Para el común de los uruguayos, cuando de fútbol se trata entre Uruguay y Brasil la referencia es Maracaná. Está muy bien ese recuerdo, pero los partidos entre uruguayos y brasileños han dejado muchísimas marcas culturales a lo largo de la historia.

Cuando Uruguay jugó por primera vez en Brasil, en 1919, la selección oriental ya había jugado 34 partidos en Argentina de los 64 que habían enfrentado a las selecciones rioplatenses hasta ese momento. En contraste, la primera final del Sudamericano de 1919 era el quinto partido que jugaban Uruguay y Brasil.

Estaba previsto que el Campeonato Sudamericano de 1918 se disputara en Brasil. Ni bien comenzaron los grandes preparativos, estuvieron acompañados por las grandes disputas internas. Entre los primeros jugadores paulistas a ser designados figuraban Friedenreich, Amilcar y Neco, y los entrenamientos serían todos en Río de Janeiro. Los jugadores de San Pablo sólo tendrían que viajar, entrenar, alojarse lejos de su ciudad y luego regresar, por lo que debieron pagarles viáticos que representaban un primer atisbo de profesionalismo.

La gripe española, la pandemia que azotó al mundo por esos días, se extendió en Brasil y en otros países del continente y acabó impidiendo la realización del campeonato sudamericano. Un año después, el más prestigioso torneo continental llegó por primera vez a Brasil.

Pandemia y algo más

Epitácio Pessoa, el presidente brasileño por entonces, convocó a la junta directiva de la CBD (Confederación Brasileña de Deportes) a una reunión en la que recomendó que sólo debería jugar lo mejor de la élite futbolística, los muchachos de las mejores familias, los de pieles más claras, los de cabellos lisos. La increíble medida de prohibir que “personas de color” integraran cualquier selección nacional se proponía impedir que llamaran a su pueblo de macacos, monos. Según Pessoa, era preciso proyectar otra imagen, compuesta por “lo mejor de nuestra sociedad”.

Friendenreich, el mulato de manos negras y cabeza de blanco, con sus ojos de tigre y su pelo tratado por horas antes de salir a la cancha para esconder sus motas, jugó entre los blancos y llevó a Brasil al primer título Sudamericano. El título lo lograron ante Uruguay en una final de más de tres horas por los sucesivos alargues, y Brasil, con gol de Friendenreich ganó 1-0.

Pixinguinha, uno de los padres del samba, compuso el tema “Um a zero”, en homenaje.

Inexplicable

El 21 de noviembre de 2007, 88 años después de aquel partido en Río de Janeiro, en San Pablo, en un inexplicable partido Brasil derrotó 2-1 a Uruguay por las Eliminatorias para Sudáfrica 2010, en la primera de las más recordables exposiciones de la selección dirigida por Óscar Tabárez. Uruguay jugó un gran partido y fue infinitamente superior a Brasil, que sin embargo ganó. Aquella noche surgía otra canción: “Algo que soñábamos de niños”, de Lucas Lessa, que refiere a volver a ser campeones del mundo. Aquella noche Uruguay desplegó un juego preciso, ágil y de muy buena concepción técnica, que dejó entre nosotros la frustración por la injusta derrota pero también la ilusión de que algo grande estaba renaciendo. Cuenta Mateo Magnone en su imprescindible libro Uruguayos cantores que “a Lucas Lessa esa especie de nebulosa le generó la necesidad de escribir una canción: ‘Yo, yo sé / que vamo’ a salir, sí, / de nuevo, yo sé / que vamo’ a salir campeón del mundo. // Antes que me muera, yo voy a salir. / para abrazarme contigo, por haber reconocido / algo que soñábamos de niños. // Yo, yo sé... // Años caminando, años de vivir. / Y en la calle peloteando, los botijas imitando / viejas glorias en tiempos de antaño. // Yo, yo sé… // Y salir a la calle buscando / otros ojos con quien caminar. / Ser campeones sin una pelota, / vibrar juntos en este lugar, / pero espero ese gran momento que va a llegar’”.

En ese momento, Lessa integraba la banda Once Tiros. Luego de ver el partido con amigos, también músicos, se fue pensativo: “Tenía sensaciones encontradas. Por un lado, tristeza, y por otro, esperanza y certeza. Volviendo a casa, me puse a pensar en la canción. Agarré la guitarra y la escribí”. En 2007, imaginarse a Uruguay campeón del mundo era colocarse muy por fuera de la realidad. Darlo por hecho, mucho más. Por eso la canción tiene algo de premonitorio, no en el sentido literal, pero sí en liberar a la idea de su carácter descabellado: en 2010 Uruguay no fue campeón del mundo, pero demostró que puede serlo.

Por amor a la camiseta

Cuando Pixinguinha compuso “Um a zero”, los uruguayos, vestidos de celeste, perdían su primer partido en competiciones de la Confederación Sudamericana de Fútbol ante los brasileños que alzaron la copa con su uniforme habitual: todos de blanco.

Cuando Lucas Lessa vio el partido que le hizo sentir “Que antes que me muera yo voy a salir para abrazarme contigo por haber reconocido algo que soñábamos de niños”, frente al televisor que veía las imágenes que llegaban desde el estadio Morumbí, veía a celestes y amarillos, porque Brasil, en ese momento ya pentacampeón del mundo con la verdeamarela, había decidido cambiar la camiseta blanca que lo representó por casi medio siglo, después del hongo atómico que representó para el país Maracaná en 1950.

En 1953, el diario carioca Correio da Manhã lanzó un concurso para diseñar un nuevo uniforme para el equipo de fútbol de Brasil, después de la derrota de Maracaná.

Los casi 2.000 kilómetros que separan a Río de Janeiro de Jaguarão no fueron impedimento para que días después, el joven yaguaretense Aldyr García Schlee, por entonces de 19 años y natural de la ciudad fronteriza brasileña, frente a Río Branco, se presentara y ganara el concurso con una camiseta que tomaba los colores de la bandera de Brasil, haciendo foco en el amarillo y acompañando el uniforme con los colores, verde, azul y blanco. Aldyr que el 16 de julio de 1950, era un quinceañero que estaba en Río Branco en una sesión de matiné en el cine, contaba que lloró mucho ese día, “pero de manera extraña: al ser brasileño pero apasionado por el fútbol uruguayo, quizás lloré de alegría, quizás de tristeza”.

García Schlee, que justó murió el día que en Londres en 2019 se enfrentaron Uruguay y Brasil, fue un enorme literato, escribió muchísimo sobre Uruguay y entre sus libros, la mayoría de ellos referidos a Brasil y Uruguay, están Contos de futebol y O día en que o papa foi a Melo, el texto que dio vida a la gran película uruguaya El baño del papa.