Mafalda: “Qué recortás del diario, ¿mamita?”.
La mamá: “Una receta de cocina”.
Mafalda: “¿Algo rico?”.
La mamá: “Sopa de pescado”.
Mafalda: “¡Maldita sea la libertad de prensa!”.
Hace poco más de un año, cuando planificábamos la aparición de Garra, continuación ineludible del camino trazado por la sección Deporte de la diaria, pero con la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos, las ideas hervían nuestros pensamientos. Estaba en ciernes un desafío grande: pasar del histórico formato en papel blanco y negro a un mundo con suplemento deportivo de ocho páginas, todo sustentado con fotos a color, con redes sociales y con una página web de alguna manera desligadas de la centralidad del diario.
Era necesario repensarse, más allá de que algunas cosas teníamos claro: hacer buen periodismo, que nuestro trabajo sea una comprobación de lo que acontece, que la información asegurara más y mejor conocimiento sobre los hechos, explicar, opinar, en lo posible formar masa crítica para construir una sociedad libre, diversa, democrática.
Del mismo modo, también sabíamos que, como en cada nueva oportunidad que se abre, era tiempo de planificar cosas nuevas, de buscarle giros de tuercas a los formatos tradicionales de información, de romper esquemas para que el periodismo no quede atado sólo a lo estricto de los manuales. Porque cuando pensamos Garra fue una cosa seria. Ahí el problema: solemos tomarnos todo en serio.
Por eso apareció Garra en Viñetas. Ante tanto etiquetado, que apareciera un espacio dirigido por el humor, ofreciendo miradas y lecturas diferentes sobre la realidad, que desajustara el cotidiano nudo de la garganta -o el Jesús en la boca, dirían antes-, y en donde, sobre todo, se pudiera juguetear con esto de la posverdad o de la información-espectáculo que invadió de buenas a primeras las redes sociales para, en definitiva, enredar, distorsionar y hasta confundir a la opinión pública. Una cosa bárbara que está muy mal, ¡pero no para hacerlo en viñetas!
Es todo lo que queremos, señoras y señores, público aplaudidor. Entre ingenio y talento Rodolfo Santullo y Guillermo Hansz (en ocasiones con un cambio de lujo, el argentino Max Aguirre, quien suple a Hansz cuando la vida y ilustración así lo demandan) largaron a la cancha a nuestros personajes centrales: Jean-Paul Bonifacino, presentador, guía del programa, levantacentros, tirapiedras; Arístides Camacho, un viejo gruñón que reúne lo peor del periodismo y lo mejor del desconocimiento; y Teresa Marrero, mujer laburanta que salva cualquier situación porque sabe más que los dos palomos juntos, pero a la que tienen en evidente segundo plano.
Recordaré la primer tira como los niños recuerdan lo más lindo que les trajeron los Reyes Magos: Arístides pidiendo la citación de Lucas Torreira a la China Cup 2018 sin saber que efectivamente estaba citado, molesto porque Uruguay ganó y no deja espacio para criticar y enojado porque “la chiquilina” cubrió el torneo y él no. En suma, la realidad que rodea nuestro oficio.
Hicieron cualquiera, ese es el resumen, eso es lo que trae este libro. Ironía, sarcasmo, guiños patéticos, revolución y empoderamiento femenino, se disfrazaron, se metieron con los poderosos, adularon a los poderosos.
En ese espectro, que es un poco más amplio de lo que acabo de enumerar, tal vez hubo quienes se sintieron aludidos, de alguna manera tocados. Puede ser. Lo que pasa es que existe algo más en esto de construir la metáfora a través de viñetas. Acá nadie busca salvarse, nadie busca el ideal. Eso es para filósofos. Garra en Viñetas es el absurdo, la paradoja de nosotros, reírse de sí mismo. Un salvavidas para alegrarse un poco, para compensar la crudeza de lo cotidiano, para enfrentar a la realidad y decirle que sí, que la padecemos, y que mire cómo, pero que también, al menos un rato de todos los días, en su cara nos vamos a cagar de la risa.