A Mauricio Villalba, que de tan hincha de Racing que era se aseguró de que todos sus descendientes fueran así de hinchas como él, lo fusilaron el 4 de julio de 1976. Obrero naval, militante peronista y futbolista tentado por algún club hasta que nació su primera hija, estaba secuestrado desde el 25 de mayo. Ahora es socio eterno del club. Ahora quiere decir exactamente ahora, el momento en el que su hija Graciela apoya las yemas sobre el carné con el que la institución restituyó la condición de asociados y de asociadas a 46 detenidos desaparecidos durante el genocidio que castigó a la Argentina entre la mitad de la década del 70 y 1983. Ahora quiere decir en un acto con la presencia de familiares y de amistades de esas 46 personas sobre el césped de la mítica cancha de la Academia y con centenares de participantes conmoviéndose en las tribunas.
Graciela clava la mirada en el universo que cabe en el Cilindro de Avellaneda, su voz sonando entre otras voces imprescindibles a través de las décadas para confrontar contra la impunidad, sostiene para siempre ese carné, vibra entera y dice: “Nosotros, los familiares, hemos ido a muchísimos actos. Esto es diferente a todo. Esto hace sentir alegría. Esto hace sentir vida. Estamos cumpliendo un sueño que seguramente era el de ellos: estar en el estadio del club de sus amores, pisar el césped que es algo grandioso. Es una reparación gigante. Hoy sentimos que nos los trajeron de nuevo a la vida”.
Racing retoma y potencia una determinación que viene atravesando a los clubes argentinos desde que, en 2019, Banfield reivindicó a sus desaparecidos como parte de la entidad. El camino para que este diciembre ofrezca una ceremonia tan emocionante se labró paso tras paso. Un grupo de cinco socios les hizo llegar la propuesta a las autoridades del club bajo una argumentación que conviene ser leída en mil rincones no sólo del país en el que tiene sede Racing: “Racing también fue víctima del genocidio que sufrió la Argentina a partir de mediados de los 70 desde el momento en el que sabemos que tiene socios y socias –es decir, miembros legales y legítimos de la institución– que fueron arrasados por el plan sistemático de exterminio desplegado a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Tan cierto es que ninguno está desaparecido por ser socio del club como que la comunidad –o la gran familia– racinguista fue dañada de modo irreparable ante la pérdida de una porción de sus integrantes a manos de la mayor barbarie sufrida por la Argentina a lo largo del siglo pasado. La mayor parte de las instituciones deportivas y no deportivas del país debieron atravesar el mismo proceso y no fueron pocas las que asumieron la problemática para enfrentarla y dar una respuesta que estuviera a tono con la voluntad de construir un mundo en el que nunca más vuelva a reinar el horror”.
Socios eternos, entonces. La expresión salió de la pluma virtuosa de Enric González, cuando, en marzo de este año y en el contexto del aniversario 45 del último golpe de Estado, escribió una nota para el diario español El País en la que detalló que Racing comenzaba un trabajo de investigación en su Archivo Histórico y, a la vez, abría una casilla de correo electrónica para recibir información sobre detenidos desaparecidos ligados con el club. Todo eso floreció de manera impresionante, con un origen. En 2017, el sociólogo Julián Scher publicó el libro Los desaparecidos de Racing, con 11 historias de simpatizantes que fueron víctimas de la dictadura. Esa aparición motorizó la actividad reparatoria en otros clubes y estimuló, entre otras edificaciones, la creación de la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino. Se abrió una etapa que hoy surge indetenible.
De eso habla, de nuevo ahora, en el corazón del césped, Taty Almeida, más que emblemática Madre de Plaza de Mayo de Línea Fundadora, cuyo hijo, Alejandro, es uno de los 46 homenajeados de la jornada. “Es muy importante que el deporte funciona como camino para la memoria”, asevera, a sus 91 años, con los poros abiertos porque sabe a la perfección que el sitio desde el que está hablando era el rincón del mundo dilecto para su hijo, tierno poeta, estudiante de Medicina, seguidor muy consecuente de Racing desde la infancia, secuestrado a los 20 años. De eso habla, también, Tota Guede, Madre de Plaza Mayo: “Acá están ahora los 30.000 desaparecidos”. El esposo de Tota, Dante Guede, un militante barrial, cargó sobre los hombros a su hija arriba de esa misma tierra cuando su entrañable Racing celebró su título del mundo en 1967. Lo capturaron junto con su hijo Héctor el 7 de octubre de 1976.
El acto posee un ritual sencillo. Suena el nombre de cada desaparecido o de cada desaparecida, se lee una pequeña biografía y sus seres queridos ascienden a una pequeña tarima para recibir el carné de manos de los dirigentes. Son biografías que parten el alma pero invitan a la sonrisa. Son recorridos apretados sobre vidas intensas, comprometidas, soñadoras y futboleras. Vidas como la de Luis García, frecuente habitante de las populares de ese estadio, un hincha que, si no podía acudir, colgaba, como talismán, un muñeco de Roberto Perfumo, su ídolo. Lo secuestraron a los 21 años; su compañera estaba embarazada.
El conductor de la convocatoria cierra esos retratos, invariablemente, con estas palabras: “Está presente. Ahora y siempre”. El “ahora y siempre” suena progresivamente con la energía colectiva de un grito de gol. Y rebota en la red del estremecimiento desaparecido por desaparecido, afecto por afecto, carné por carné: José Abdala, José Amigo, Luis Avellino, Diego Beigbeder, Hilda Bruzzone, Jorge Caffatti, Álvaro Cárdenas, Olga Cepeda, Jacobo Chester, Enrique Cobacho, Oscar Cobacho, Liliana Corti, Armando Croatto, Lucía Cullen, Gustavo Dicovsky, Mario Díaz, Pablo Dorigo, Jorge Elischer, Diego Ferreyra, José Flores, Eugenio Daniel Gallina, Eugenio Félix Gallina, Mario Gallina, Ricardo García, Silvia Goñi, Enrique Juárez, Gustavo Juárez, Alberto Krug, Luis Laporte, Osvaldo Maciel, César Maza, Carlos Mugica, César Nieto, Heriberto Ruggeri, Roberto Santoro, Miguel Scarpato, Daniel Schapira, Delfor Soto, Luis Steimberg, Jorge Sznaider y Oscar Zalazar.
Con aplausos, con cánticos, con lágrimas, con lo que le sale a cada concurrente, hay una compenetración colectiva que impacta. Forman parte de esa construcción colectiva futbolistas del club como Eugenio Mena, Enzo Copetti, Rocío Bueno y Luana Muñoz, ex portadores de la camiseta celeste y blanca como Mauro Navas y Hugo Lamadrid, el exentrenador del equipo Sebastián Beccacece y el histórico preparador físico de Diego Maradona, Fernando Signorini. Hay funcionarios nacionales y municipales, hay referentes de los organismos de derechos humanos, hay señores y señoras que lucen canas y hay pibitas y pibitos que miran y preguntan, hay hinchas de Racing en abundancia y hay hinchas de otros equipos también.
Prueba encantadora de la transversalidad que distingue a los derechos humanos: en la página oficial de Racing late una columna de Claudio Gómez, un talentoso periodista que escribe sobre deportes y un reconocido hincha de Independiente. Es una joyita en la que, quizás, sobresalga este tramo: “Hoy no somos rivales ni enemigos. Hoy jugamos todos en el mismo equipo. Hoy hay una sola camiseta y brilla con los colores de la memoria, la verdad y la justicia. Admiro a los tipos que lograron esto, respeto al club que lo concretó. Racing me llevó a su juego y terminamos tirando paredes. El clásico se cayó a pedazos, esto ya es un amistoso. Lo lograste, Acadé. Me entrego. Sólo me queda escribir aquello, animarme con esa frase clandestina. Miro la pantalla, sonrío, apoyo los dedos sobre el teclado. Ahí va, desde el rincón más rojo de mi corazón: ¡Aguante Racing, carajo!”.
Y es tal cual. En la jornada de los socios eternos, aguanta Racing y brilla Racing. Y mucho más que Racing. Aguanta y brilla la memoria. Aguanta y brilla la verdad. Aguanta y brilla la justicia.