Las tribunas estaban colmadas en el circuito de Zandvoort, entre las dunas y el Mar del Norte, a menos de 20 kilómetros de Ámsterdam. Era esperable: la Fórmula 1 regresaba a los Países Bajos por primera vez desde 1985 y un piloto local tenía la posibilidad de ganar y perfilarse como campeón. Max Verstappen cumplió con su público, que durante todo el fin de semana tiñó la pista con bengalas naranjas y lo ovacionó ante cada logro: pole position el sábado, partida impecable el domingo, sobrepaso en plena recta al Mercedes enviado a taponearlo, victoria final.

Lewis Hamilton, el actual campeón, estuvo todo el tiempo detrás del neerlandés, pero nunca fue suficiente para amenazarlo. La carrera fue, en parte, una batalla táctico-psicológica que el equipo Mercedes intentó desatar con base en cambios de estrategia, pero que no funcionó. La base del juego del team alemán no era tanto la velocidad, sino la superioridad numérica: corrían dos (Hamilton y Valtteri Bottas) contra uno (Verstappen), ya que el mexicano Sergio Pérez, piloto dos de Red Bull, volvía a defraudar y partía desde las últimas posiciones.

Verstappen, sin embargo, contuvo bien a los Mercedes, que duplicaron sus estrategias, en un intento de retener al neerlandés con el coche de Bottas, que retrasó su parada en boxes. Pero el dos contra uno no alcanzó, no sólo porque Verstappen dosificaba su mayor velocidad, sino también porque su equipo no se dejó embarullar y “calcó” cada movida de Hamilton, ignorando las maniobras alternativas de Bottas.

El momento clave llegó con la última parada. Mercedes había reservado un juego de gomas de tipo medio para el último ataque de Hamilton, mientras que Red Bull sólo tenía gomas duras (más resistentes, pero menos veloces) para calzarle a Verstappen. El neerlandés aguantó varias vueltas, y al final comenzó a alejarse nuevamente hacia la victoria.

Tras Verstappen, Hamilton y el pobre Bottas, al que le ordenaron no marcar el récord de vuelta para reservarle ese puntito extra a su compañero de equipo, llegaron un brillante Pierre Gasly (AlphaTauri), Charles Leclerc (Ferrari), un deslumbrante Fernando Alonso, que dio clase de manejo sobre un modesto Alpine, Carlos Sainz (Ferrari) y, en octavo lugar, Sergio Pérez.

La gente de Red Bull debe estar arrepintiéndose de haber renovado por un año el contrato del mexicano, que obtiene discretos resultados mientras su compañero puntea. Cabeza de ratón en equipos menores, Pérez es ahora un lastre para la escuadra austríaca, que a pesar de su dominio en la pista no logra sumar con ambos pilotos lo suficiente para destronar a Mercedes en el campeonato de equipos.

Max Verstappen, en cambio, volvió a liderar el campeonato de pilotos y llegará bien perfilado a Monza, donde habrá acción desde el viernes.