“Hace cinco años, en los Juegos Olímpicos de Río, mirándolo por televisión me prometí que iba a estar acá y llegué”. María Pía Fernández soltó todas sus emociones al dejar la pista de atletismo de Tokio. Fue el momento más difícil de su carrera deportiva, así lo dijo y así lo sintió. Su llegada a los Juegos Olímpicos se dio en el mejor momento de su carrera. “Tanto en la clasificación como en la preparación luché muchísimo para llegar acá y para llegar en mi mejor estado de forma. Dejé a mi familia por mucho tiempo y a las personas que quiero para prepararme y llegar al 100% y lo hice. Llegaba en mi 120%, pero cuando uno más arriba está, más fácil es caer”, comentó.

María Pía quería una mañana de lunes 3 de agosto para encuadrar, que tal vez se cerrara mejorando su propio récord nacional de 4 minutos 9 segundos y 45 centésimas, pero la cosa se desmoronó el jueves. “Haciendo el último entrenamiento sentí un fuerte pinchazo. Cuando me fui de la pista ya me di cuenta de que me había roto y luego, ecografía y resonancia mediante, me dijeron que tenía una lesión”, contó sobre lo vivido en las últimas horas. Una distensión muscular con edema de 9 milímetros, eso sufrió. “Se me vino el mundo abajo, desde el jueves hasta acá que no pude hacer absolutamente nada porque me dolía, no podía trotar, ni siquiera pude trotar en la entrada en calor”, explicó.

Pese a la frustración y a la imposibilidad de rendir al máximo, Fernández decidió exponer su físico a una lesión todavía más grande. Nadie se lo pidió, nadie le demandó eso, “yo pedí para estar en esa línea de largada porque considero que me lo merecía”, fueron sus palabras.

María Pía no dejó que las circunstancias le robaran su sueño de ser olímpica. “Me merecía pararme en esa línea porque me costó mucho llegar acá”, valoró, pero también relató que lo hizo contra la recomendación médica de Daniel Zarrillo.

No se puede relatar lo que sucedió en la pista sin sentir el escalofrío corriendo por la espalda, sin enjugar alguna lágrima al ponerse en el lugar de ella. Por eso, lo mejor es que lo cuente ella: “Me hice responsable y después de que sonó el disparo me olvidé de todo. Me olvidé del dolor y la lesión. Corrí, dejé todo como siempre, aunque hoy ese todo fuera un 10%. Dejé todo lo que tenía y di lo mejor que pude porque creo que me merecía esto, me merecía ser olímpica, me merecía llegar”.

Su marca fue de 4:59.56, obviamente lejos de sus mejores registros, pero consiguió correr debajo de los cinco minutos pese a la dura lesión que la aquejaba.

“Primero que nada el apoyo de la gente acá fue fundamental. Seba, la persona que sufrió esto tanto como yo. Pedirles disculpas publicamente, porque él sabe muy bien todo lo que hicimos y quizás yo, en mi afán de querer siempre dar un poquito más, me haya pasado un poco y eso fue lo que me pasó. Pero todo fue buscando mi mejor versión, así que quiero agradecerle por siempre estar a mi lado. Esta vez, como tantas otras que me he dado la cabeza contra la pared, él va a estar ahí y sé que me va a ayudar a salir adelante”, dijo en referencia a su entrenador, Sebastián Allende.

Lo que vino después de su participación fue una oleada de demostraciones de afecto, apoyo y cariño de parte de muchos uruguayos que siguieron la competencia. De admiración por la historia de esta gurisa de 26 años a quien las circunstancias no doblegaron.

Ahora empieza otro sueño: “Hace cinco años, en los Juegos Olímpicos de Río, mirándolo por televisión me prometí que iba a estar acá y llegué. Así que hoy, como hace cinco años me prometí eso, prometo que voy a llegar a París, voy a redoblar esfuerzos y voy a tener mi revancha”.