Los planteles masculinos de 15 de los 16 participantes de la primera división del fútbol uruguayo –Boston River, Cerrito, Fénix, Liverpool, Progreso, River Plate, Sud América, Wanderers, Villa Española, Deportivo Maldonado, Cerrito y Rentistas (el jueves), y Nacional, Peñarol y Cerro Largo (el viernes)– recibieron en el estadio Centenario la primera dosis de la vacuna contra la covid-19. Queda Plaza Colonia, que el viernes recibirá las 50 primeras dosis que le corresponden.
No debe haber tenido nada que ver una cosa con la otra, pero del asado entre autoridades de gobierno, la Conmebol y la AUF (el día que llegaron las 50.000 dosis que, entre Luis Alberto Lacalle Pou y tres camisetas firmadas de Lionel Messi, se consiguieron como donación de Sinovac para administrar entre futbolistas y personal de los diez países que conforman la confederación), pasamos al inicio de la temporada 2021 con la disputa de la Supercopa, al sorteo de la temporada y por tanto al inmediato calendario del Apertura, y de un día para el otro, y seguramente de manera sorpresiva, reunión de autoridades del deporte con la AUF y la Federación Uruguaya de Basquetbol, y un anuncio: se suspenden el fútbol y el básquetbol por una semana.
La primera explicación, a pie de resolución –la diaria fue convocada minutos antes a una rueda de prensa con el subsecretario de Salud Pública, José Luis Satdjian, y el secretario nacional de Deporte, Sebastián Bauzá, que iban a realizar anuncios respecto de la situación del deporte profesional– fue que se trata de una medida para disminuir la movilidad y rever los protocolos.
Subyacía el tema de la vacunación, y, de hecho, de inmediato todo nos condujo hacia ello: vacunación jueves y viernes. “La señal que se da es más importante que la movilidad en sí. La idea pasa por hacer un esfuerzo esta semana, porque saben de la importancia del deporte más adelante”, dijo Bauzá un día después al periodista Martín Charquero en su programa Último al arco.
En el freezer
De las 50.000 vacunas que llegaron la semana pasada al aeropuerto de Carrasco, cuando el asado de trabajo de Lacalle, Alejandro Domínguez y compañía, las uruguayas son 3.600 (1.800 dosis). Cuando la semana que viene Plaza se vacune, habrá en primera división masculina 880 personas inoculadas (280 a razón de 70 por club entre Nacional, Rentistas, Peñarol y Torque, por estar jugando Libertadores y Sudamericana), y los 600 de los otros 12 clubes, que recién quedarían inmunizados en la segunda semana de junio (Plaza el 17), cuando ya haya terminado la fase de grupos de la Libertadores y de la Sudamericana, se hayan jugado dos fechas de las Eliminatorias mundialistas, y esté arrancando la Copa América de selecciones.
También se vacunarán los planteles de la primera división femenina, los árbitros y árbitras, y, si hay excedente suficiente ‒porque los seleccionados y componentes del equipo de trabajo de la celeste también se deben vacunar con esta partida‒, los planteles de la segunda división.
Vacunación VIP
Uruguay y Paraguay han sido los primeros países en vacunar futbolistas. Había complicaciones que ya estaban advertidas, pero se pateó la pelota para adelante.
Hace un mes, en Brasil, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria, que autoriza la importación de vacunas contra el coronavirus, había avisado que permitiría la entrada de vacunas de manera “excepcional y temporal”, siempre que fueran trasladadas al Sistema Único de Salud (SUS) para su administración. Sólo después de la inmunización de los grupos prioritarios es que las personas jurídicas de derecho privado podrán, “habiendo cumplido con los requisitos legales y sanitarios, adquirir, distribuir y administrar los inmunizadores”, con la condición de que “al menos 50% de las dosis sean, obligatoriamente, donadas al SUS” y las demás “se utilicen gratuitamente”. La Conmebol dejó claro en su protocolo que las vacunas eran con “nombre y apellido”, por lo que no se sabe qué sucederá con esas miles de dosis que aún están en Carrasco.
Si el fútbol es lo más importante dentro de lo menos importante, se podría valorar que, dentro de la injusticia de lo que algunos han acercado a una vacunación preferencial, es justo que los futbolistas, como trabajadores expuestos a estar en sus “oficinas” siguiendo protocolos pero con alta probabilidad de contraer el virus (por ejemplo, en las semanas de Sudamericana y de Libertadores, cuando aproximadamente unas 3.500 personas de diez países y de más de 30 ciudades interactúan en 32 partidos que significan desplazamientos, aeropuertos, hoteles y estadios en lugares con altos números de contagios).
En nuestra sociedad hay mucha gente, bajo la “libertad responsable”, que aún no está vacunada y se sigue exponiendo, pero ello no quita que sea oportuno, dado que algunos de los destinatarios de las vacunas Conmebol son trabajadores que están siendo expuestos sobremanera a la posibilidad de contagio, y esta enfermedad desafina su herramienta puntual de trabajo, su cuerpo, su estado físico, que merma notoriamente sus prestaciones laborales incluso después de la recuperación.
De todas maneras, es de esperar que esta acción sanitaria promovida por la Conmebol, con el reconocido aporte de la gestión del presidente de Luis Lacalle Pou, no sea para extender el sucedáneo contemporáneo del pan y circo para tener al pueblo entretenido. En la ya mencionada entrevista en Sport 890, el secretario nacional de Deporte manifestó que en el diálogo con Lacalle Pou previo a la suspensión se remarcó: “Tanto el fútbol como el básquetbol han servido para entretener y para que la gente se mantenga en la casa. Mantener el deporte profesional para que la gente tenga algo con que entretenerse”.
Que no sea así.