La última vez que Peñarol y Nacional se enfrentaron con público fue hace más de un año, en diciembre de 2019. De ahí en más, y quién sabe hasta cuándo, la gente no puede estar en el estadio, y eso modifica todo. “Este no es el fútbol que yo conocí”, aseveró con firmeza hace unos meses el técnico de la selección, Óscar Washington Tabárez, y, parafraseándolo, podríamos decir que este no es el clásico que ninguno de nosotros conocimos. En Uruguay, la realización de un clásico entre Peñarol y Nacional representa(ba) la invitación a una fiesta. Un clásico es ‒era, sin tapabocas‒ una acción popular vivificante y removedora, plena de emociones, que aúna afectos y distancias, que junta y separa.

Pero ¿qué somos nosotros, los hinchas, en el contenido final de un espectáculo de fútbol? Aparentemente, somos un elemento trascendente aunque no esencial. Nosotros, los habitantes del cemento, los tensores de los alambrados, los dínamos del aliento, los eyectores de puteadas, los cultores de abrazos extraños, los participantes de cada asado, no estaremos sobre el césped del Campeón del Siglo ni seremos ponchados por las cámaras de Tenfield.

Haciendo y aprendiendo

El tercer clásico de la pandemia de la covid-19 se jugará hoy en un horario absolutamente impropio –a las 18.30– en el Campeón del Siglo, cuya geolocalización le interesa sólo a una centena de deportistas, directivos y algunos pocos periodistas, que en definitiva son los únicos habilitados a ser partícipes del encuentro que corresponde a la cuarta fecha del Clausura 2020, que con tapabocas y sin vacunas se está jugando íntegramente en 2021.

Como en todos los Clausura desde 1994, en el último torneo de la temporada se juega mucho, dado que en su definición confluyen la definición del Uruguayo, las clasificaciones a las copas internacionales y otras decisiones. Así que este Peñarol-Nacional se juega mirando todas las tablas.

Ambos van por los tres puntos, pero hay variables que establecerían que el empate favorece la posición de Nacional, que lidera la Anual con ocho puntos de ventaja sobre Peñarol. En el Clausura, los tricolores están a cuatro unidades del puntaje perfecto del líder, Boston River, mientras que los aurinegros están a cinco puntos.

Peñarol, este año dirigido por Mauricio Larriera, viene de su primer triunfo y seguro procurará sumar más victorias con un equipo que repite de memoria su zona defensiva: Kevin Dawson; Giovanni González, Fabricio Formiliano ‒aparentemente recuperado‒, Gary Kagelmacher y Joaquín Piquerez; en la mediacancha están seguros Walter Gargano y Jesús Trindade, y se especula con la presencia por la derecha de Jonathan Urretaviscaya. Para los otros tres puestos de ofensiva quedarían el paceño Facundo Torres, el carolino Matías Britos y el montevideano David Terans.

En cuanto a Jorge Giordano, el otro entrenador floridense del partido, pero en este caso de Nacional, el equipo para su segundo clásico será muy distinto a aquel de diciembre, cuando cayó 3-2, pero muy parecido, casi idéntico, al de su primer triunfo en el Clausura, el sábado ante Wanderers. El único cambio será obligado y estará dado por la ausencia de Renzo Orihuela, suspendido, que será sustituido por el fraybentino Mathías Laborda.

Los tricolores estarán en el campo del Campeón del Siglo con Sergio Rochet en el arco; Armando Méndez, Guzmán Corujo, Mathías Laborda y Agustín Oliveros en la línea de cuatro; Gabriel Neves, Emiliano Martínez y Felipe Carballo en el medio; Brian Ocampo, Gonzalo Bergessio y Pablo García en ofensiva.