El día que este rectángulo de papel de diario deje de ser material de lectura y se transforme en necesario packaging de media docena de huevos, la hora en que estos ceros y unos se disuelvan en la red de redes hasta que se reconviertan en una pantalla que diga 404 Not found, la humanidad aún seguirá recordando el 2020 como el año en que se quebró el paradigma de la vida del temprano siglo XXI. Tampoco nadie podrá desvincular aquel año, aquella situación con nuestra vida gregaria, y por tanto los nacidos y criados al oriente de un río que algunos de sus nativos ancestrales dieron en llamar “de los pájaros pintados” deberán revisar con la suficiente perspectiva y elementos de interpretación lo que el principal y patriarca del seleccionado uruguayo de los casi nativos de la vida digital definió como no-fútbol.

En condiciones absolutamente insospechadas y casi escapadas de un guion de ciencia ficción, en el año de la pandemia se jugaron en América del Sur cuatro jornadas de la clasificatoria sudamericana para la fase final de la vigésima segunda copa mundial que Catar organizará en 2022, venciendo el distópico destino de una nación que durante décadas fue un protectorado británico que vivía de la pesca y de la recolección de perlas y que en 2010, cuando contaba con una población de 1.500.000 habitantes y un PBI disparadísimo por el petróleo y su reserva de gas natural, fue elegido como sede de la fase final de un Mundial.

Las futuras producciones audiovisuales clase B exagerarán con futbolistas viajando de continente a continente vestidos como astronautas, con jugadores actuando con caretas de soldador, con hospitales de campaña instalados a la salida de los estadios vacíos y silenciosos. Mentirán como perros, sí, pero ojo, botijada del 2068 –buen momento para reinstaurar la imaginación al poder–, que la exageración no estará tan alejada de lo que vivimos en los cuatro partidos de la Eliminatoria en los que cosechamos seis puntos, dos victorias, dos derrotas y 11 positivos de covid-19.

Lo peor de la cosecha de la disputa apresurada y desubicada de estas forzadas fechas ha sido el desastre del foco de covid-19 que se ha localizado en el núcleo de la selección uruguaya, que lleva ya 11 casos confirmados y una incertidumbre que se estira ante la casi inevitable aparición de más casos. Seis futbolistas (Matías Viña, Luis Suárez, Rodrigo Muñoz, Diego Rossi, Alexis Rolín y Lucas Torreira, confirmado a su llegada a España) y seis funcionarios (el jefe de prensa Matías Faral, el médico Alberto Pan, el fisioterapeuta Richard López, el utilero Víctor Britez, y el integrante del equipo de comunicación Emiliano Aguirre) han resultado positivos en las últimas horas, y habrá que esperar a nuevos hisopados y cuarentenas.

Puntos y puntadas

Se han disputado 12 puntos de los 54 que estarán en juego para llegar a la ronda de Doha, y Uruguay estará hasta marzo por lo menos en zona de clasificación. Por debajo de la media inglesa –ganar en casa y empatar de visitante–, pero ajustado al parámetro de quedarse con el número de puntos equivalentes a jugar de locatario, el equipo de Tabárez se proyecta a poder llegar a los 28 grados del otoño catarí de noviembre de 2022.

Para llegar a Sudáfrica 2010 el combinado de la Asociación Uruguaya de Fútbol sumó 24 unidades, de las cuales consiguió cinco en las cuatro primeras jornadas. Para ir a Brasil completó 25 unidades (todos jugaron dos partidos menos porque Brasil no participaba), con ocho puntos en sus primeros cuatro partidos. En la última clasificatoria mundialista, la que nos colocó en Rusia 2018, con el mayor puntaje que una selección uruguaya haya obtenido en una fase previa (31), el equipo de Tabárez sumo nueve unidades en sus primeros cuatro partidos.

Daños y perjuicios

Desde hace meses Óscar Washington Tabárez considera que todo lo sucedido con el cambio de nuestras vidas ha sido “un daño muy grande”, y en particular en su acción de trabajo al frente de las selecciones nacionales nos remarca que aquello que se tuvo que dejar de hacer ya no se recuperará: “Nuestra forma de trabajar y crecer ha sido con procesos de trabajo que implicaban mucho tiempo. Eso se debió dejar de hacer por la pandemia, y ya no se va a recuperar, aunque parece que aún hay tiempo, pero da esa sensación de que puede pasar algo que no permita hacer las cosas planificadas como hasta ahora. Nosotros pensamos mucho cómo vamos a hacer las cosas con el poco tiempo disponible”, le decía con preocupación el Maestro a Garra en setiembre.

Durante los últimos 15 años el cuerpo técnico de Tabárez, en la aplicación continua y progresiva del “Proyecto de institucionalización de los procesos de las Selecciones Nacionales y de la formación de sus futbolistas”, hizo participar a 116 jugadores. Los seis últimos fueron en estos cuatro partidos de las clasificatorias, en octubre y noviembre: Nicolás de la Cruz, Mauro Arambarri, Darwin Núñez, Ronald Araújo, Agustín Oliveros y Gabriel Neves. Apenas unos partidos antes, cuando había una secuencia natural de encuentros, se habían puesto la celeste por primera vez Matías Viña y Brian Rodríguez.

El proceso de decantación para ser uno de los 11 siempre ha sido el mismo: observación, preparación –básicamente en los procesos de selecciones juveniles–, incorporación a la selección mayor e integración sin apuro a la oncena a través de amistosos preparatorios. Casi no ha habido excepciones en la integración de nuevos a un grupo que dinámicamente se ha transformado en el núcleo o elenco estable. La excepción han sido el Pato Carlos Sánchez, mundialista que llegó a la celeste ya treintañero; Maxi Gómez, también mundialista, que explotó en el fútbol europeo sin pasar por juveniles; y el Huevo Brian Lozano y Cabecita Jonathan Rodríguez, que sin pasar por selecciones anteriores llegaron en la plenitud de su juventud.

Martín Cáceres, Nahitan Nández, y Darwin Núñez, durante el calentamiento previo al partido ante Brasil, en el estadio Centenario.

Martín Cáceres, Nahitan Nández, y Darwin Núñez, durante el calentamiento previo al partido ante Brasil, en el estadio Centenario.

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Siempre a mano había, o hay, una solución de futuro, en un proceso largo y preciso que necesita crecimiento individual dentro de otros colectivos. “La competición será parte imprescindible de la preparación y evaluación de los equipos y de la formación de los futbolistas, por lo que no debe quedar limitado solamente a las competiciones oficiales internacionales”, dice uno de los considerandos de aquel proyecto, que en su primer año de ejercicio obviamente no pudo tener vigencia absoluta, pero sí marcar una tendencia. Uruguay terminó clasificando promediando ocho futbolistas con antecedentes de competencia en juveniles, lo que demuestra que, aunque en algún caso fuese doloroso, o hasta injusto, lo que precisábamos era un equipo y no una selección de estrellas de campos del mundo o de revistas satinadas para poder volver a ser competitivos.

Los jóvenes veteranos

Ahora, en esto que Tabárez considera algo distinto al fútbol que siempre vivió, jugó y concibió, por la ausencia de público y las enormes limitaciones que ha generado tratar de paliar los daños ocasionados por la expansión del coronavirus, el entrenador lo expresa, lo resalta y ya lo considera un daño irreparable. “Todo lo que perdimos con esta pandemia: nuestra organización, nuestro trabajo en juveniles, los partidos en fecha FIFA, la experiencia de partidos internacionales, el valor formativo de las competiciones, la incorporación de nuevos jugadores”.

Ya el equipo que clasificó para la fase final de Rusia 2018 era de jugadores con paso y formación en juveniles, a excepción de los citados Sánchez y Gómez. En Rusia se concretó la participación de un futbolista que hubiese pasado por todas las categorías desde la sub 15, Gastón Silva, que además jugó todos los mundiales posibles: sub 17, sub 20 y mayores.

Ahora los veteranos son los sub 20 de 2007: Luis Suárez, Edinson Cavani, Martín Cáceres, y en esta última citación Damián Suárez, o de la 2009, como Martín Campaña. El elenco estable ahora lo conforman jovencitos como Federico Valverde, Rodrigo Bentancur, Matías Viña y Josema Giménez, ya con dos mundiales sobre sus espaldas con 25 años, y con 60 partidos internacionales con la celeste.

En esta última convocatoria estuvieron o pudieron estar Brian Rodríguez (20 años), Darwin Núñez (21), Matías Viña (22), Agustín Oliveros (22), Diego Rossi (22), Rodrigo Bentancur (23), Nicolás de la Cruz (23), Nahitan Nández (24), Lucas Torreira (24), Mauro Arambarri (25), y no estuvo por fatiga muscular Matías Arezo (17). En la anterior estuvieron Ronald Araújo (21), Federico Valverde (22) y Maximiliano Gómez (24).

Lo que vendrá

Muchísimos daños colaterales dejaron estas cuatro etapas que innecesariamente apuró la Confederación Sudamericana de Fútbol para seguir con los lineamientos de la FIFA: decenas de casos positivos entre las diez delegaciones participantes, burbujas que se terminan convirtiendo en focos por lo imprevisible del comportamiento del virus, deportistas que deben poner en cuestión a las autoridades sanitarias de donde están trabajando, y una central e inevitable modificación de la competencia con jugadores inhabilitados por el virus y localías y visitas sin gente.

Como en el cuento de 1973 “Roller Ball Murder”, así como en el guion adaptado por el propio autor para la película Rollerball, de 1975, los deportistas, su salud y su vida no valen nada: lo que vale es el negocio del juego. En el relato distópico de 1973 Harrison se centra en 2018 sin saber que viviríamos una situación similar en 2020: “La multitud grita, y sé que los camarógrafos lo tienen en una toma aislada y que los espectadores en Melbourne, Berlín, Río de Janeiro y Los Ángeles están llenos de emoción en sus sillones”. Ahora todo debería seguir en marzo de 2021. ¿Pero seguirá en estas mismas condiciones, o se modificarán fechas o forma de disputa?

El 25 de marzo Uruguay debería visitar a Argentina en el nuevo estadio de Santiago del Estero, mientras que el 30 recibirá en Montevideo a la selección de Bolivia. Después estará cargadísimo el calendario: el 3 de junio con partido en Uruguay ante Paraguay y visita a Venezuela el 8, para apenas cuatro días después debutar en la Copa América ante Australia en Córdoba.

La clasificatoria sigue en setiembre con visita a Perú y localía ante Ecuador para empezar la segunda rueda. En octubre seremos locales frente a Colombia y visitantes de Brasil, en noviembre nos visitará Argentina y visitaremos La Paz, y en enero, febrero y marzo de 2022 se decidirán los clasificados directos para Catar y el quinto que jugará el repechaje en junio.

Es absolutamente impredecible saber en qué andaremos por esos días que son mañana, cuando Luis y Edin tengan 35 años y Matías Arezo aún esté con 19 y vaya por su cuarta temporada en primera.