Camila Kirschenbaum cumplirá 19 años el 5 de setiembre, al tiempo que estará iniciando una de las etapas más importantes de su vida personal y basquetbolística. Integrante habitual de las selecciones femeninas juveniles, Camila está forjando un recorrido que, a su corta edad, la ha convertido en una de las referentes ineludibles del empuje renovado que tiene su disciplina entre las mujeres. Cada vez más clubes, cada vez más jugadoras y cada vez más talento. Talento como el que ella ha paseado por las canchas de América del Sur, de Europa y que ahora llevará a la NCAA de Estados Unidos.
Disfruta de ver jugar a Paola Ferrari, paraguaya que brilla en España, a Kelsee Plumm de la WNBA y también a las estrellas de la NBA, como Kyrie Irving y Stephen Curry. Quiere jugar profesionalmente y hacer de la pelota naranja su estilo de vida. Eso se lo propone y es lo primero que cuenta, pero cuando le insisten un poco saca del cajón de las ilusiones sus más grandes deseos: quiere ganar un Sudamericano, jugar unos Juegos Olímpicos por Uruguay, estar en el radar de la WNBA.
Nunca faltará el que diga que esas cosas a las jugadoras de acá no les pasan, pero por cada uno que pronuncie esas palabras habrá un rato de entrenamiento que Camila dedicará para probar lo contrario. Así como tantas mujeres en Uruguay, que sueñan grande y trabajan duro, ella piensa que sí, que con trabajo individual y esfuerzo colectivo se puede dar.
¿Qué está pasando en tu carrera?
Un cambio de mundo. Es algo muy importante que va a suceder dentro de muy pocos meses para mí y para toda mi familia. No solamente tengo la oportunidad de jugar al básquetbol, que es algo que a mí me apasiona y me encantaría poder vivir toda la vida de eso, también tengo la oportunidad de ir a estudiar a otro país, a una universidad muy buena como es la de Binghamton, en Nueva York. Va a estar muy bueno y va a ser una muy buena posibilidad para seguir creciendo. Voy a jugar en la NCAA en la División 1.
¿Cómo es la oferta?
Hay varias opciones y depende de la beca que te dé la universidad. En mi caso me dio una beca completa que incluye el hospedaje, la comida y los gastos de libros. Si me quiero comprar una remera o un helado va a ser a mi cargo, pero después va a estar todo cubierto por la universidad. Hay otras universidades que a veces, en vez de dar la beca completa, dan media beca. Depende de eso lo que vos tengas que poner extra. En mi caso me ofrecieron la beca total.
¿Cómo llegaste a esta confirmación?
El proceso fue bastante largo, lo arranqué en noviembre y tuve varias charlas por Zoom con universidades, la gente de la NBA que me ayudó un montón en esto y ahí fue cuando mediante highlights vieron mi juego, se comunicaron conmigo y, Zoom para acá, Zoom para allá, me ofrecieron la beca completa. Me dijeron que ellos estaban dispuestos y me agarró de sorpresa, porque no esperaba que fuera tan pronto. Tenía otras universidades que se habían interesado por mí –dos o tres más–, pero no habían llegado a ese punto de ofrecerme una beca. Estuve hablando con mucha gente de distintos estados, y uno nunca sabe si el día de mañana no terminás jugando en otra universidad, porque te transfieren. Está bueno haber tenido esos contactos.
Te permite dedicarte plenamente al deporte mientras estudiás.
Una de las cosas muy positivas que tiene esto de Estados Unidos es que podés estudiar a la misma vez que jugás. Te lo facilitan. La universidad tiene consideración por los deportistas, porque saben que a las horas que tienen de estudio se les agrega la carga de los entrenamientos. La NCAA tiene un reglamento que dice que cuando estás en temporada tenés que entrenar cierta cantidad de horas y no te podés pasar, pero tampoco podés hacer menos. Lo mismo fuera de temporada.
¿Cuáles serán los objetivos?
Aspiro a completar los cuatro años allá, a no tener ningún inconveniente por el tema de la covid-19 o por cualquier cosa y poder cerrar un ciclo en Estados Unidos para formarme como jugadora. Y cuando vuelva a Uruguay, tener un título universitario.
“Sería un sueño increíble estar en el radar de la WNBA”.
Jugar, tener título. ¿Y el sueño cuál es?
El sueño es seguir jugando pero dar un gran paso. Si todo sale bien, a los 22 o 23 me voy a estar graduando y voy a poder ser elegible para el draft de la WNBA. Sería un sueño increíble poder estar en ese radar. Tampoco quita que cuando termine de jugar en Estados Unidos, si me surge alguna posibilidad de ir a jugar a Europa, donde yo también pueda empezar a formar mi carrera, estaría bueno. La idea es apuntar a lo de arriba, a las grandes ligas. Está bueno vivir la experiencia de vivir del básquetbol, viajar, conocer gente, jugar a un muy buen nivel, que te tengas que exigir todos los días en los entrenamientos y los partidos; eso está buenísimo. Y también tener el reconocimiento de la gente.
¿Qué sabés del nivel de la NCAA?
Hay de todo. Hay gente que piensa que el torneo es todos contra todos, pero no. Está dividido por conferencias, hay un montón de conferencias y más de 300 universidades jugando. Yo estoy en la American East y ahí me enfrentaré con otros nueve equipos que obviamente tienen matices de nivel. Por lo que he visto, mi equipo tiene un juego muy rápido, son muy atléticas genéticamente: fuerza, velocidad, salto. Me voy a encontrar con jugadoras más fuertes y más atléticas que nosotras. Va a ser muy exigente también. Al ser un básquetbol universitario me voy a enfrentar con jugadoras que tengan de 18 a 23 años. Es un matiz de edades muy amplio.
¿Cómo te ves enfrentando ese desafío?
Para mí no va a ser problema enfrentarme a jugadoras más grandes de edad, pero no es lo mismo con lo que me he enfrentado hasta el momento. No voy a comparar a una jugadora que esté pisando los 30 años con jugadoras de 20, 21 o 22, con condiciones atléticas y una dedicación mucho mayor al deporte. Voy con expectativas altas. Siempre positiva, tirándome para adelante. No va a ser fácil el primer año. Me voy a tener que acostumbrar a eso y ganarme los minutos en un equipo ya formado. Para eso estoy entrenando, tratando de ver qué es lo que puedo mejorar. Sé que me voy a enfrentar con gente mucho más alta, así que trato de mejorar ese tipo de tiros con gente alta adelante, ser más explosiva, leer mejor el juego; un montón de cosas que me van a ayudar para tener confianza al estar allá.
¿Qué sentís cuando jugás al básquetbol?
Siento la adrenalina; felicidad, porque estoy haciendo lo que a mí me gusta. Siento un fuego dentro de mí, ganas de ganar, de jugar, de tocar la pelota. Me desconecto de todo el caos o preocupaciones con amigas, familia, estudios, la vida; con el básquetbol me olvido y me aíslo en ese momento.
Uno entrena para el partido. Yo trato de volcar todo lo que entrené en los partidos. En el momento en que aprendiste un nuevo movimiento, lo repetiste, te sentís con confianza, ves que te sale y obtenés un resultado bueno, todo el esfuerzo del entrenamiento, el desgaste físico y mental valió la pena. Uno entrena, repite y en esas repeticiones va a haber errores, frustraciones, fatiga, pero eso después te va a llevar a estar muy bien preparada.
¿Cómo manejás la frustración?
Ahora estoy mucho mejor. Me acuerdo de que siendo más chica me enojaba, les protestaba a los jueces y eso me sacaba de foco. Me di cuenta, y a medida que fui madurando eso me ayudó. Ya no protesto a menos que sea algo muy evidente. Pero estoy más fuerte de cabeza. Me ha pasado de tener un mal día e intentar no frustrarme. Si me voy [mentalmente], volver rápido, porque si en un partido me voy y no vuelvo, es una macana. Se entrena en la práctica. Se aprende cómo revertir eso en el entrenamiento para que no te pase en el partido y no tengas ni idea de cómo volver.
La selección
¿Cuánto cambiaron los procesos desde que se entrena en el Centro de Entrenamiento de la Federación Uruguaya de Basket-Ball?
Cuando arranqué a entrenar con las selecciones me acuerdo de que no teníamos un lugar de entrenamiento para las selecciones y me pasaba que una semana entrenábamos en Yale, la otra en Capitol, después en Malvín. Se llovían las canchas o había humedad y entrenábamos en la calle. Algo impensable para una selección mirando a otras que tienen centros de alto rendimiento. Con el Cefubb todo eso cambió, las concentraciones y los procesos aumentaron de nivel y creo que se vio en los resultados. Tener un espacio propio, de pertenencia, donde entrás a entrenar, a hacer ejercicio físico, el scouting, los vestuarios, la ropa limpia y pronta. Hay mucha gente atrás de eso, que lo hace posible. El crecimiento fue abundante. Para el último Sudamericano sub 17, en 2019, tuvimos una preparación con viaje a Córdoba a concentrar, el viaje a China, los partidos en España. Un montón de cosas que nunca nos hubiésemos imaginado que íbamos a tener. Arrancamos a entrenar un año y medio antes. Eso es gracias al Cefubb y al crecimiento que ha tenido el básquetbol femenino.
¿Cuál sería el sueño jugando con la selección?
Nosotras demostramos en 2019 que estuvimos muy cerca del podio, pero un partido nos dejó afuera. Las generaciones más chicas también vienen haciendo grandes torneos. Están ahí peleando, les han ganado a países como Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela. El próximo paso es buscar un podio y salir de estar entre el cuarto o quinto puesto, que es algo que Uruguay ya viene consiguiendo.
Me gustaría en el 5x5 ganar un Sudamericano o estar en el podio. Por suerte, con el 3x3 lo logré en los Juegos Odesur de 2018. Me gustaría hacerlo con mi generación, que viene peleando bastante y nos lo merecemos. Me encantaría poder representar a Uruguay en unos Juegos Olímpicos, ya sea en la modalidad 5x5 o en 3x3.
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