La dupla uruguaya de doble par ligero compuesta por Bruno Cetraro (23 años) y Felipe Klüver (21 años) disputó la final olímpica en la mañana de ayer en Japón y se quedó con el sexto puesto y el diploma olímpico en Tokio, luego de haber conseguido una histórica clasificación a esta instancia, en la que Uruguay no se posicionaba desde 1952.
El gran día
Las horas previas a los grandes partidos son momentos en que el hincha celeste se reconoce. Las cábalas, el jolgorio, la ansiedad, las canciones de Uruguay. El ser futbolero moldea nuestra forma de disfrutar casi cualquier evento deportivo, aunque a los que nos gusta el deporte olímpico nos cueste admitirlo, y esta vez se jugaba una final.
La parada era difícil, pero Bruno y Felipe se habían ganado en estos últimos días el beneficio de la duda. Permitirse soñar, por más que se supiera que los rivales eran, en los papeles, las mejores duplas del mundo. Así que la llegada a la pista de remo, a la pantalla de un televisor o a la aplicación del celular que permitiera el streaming fue un momento cargado de ilusión para todos los compatriotas que se entusiasmaron con la competencia.
Cuesta imaginarse las emociones que corren por las venas de un deportista al disponerse a tal desafío. “Lo habíamos soñado pero no lo habíamos imaginado”, dijo Klüver luego de conseguir la clasificación. Ahora ya no tenían ni que soñarlo ni que imaginarlo. En la línea de partida, con el bote alineado por el andarivel 5, con un árbitro tomando la embarcación por la popa y con las pulsaciones revolucionadas por el momento, los dos jóvenes a bordo estaban a instantes de salir a la escena más importante de sus carreras deportivas.
“Se dejó todo en la cancha, contra los mejores del mundo”, dijo Cetraro tras el final de la disputa, que ubicó a los uruguayos en sexto lugar, detrás de los medallistas de Irlanda, Alemania e Italia, y también detrás de República Checa y Bélgica. Cinco naciones europeas y los únicos latinoamericanos que accedieron a una final en todas las pruebas de estos Juegos Olímpicos.
Fueron 2.000 metros de desgaste, de vaciarse, de dar hasta lo que no tenían, como todas las veces anteriores. Pero esta vez, pese a las experiencias previas y a la estrategia ya incorporada en su mentalización, los rivales fueron mejores.
“Salimos y teníamos una estrategia que tratamos de cumplir al pie de la letra. Fueron mejores los rivales y para París habrá que entrenar más para ser dignos merecedores de una medalla”, tiró Bruno, ya soñando con el próximo desafío en un ciclo que durará sólo tres años. “Se luchó con todo lo que teníamos, dejamos el alma y nos bajamos del bote felices, porque lo dimos todo y no tenemos nada para reprocharnos”, remarcó.
Hace falta soñar
Desde hace décadas el deporte olímpico uruguayo transita un limbo en el que propios y ajenos destacan y valoran el mero hecho de participar en los juegos, de haber clasificado. Es cierto, es destacable, requiere de mucho esfuerzo tanto físico como económico, y gran cantidad de veces las estructuras institucionales no son capaces de acompasarse para potenciar el nivel de los deportistas celestes. Sin embargo, cada vez más los deportistas se están animando a soñar, a creer que es posible, incluso aunque sólo ellos lo crean posible.
El acceso a esta final olímpica llega tras un trabajo que la Federación Uruguaya de Remo (FUR) viene realizando con la selección nacional desde hace varios años. Con objetivos ambiciosos y con Osvaldo Borchi a la cabeza, para este ciclo olímpico la FUR marca un camino a seguir a nivel organizativo. Es una forma, no es la única, pero es una forma organizada de potenciar, con los recursos disponibles, a un grupo de deportistas que componen el equipo nacional. Captar el talento, desarrollarlo y llevarlo a prepararse al exterior, a espacios en que se pueda potenciarlos. Bruno y Felipe son los que llegaron esta vez, pero también estuvo cerca Martín Zócalo y también hay una decena más de gurises y gurisas soñando cosas grandes.
Borchi pone la semillita, alimenta la intención de creer en objetivos grandes y conoce el método para que sus dirigidos crean en el trabajo. “Gracias a él estamos acá, porque nos hizo ser quienes somos”, dijo Cetraro valorando el trabajo de su entrenador, y también se mostró agradecido de “encontrar personas como Felipe en la vida, con el mismo sueño y las mismas ganas de luchar para alcanzarlo. Es difícil, y cuando te las cruzás, hay que agradecer y cuidarlas porque valen oro”.
“Estoy agradecido con la vida por las oportunidades que me dio, y esto es el comienzo de algo muy grande. Quién hubiera pensado que Uruguay iba a estar en una final olímpica de remo después de tantos años”. La cabeza de Bruno no descansa. Está arriba del bote y no se quiere bajar. Y adelanta: “Hay que pensar en París 2024, para ir a pelear por una medalla; no hay que conformarse”.