Mathías Riquero fluye en el área aunque no sea su hábitat y siempre genera peligro. En la primera un mano se confunde con el palo y hay olor a penal, pero Fedorczuk desestimó. Gustavo Alles tiene una zancada inconfundible y es con el físico que se destaca. Lo de Rodrigo Viega no es nuevo: la finta, el amague acostumbrado, siempre sorprendente. Leonel Rocco ubica las piezas en el tablero de césped. Cerca del banco de suplentes, la hinchada gaucha colgó una bandera agitando a Martínez para presidente. El clima es electoral, y de campeonato. El viento de la rambla también trae olor a copa. Viega reventó el travesaño con un tiro de lejos sin dejarla picar. En su rostro el semblante del barrio.

Por su parte, el Fénix de Carrasco por despertar de una vez, como quien apaga el reloj chillando para dormir cinco minutos más que son un campeonato entero. Sin embargo, adentro del campo la vergüenza deportiva, las ganas a pesar, la rebeldía. En Juan Álvez el sostén, en Maxi Pérez el corazón y en Alex Silva y Sebastián Gallegos la manija de un camión destartalado. Carrasco esconde las canas con la tinta, pero no las mañas. Hasta en las peores, Fénix es para precauciones. Atrás la ruta, los barcos, ráfagas de tabaco multinacional.

Para el segundo tiempo ambos equipos probaron con cambios en los albores del acto final. Pero antes que nada los goles, porque el fútbol es emoción y el gol es el arte básico. Maxi Pérez primero para el albivioleta largando brazas. Tres minutos después, Gustavo Alles por querendón, puso el empate 1-1. Tras los gritos, tras malear el alambrado con la euforia, el partido entró en imprecisiones.

Desde lejos siguieron intentando, probaron pero fallaron. Pero probaron, quizás esa sea la virtud. Los dos equipos quisieron. Se renovaron con más cambios, pesó el año en las piernas. La tabla no cesó de conversarles al oído resultadista. Fénix estuvo incluso un poco mejor parado, a diferencia del primer tiempo. Pero como en este maravilloso deporte hay poco previsto, Alles nuevamente anticipó el primer palo cuando el madrugón pesaba en las hinchadas. Se festejó con fuerza. Fénix entró otra vez en el desconcierto, Carrasco sacudió largos minutos la cabeza buscando explicaciones.

Vibró el final en Capurro. Alles la siguió pidiendo con la lengua apretada entre los dientes y el cuerpo dispuesto a los embates. Progreso lo dio vuelta en rodeo ajeno. Para cuando empezó una lluvia que amenazaba desde temprano, en la tribuna gaucha ya soñaban con atravesar fronteras.