El relator ecuatoriano repite una y otra vez la palabra que algunos queríamos escuchar. De entre todos los nombres posibles de países, se repetía el que identifica a los atletas que representan a esta tierra. El término moderno de streaming reconvierte la antigua idea de una transmisión televisiva –concebida como aquel entretenimiento que llena la pantalla de la mesa del almuerzo familiar– a una cosa con menos brillo, pero con más calor. Posiblemente ninguna transmisión televisiva nos hubiese traído el lunes a mediodía las competencias del Sudamericano de atletismo de Guayaquil, directo a la mesa de nuestro almuerzo. En su lugar, tenemos cualquier dispositivo, desde un celular, pasando por una PC y hasta un smart TV, que proyecta una imagen de pobre calidad para estos tiempos HD. Pero decime vos, ¿quién se va a quejar de la calidad de imagen si la que está cruzando la meta en primer lugar está vestida de celeste? En la posibilidad de ver casi cualquier cosa, a casi cualquier deportista que queramos ver compitiendo, en vivo, está el disfrute de sintonizar ese enlace de imagen pixelada y relato reiterativo.

“Uruguay, Uruguay, Uruguay”, es la palabra que repite el relator ecuatoriano del streaming oficial del campeonato. Déborah Rodríguez corre por la recta principal, aventajando por varios cuerpos a sus rivales. Son atletas de toda Sudamérica, las mejores en la prueba de 800 metros. Las mejores, después de Déborah, que llegó primera y se colgó la única medalla de oro para los celestes en esta competencia, revalidando su título de 2019. Si ya estaba 38ª en el ranking olímpico, en que clasificarán 48 a Tokio, el miércoles cuando actualicen la clasificación estará varios puestos más arriba. Y si bien hay tiempo hasta el 29 de junio para que el ranking sufra modificaciones, casi que ya podemos decir: será la tercera participación de Déborah en JJOO.

Arrasó la prueba con un registro de 2 minutos 3 segundos y 38 centésimas, manteniéndose en todo momento en el grupo de líderes y rompiendo el pelotón con su ataque cuando pasaban los 600 metros de competencia. Había que alcanzarla a Déborah en esos últimos 200 metros. Varias lo intentaron, pero ninguna pudo.

Superando obstáculos

En la misma mañana, la del lunes, una vez más Andrés Silva se subió al podio sudamericano de los 400 metros con vallas. Fue con la medalla de bronce, en un final apretadísimo contra el competidor colombiano por la medalla de plata. Eso, a ojo de buen cubero. Pero si nos guiamos por los tiempos finales, fue una definición apretada entre cinco protagonistas.

El primer lugar fue para el brasileño Mahau Camargo, con un tiempo de 51 segundos y 25 centésimas. Segundo llegó Stiven Mina, de Colombia, con 51,39. Allí entró Andrés Silva en tercer lugar, con 51,42, apenas tres centésimas detrás de la plata. Con 51,69 y 51,88 llegaron los atletas de Chile y Colombia, respectivamente. Una prueba pareja en la que cinco atletas dieron una vuelta a la pista y no quedaron separados siquiera por un segundo.

La vigencia de Andrés Silva probablemente no vaya a coronarse con una quinta participación olímpica, que sería récord. Lamentablemente los registros del nacido en Tacuarembó no son suficientes para ese objetivo todavía. El tiempo apremia y la escena internacional es muy competitiva. De lo que nadie puede dudar es de que el lunes Silva se llevó un merecido premio, no sólo a su trayectoria interminable, también a su coraje y su deseo de seguir haciendo lo que mejor sabe. En esa vuelta a la pista, saltando vallas, Andrés nuevamente emocionó a más de uno para colgarse su cuarta medalla a este nivel.

En la misma competencia, pero en las series, el joven uruguayo Juan Manuel Acuña había hecho su participación el domingo, con un tiempo de 54,68.

Además de las siete medallas obtenidas por la delegación uruguaya, se destacó la participación de Silvina Gil, saltadora de alto que con 15 años alcanzó la marca de 1 metro 74 centímetros, que le valió el récord nacional sub 18 para terminar en el cuarto lugar. Oriunda de Dolores, entrena en Maldonado junto a Víctor Bentancor.