Se murió Enrique Yannuzzi. En la mañana de este domingo, como si la tragedia estuviese ambientada en aquellas mañanas domingueras en las que Quique nos llevaba el único fútbol televisado que había a nuestras casas, nos dejó Yannuzzi, sin avisar, sin poder prepararnos, sin saber qué carajo sentir más que un dolor lacerante y profundo, muy profundo que deja la muerte de la gente buena.
Eso era Yannuzzi: ante todo un buen hombre, solidario y fiel a sus ideas, inconmovible en sus convicciones, aunque pareciera que se lo podría llevar la marejada cuando su ámbito pensaba y hacía distinto que él. Perdemos a uno de los buenos, decía el Profe Piñeyrúa, y su definición es tan ajustada como dolorosa.
Quique Yannuzzi se dedicó por décadas al ejercicio del periodismo y la crítica deportiva en el entorno del fútbol, hasta que hace unos años, con muchísimo para dar aún, decidió su retiro de un puesto jerárquico, popular y masivo, al ser el comentarista de la transmisión de Alberto Kesman, y estableció su vida en Piriápolis. Igual nunca se fue de su barrio establecido en el corazón, Bella Vista, y menos de su pasión por Bella Vista y por Auriblanco.
Las bondades de Yannuzzi como comunicador fueron tantas como las de su vida cotidiana, ciudadana. Solidario, comprometido, buen compañero, buen vecino, Yannuzzi vivía y desbordaba la crianza de barrio.
¡No se coman la pastilla! Quique permanecerá entre nosotros in aeternum, y cuando ya no estemos, los que vienen sabrán de sus latiguillos, de su preocupación por que los olvidados digan presente y de cómo lo bajaron del avión.
Sus oyentes, y también sus televidentes, lo recordarán por sus participaciones en cada previa de la Universal y en sus comentarios, sus sensatas apariciones en la mesa de Estadio uno, su presencia en Deporte total, haciendo cada domingo una nueva giornatta del calcio peninsulare, o en aquellas transmisiones de los domingos de mañana en que el jugador del partido se llevaba los cinco kilos de yerba, y seguramente se encargarán de perpetuar su condición de hombre bueno, humanista, progresista y solidario.
Disiento, Quique, acá no hay nada liqui-liqui. Esto sigue y seguirás presente.