Este fin de semana comienza una serie de acontecimientos inéditos en nuestro fútbol. Por primera vez a doble final, en los dos campeonatos de clubes masculinos más representativos de nuestro país, clubes salteños y minuanos se enfrentarán cruzando localías para hinchas y vecinos, y poniéndonos en pantallas de AUF TV para todos a los que nos conmociona el recuerdo de aquella primera globa corrida con el perfume del pasto del pueblo.

La primera de las finales -la de la Copa A- se juega en Salto, este sábado en el estadio Dickinson desde las 18.00 cuando se enfrenten Universitario y Lavalleja en nuestras computadoras y pantallas de Antel Vera.

La segunda final de este fin de semana será en Minas, en el teatro de las sierras, el Juan Antonio Lavalleja, cuando el equipo del barrio, Barrio Olímpico, reciba a Ferro Carril de Salto en la primera final de la Copa B.

Nuestros mundiales

Seguramente son muchos menos los que conocen su trabajo, que aquellos que saben de su incipiente desarrollo. Santi Castro es un jovencito liceal de Minas, que además de seguir cumpliendo con su aprestamiento básico como cualquiera de los chiquilines del país, sabe que encontrará parte de su futuro en el deporte, en el periodismo, y lo hace presente, escribiendo, investigando.

Por estos días, consumada la epopeya de meter a dos clubes de la centenaria Liga Minuana de Fútbol en las finales del interior, Santiago, revisando la historia de las canchas y clubes de Minas contó en unas líneas que él tituló “Nuestros mundiales” lo que pasará este fin de semana: los Tordos enfrentarán a Universitario y el Picó Picó jugará frente a Ferro Carril.

“Probablemente ni el más empático aficionado deportivo capitalino asumirá en su consideración el relieve que adquiere esta circunstancia. De hecho, tampoco lo harán los sureños, adaptados a los puestos de vanguardia en términos de definiciones de competiciones clubistas nacionales. Es que apenas en 1979 el fútbol serrano se hizo de un cupo para bregar por el título del país en la instancia máxima: fue Lavalleja, que tropezó ante 18 de Julio de Salto y notó cómo se le escurría el sueño de pasear por las estrechas calles serranas el trofeo máximo de los nuestros. 40 años más tarde, resulta inaugurado otro tren de la ilusión: dos equipos minuanos jugarán, lucharán, sudarán, sufrirán, trabarán, cabecearán, llorarán por un deseo dilatado en tiempo y contraído en chances; ¿será única en la historia la proeza de posicionar a dos conjuntos locales en las finales de nuestros Mundiales? ¡Es que son nuestros Mundiales! No es una idea propia, adelanto, así como el noventa y cinco por ciento (no descarto haber robado los cinco restantes) de las aquí esgrimidas: es de Rómulo Martínez Chenlo, comprometido periodista floridense con la causa deportiva nacional más allá del Miguelete.

Es un íntimo convencimiento: el próximo fin de semana vamos a vivir en primera persona las finales de nuestros Mundiales. Lo harán Martín Tejera, Carlos Corbo y un puñado de alumnos de las escuelas 7 y 104 de los barrios Lavalleja y Olímpico; un pueblo será -por más que un suspiro y no menos que varios- albirrojo, franjeado. Una unidad fraterna con un par de camisetas dotadas de identitario y honorable esfuerzo pese a lluvias, soles, vientos y resfríos. Un nueve de área, un hincha de cantina, un dirigente hincha. Lo nuestro. Lo mejor, porque es nuestro. Los tajos y parches de nuestro fútbol de entrecasa serán apartados y olvidados, puesto que resulta inabarcable la trascendencia del asunto: 625 clubes conforman la Organización del Fútbol del Interior, estimando más de 12500 futbolistas; cuatro conjuntos jugarán por la gloria máxima, siendo dos de ellos, de aquí, de Minas.

Considerando los condicionantes puros y esenciales del interior futbolero, aparenta transparencia y no contempla dudas la cuestión del hoy y la semana y el mes y el año y la historia clubista minuana: no hay nada más para estos jugadores, entrenadores, dirigentes, hinchas y todos juntos, que lo que el siguiente fin de semana iniciarán a diseñar Barrio Olímpico y Lavalleja: su lucha por ser campeones del país.

Señor, señora, adelante, acérquese al tejido: bienvenidos a las finales de nuestros Mundiales”.

Jugar para soñar

El gurí serrano debe saber que yo ya pasé largamente los 50 y, sin embargo, igual que él iba al liceo cuando en el Juan Antonio Lavalleja en 1979 Lavalleja de Minas protagonizó la hasta ahora única final de clubes de un equipo minuano. En esos años grises para nuestro pueblo también estaba haciendo 6º, pero en Montevideo, y sin saber que me dedicaría al periodismo ya tenía encima un par de finales del interior con los pueblos llenos de forasteros, viejos ómnibus de la Onda repletos de migas de las milanesas al pan, termos de vidrio rotos y caseros gorritos de lana con pon pon que identificaban a los que venían a robarnos la ilusión de aquella gloria finita y fatua, que es la del finalista que se queda sin la vuelta. Finales que eran todo para nosotros, y apenas un pedacito de diario para ustedes.

Porque debe saberse, para aquellos que no están enterados, que aun hoy, con partidos de fútbol en pantallas de 0 a 24, con conocimiento de lo que pasa en el vestuario del Fulham, y ahora también de las jugadas preparadas del Seattle Sounders, o con Torque jugando en el Centenario para 50 aficionados en las tribunas, para nosotros esto, el fútbol, la orejona, nuestros mundiales son todo, siguen siendo todo.

Lo mismo para los salteños, que aunque pudieron llegar a esta instancia varias veces más que sus contendientes serranos han corrido siempre tras una gloria lejana que encontró rápidamente Salto Uruguay, que 13 años después, y justamente entre la única final entre salteños y minuanos, 18 de Julio de las Ligas Agrarias de Salto alzó la copa, y en 2009 y 2011 Ferro puso su sello en la que era por entonces la única divisional de la Copa de Campeones del Interior.

Esto quiere decir que Lavalleja será por segunda vez finalista en la A, pero Barrio Olimpico será el primer finalista serrano en la Copa B. Para Universitario será su primera vez , pero Ferro, ya campeón en la A, va por esa primera final de la otra copa.

Nuestra copa

En aquel 1965, cuando al periodista Efraín Martínez Fajardo, que escribía en El País, se le ocurrió desarrollar un torneo de clubes del interior, todos los uruguayos futboleros ya estaban tomando a la Copa Libertadores de América como un modelo y una ilusión a seguir. Es que cuando Atenas de San Carlos se coronó como el primer campeón al derrotar al Paysandú Wanderers los orientales ya habían visto a Peñarol y a Nacional participar en 5 de las 6 finales disputadas por la copa, y seguramente desde esos días ya asociaban aquellas fiestas de pueblo con las que Montevideo enseñaba en el Centenario al continente.

No sé bien cuándo se me ocurrió definirlo como nuestro Mundial, pero sí sé que a través de ocupar posiciones de decisión en medios nacionales procuré otorgar la importancia y la jerarquía merecida al campeonato del interior de OFI, tan nuestro como el de la AUF. Me acerco un poco más a cuando por ironía y cierta rabia por ausencia se me ocurrió -hasta por coincidencia de trofeo- llamar a la copa “la orejona” y en coincidencia denominar al torneo la Champions. La mayoría de nosotros sabemos que hay una exageración en mi definición, porque está claro que las competencias de nuestros pueblos no son como las de la FIFA, ni las de la Conmebol, o hasta la propia AUF profesional. Pero sin embargo, el corazón, el motor de todo, sí es idéntico: la emoción.

En Uruguay, desde que nos escolarizamos y antes también, todos los días jugamos finales del mundo: en los recreos, en las veredas, en los canteros, en los parques y en las canchitas jugamos, reímos, sudamos, sufrimos y nos ilusionamos con perseguir esa victoria que es nuestro Mundial de cada día.

 Matías Trasantes, de Atlético Florida, tras convertir ante Progreso, por la 15a Copa Nacional de Clubes, el domingo 13 de mayo de 2018 en el estadio del Club Progreso, en Estación Atlántida.

Matías Trasantes, de Atlético Florida, tras convertir ante Progreso, por la 15a Copa Nacional de Clubes, el domingo 13 de mayo de 2018 en el estadio del Club Progreso, en Estación Atlántida.

Foto: Fernando Morán