Ignacio Risso debutó en Primera División con Miramar Misiones en 1998, en la durísima B. Había jugado en inferiores de volante, de media punta y de enganche. Él pedía el juego por abajo, pero cuando le tocó jugar de delantero la cosa cambió. Había que jugar en las alturas con zagueros recios. Y para eso había que pensar, eludir codos, aprender a tener chichones. Jorge Fossati lo llevó a Danubio y lo mantuvo en las gateras. Lo cuidó, digamos. Lo puso un día para no sacarlo más. Se fue a Lanús, en el sur porteño, y a Liga de Quito, también de la mano de Fossati. Aquel periplo concluyó años después en una vuelta olímpica por el Uruguayo con la franja. Después se sucedieron Quilmes, Ponferradina en España y el fútbol chipriota.
En Defensor desarrolló “un sentido de pertenencia muy fuerte y en poco tiempo”. Hizo goles inolvidables. Cuando se sintió un director técnico dentro de la cancha decidió irse un metro más allá de la línea de cal y agarró las inferiores del violeta. De aquella generación 2000 de las formativas de Defensor Sporting, a quienes dirigió en sub 16 y en cuarta, hay nueve que integran el plantel de Primera División que hoy dirige. Hay otros tantos debutando en primera con otras casacas.
Nacho Risso revuelve el café con mesura. Entiende que los resultados mandan aunque la formación de futbolistas siga siendo el objetivo, incluso en primera división. La cuestión está en elegir el camino.
Se dice que Defensor trabaja bien en formativas. ¿Qué significa trabajar bien en formativas?
Trabajar bien en formativas es formar. El tema es que muchas veces parece que si trabajás bien o no se mide en el resultado deportivo. Desde mi punto de vista –fue una de las cosas que dije cuando llegué hablando con el presidente de juveniles, Daniel Obes–, el objetivo principal es formar, lo otro es consecuencia del laburo. Pero sin formación, no hay nada. Si por enseñarle cosas a un jugador se tiene que perder algún partido, o por el bien de su futuro tiene que aprender ciertas cosas, no va a ser más importante un resultado que eso. Lo aclaré para que supieran cuál era mi forma y lo aceptaron; parte de eso tiene que ver con que, de la primera categoría en la que trabajé, que es la del 2000, haya nueve jugadores hoy en día en Primera División, lo que es bastante difícil.
¿Qué resultados ves con esos muchachos hoy en Primera División?
Las condiciones son importantes, pero la cabeza es fundamental, por eso la formación a nivel de valores y a nivel de superar las adversidades. Eso fue lo que nos pasó en este Intermedio: ir perdiendo, por ejemplo, contra los dos grandes y que los jugadores, lejos de bajar el rendimiento o caerse, hicieran todo lo contrario: ir por más. El fútbol te enseña a superar la adversidad, pero además estos jugadores en ese aspecto han tenido una buena formación. Hay muchos jugadores que tienen sentido de pertenencia. Más allá de los momentos que le tocan a cada uno, muchos están desde chicos y sienten muy fuerte a Defensor.
¿A qué te referís con formar?
Incluso ahora, en Primera División, apuesto en forma integral, tanto con los chicos como con los grandes. Quiero que los grandes sientan el ayudar al compañero, el formar un buen grupo con valores como el respeto. Ellos son el ejemplo. La idea es que todos se sientan parte de esto desde donde les toque. Hasta el que le toca estar de suplente o fuera del banco es clave para el rendimiento del equipo, pero también es clave el respeto de los más grandes, les toque jugar o no. Si hay algo que me enseñó el fútbol, es que de los grandes grupos vienen los grandes resultados y los grandes recuerdos, que te ayudan a progresar. Desde esa base hacemos el planteamiento integral para la mejora de Defensor en este proceso.
¿Son de la generación de directores técnicos que se sirven de las nuevas tecnologías?
Con el Teño [Jorge Artigas, ayudante técnico] la idea siempre es delegar e intercambiar opiniones. Pensamos muy similar en todo, prácticamente igual. Jugamos juntos, concentramos juntos e hicimos el curso juntos. En el intercambio crecemos mucho el uno con el otro. El tema de los videos, por ejemplo, lo usábamos desde formativas. A los jóvenes les llega mucho lo visual, en este caso a nivel táctico. Ahora también tenemos una aplicación con la que se le muestra lo que les pedimos en cuanto a modelo de juego, lo que queremos que los jugadores alcancen en cada momento. Se lo mostramos en la aplicación y el día previo al partido lo repasamos en una charla de no más de cinco o seis minutos. El modelo de juego depende de los jugadores que tenés, depende de las características. En este caso, lo que sienten los jugadores se alinea al pensamiento que tenemos nosotros.
¿Hay que saber más allá de las condiciones técnicas, físicas o mentales de los dirigidos?
Vos tenés que saber todo, sobre todo en juveniles: dónde vive y en qué condiciones, cómo está compuesta la familia. Hablamos de algo integral, no de si juega bien o juega mal o si es titular o suplente. Cuando arranqué con la 2000, era una categoría acostumbrada a ganar. Entonces la presión familiar era fuerte, porque cuando ven a los hijos con condiciones se provoca ansiedad. Nos toca ganar en el torneo inicial los siete partidos y perder la final con Liverpool. Empezamos el Apertura y se perdieron muchos partidos. Las familias ya querían que se fuera el técnico. Y nosotros estábamos poniendo la semilla, tirando muchos valores. Los resultados no se daban y los jugadores pensaban que era por suerte. Y yo en la suerte no creo, creo en los detalles, en las cosas que suman para el grupo. A partir de ahí tuvieron planteamientos entre ellos y se dieron cuenta de que había que estar unidos, ayudándose y sintiendo al grupo como una familia. En el Clausura ganamos prácticamente todos los partidos. Ellos ya hablaban de familia y de sentido de pertenencia. Ganamos la primera final contra Peñarol y después con Liverpool íbamos perdiendo cuando faltaban diez minutos. Los pibes manejaron la pelota e hicieron dos goles en los últimos cinco. Algunos entraron sin haber jugado en todo el año; ellos mismos fueron el ejemplo de la importancia del grupo. Esa formación fue muy fuerte. Los padres entendieron el valor que transmitían esos pibes. Algunos eran famosos por llegar tarde, y se dieron cuenta de la importancia de la disciplina, de respetar al compañero. Si llegás tarde es porque estás estudiando o porque perdiste el ómnibus, no por falta de compromiso. Se ayudaron tanto que muchos llegaron a Primera División.
¿Cuánto influye el entorno del fútbol, más allá del entorno de la casa y el liceo?
Hoy en día hay pibes con 14 años que están cobrando dinero o lo está cobrando su familia. Te van cortando las alas: ¿cómo hacés para volar si te hacen entrar en zonas de confort cuando sos un niño y te estás formando? Aparece una marca que te da plata y te da ropa y te da todo, y hay gurises que sienten que con 15 años ya llegaron. A una cantidad tuvimos que decirles que ese no es el camino, que el camino del esfuerzo no se negocia. Que hay que seguir creciendo, que no hay que conformarse.
¿Qué valores aprendiste que intentes transmitir hoy?
Miramar Misiones me enseñó mucho sobre la importancia de los grupos. Nosotros éramos felices, aunque nos bañábamos con agua fría y teníamos que ir y volver en bicicleta. Lo disfruté muchísimo. Cuando estaba en quinta estaba en cuarto o quinto de liceo, me tomaba el ómnibus en la puerta del Zorrilla hasta la cancha auxiliar del Parque Rivera, llegaba corriendo. No me costaba. Lo disfrutaba y no estaba pensando en la plata o en llegar a Primera. Miramar me formó como persona y mis compañeros me ayudaron muchísimo, yo siempre valoré eso. En casa me decían que lo primero era terminar el liceo, que eso no se negociaba, y yo lo tenía claro. Agradezco a mi familia que haya sido así. Mi recompensa era jugar con mis compañeros: El Tincho [Martín] Crossa, Christian Castellanos, Monoco Gonzalo Pérez, Eduardo García, Rafael Bermúdez.
¿Cuándo empezaste a entender el juego?
Yo jugaba de volante, después pasé de media punta o de enganche. No saltaba nunca a cabecear, quería juego por abajo. En cuarta empecé a jugar de delantero y me adapté rápido. Nunca fueron mi fuerte la potencia y la velocidad. Me salvó la cabeza entender el juego, analizar a los defensas que tenía que enfrentar. Porque hay distintas formas de ganarles, según las cosas que te van pasando. Los primeros años en Primera había que abrir bien los brazos porque si no, te ibas con chichones.
¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser entrenador?
El fútbol te trae cosas muy buenas y algunas desilusiones. A veces incluso las cosas no salen por cuestiones externas que se manejan. Siempre se te generan dudas, pero cuando llegué a Defensor desarrollé un sentido de pertenencia muy fuerte en poco tiempo. Y siempre intenté ayudar a los jóvenes adentro de la cancha y afuera, para potenciarlos. Empecé el curso en ese tiempo y trataba de ayudar a entender el juego. Después de que empezás a estudiar querés analizar todo. Cuando vi que estaba siendo un entrenador dentro de la cancha, me di cuenta de que tenía que estar afuera.
¿En Primera sí pesan los resultados a pesar del interés por formar?
Hay que ganar. El tema es el camino que elegís para ganar. El tema es estar seguro del camino que se está recorriendo y que los jugadores lo interpreten bien. Los jugadores reflejan el trabajo. Nosotros buscamos tomar la iniciativa, sea con un equipo grande o con un equipo que vaya último. Estamos en el inicio de un proceso que puede ser muy importante para el club. El sueño es que Defensor pueda estabilizarse con la base de futbolistas jóvenes que están saliendo, con el respaldo de los más grandes y siempre generando un ambiente para que todas las personas que están en el club lo disfruten. Que el equipo transmita desde adentro hacia afuera y que la gente se sienta identificada. Yo no miro solamente mis intereses, voy más allá, es un todo. No vine acá para que me vaya bien en seis partidos, me llegue una oferta e irme. Capaz que eso puede pasar, pero quiero conseguir cosas importantes con Defensor y dejarle algo al club, que sería formar jugadores y potenciar a los que ya están. Para eso es necesario un equipo, porque el que te potencia es el equipo. Nosotros podemos plantar una semilla, pero no es el entrenador, ni es uno ni es otro: es el equipo.