En el arranque del cuadrangular final que da los dos pasajes a los Juegos Olímpicos de Tokio, la selección uruguaya perdió 3-2 con Argentina, en un partido complicado en que los celestes fueron perdiendo 3-0 y sin respuesta. El equipo de Gustavo Ferreyra no pudo desarrollar o encontrar una línea de juego que generase expectativas. El lícito plan era contener, neutralizar y tratar de llegar al arco contrario. Para ello paró un 1-4-1-3-1-1 con Ignacio de Arruabarrena, José Luis González, Emanuel Gularte, Mathías Laborda y Agustín Oliveros en la línea final, Manuel Ugarte delante de ellos, Facundo Waller, Juan Manuel Sanabria, Francisco Ginella, Santiago Rodríguez libre y, muy solo y lejos, Federico Viñas.
El ser y el devenir
Las complejidades de estos torneos de selecciones, con un primer cuello de botella en una serie que después determina seguir en competencia por todo o irse sin nada, generan, dentro de la enorme movilidad que tienen la competencia en sí, y del universo propio y particular de cada uno de los partidos, de cada uno de los colectivos, resultados o desarrollos que después sorprenden gratamente o frustran profundamente. La progresión de ajustes y entendimientos, a medida que avanza la disputa de los partidos, a veces propicia situaciones que no son esperadas por los antecedentes inmediatos. A la selección uruguaya sub 23, por lejos la de menor preparación en tiempo y trabajo en los últimos años –la mayor trabaja menos tiempo en entrenamientos pero tiene una acumulación de trabajo, concepciones y repeticiones que hace que los ajustes sean rápidos y simples–, tuvo que acomodarse dramáticamente en diez días y terminar con una clasificación revisando resultados de terceros, justamente por no jugar en esa última fecha. La enorme y desagradable presión de tratar de evolucionar en el campeonato con la gran carga emotiva de ver muy en riesgo el objetivo corrompe tanto como la falta de ajuste táctico colectivo y la ausencia de valores técnicos individuales y de la oncena. Otra variable desagradable es tener que medirse ante un colectivo de altas expectativas y gran valía como el de Argentina.
El comienzo del partido fue apretado. Tenso y cuidado por parte de Uruguay, que se preocupó por neutralizar a los argentinos y también por tratar de recuperar la pelota de forma segura y poner alguna pelota en largo para Federico Viñas.
Salió el control de los albicelestes, no obstante lo cual el equipo argentino llegaba con cierto peligro, como cuando a los diez minutos Ignacio de Arruabarrena hizo una estupenda intervención ante un buen remate de Alexis Mac Allister. A los 17 minutos se dio la modificación del partido, cuando Mac Allister eligió tirar al primer palo en vez de hacer el centro y la pelota, haciendo sapitos, se le coló a De Arruabarrena, marcando así la primera diferencia del partido.
El partido era parejo, pero tempranamente lo ganaba el que parecía superior en los papeles y en los antecedentes inmediatos.
Con muchísimo esfuerzo y pocos aciertos, Uruguay trató de llevar el juego a campo argentino, pero no encontró los efectos buscados de arrimarse a la posibilidad del empate.
Old Times # Mac
Era todo muy forzado y tensionante; el espectador uruguayo que vio a la celeste en los 70, en los 80, en los 90, acomoda sus piernas para trancar, se estira para tratar de llegar y extrema esfuerzos para intentar llegar a esa pelota imposible. Si eso nos pasa a los de afuera, imaginen a los deportistas.
Todo muy pesado, muy al extremo, pero sin aparentes inconvenientes grandes. Hasta que, de manera impensada, la diferencia en goles se duplicó.
A los 38 llegó el segundo gol argentino en una concepción bastante similar al inicial, en cuanto fue un remate de larga distancia de Fausto Vera qué pico antes y entró contra el caño izquierdo de De Arruabarrena, que no pudo llegar.
Las segundas partes nunca fueron...
Parecía que con el ingreso del Colo Juan Ignacio Ramírez (sustituyendo a Facundo Waller) y el movimiento hacia delante de la mediacancha uruguaya, el juego cambiaba. Y por unos minutos cambió y Uruguay llegó cerca del arco argentino, pero a los 55 una pelota larga bien controlada y conducida por Adolfo Gaich, y una habilitación precisa para Mac Allister, hicieron que el pampeano sacase un estupendo remate que por tercera vez derrotaba al arquero de Montevideo Wanderers.
A los 21 del segundo tiempo llegó el descuento de Uruguay, cuando, aprovechando la reglamentación, Viñas, que estaba en clara posición adelantada, no participó en la jugada, mientras que, llegando de atrás, Juan Ignacio Ramírez les ganó la cuereada al arquero y los zagueros y condujo hasta la línea de gol para anotar el descuento.
El gol uruguayo propició un cambio en el ánimo y en el juego, y permitió que por afuera, en intentos de ollazos sobre todo del Puma Rodríguez en el lateral derecho, Uruguay buscara el segundo gol, que llegó justamente por esa vía y como consecuencia de una carrera y un centro por el lateral derecho de José Luis Rodríguez y un cabezazo estupendo del jovencísimo Arezo, que puso el 2-3.
Le quedó un minuto a la celeste para intentar salvar el partido, pero no fue posible. La derrota, previsible y hasta esperable, terminó siendo una de las menos malas en términos de diferencia de goles y goles a favor, pensando en sumar para los dos juegos que restan el jueves con Brasil y el domingo con Colombia, para tratar de llegar a Tokio.