda División española contra el Rayo, que no empezó bien la temporada. Empataron 1-1, quizás un resultado simbólico para este partido. Los miles de gaditanos que viajaron a Madrid no votaron, o algunos lo hicieron por correo. Al terminar el partido una furia amarilla saludó a sus jugadores, entre ellos el Pacha Espino, que saludaba a la distancia, como hizo con su posición política antes de las elecciones en Uruguay.

Ya no quedaba gente en la cancha, pero sí en las tribunas, y los gaditanos, cómodos desde su lugar en la tabla de posiciones, cerraron la noche cantándoles a los hinchas del Rayo: “Vete a Primera, vete a Primera”. Aplausos cerrados de todo Vallecas. Aquel hincha del Rayo que le había gritado fuerte y claro al número 7 del Cádiz en una jugada común del partido parece que desató el nudo electoral que se arrastra hace meses. El 7 era Sánchez y el hincha ya sabía lo que decía el boca de urna: “¡Sánchez presidente!”.