En el año 2019, las futbolistas uruguayas organizadas generamos la campaña #clásicossinrestricciones para visibilizar una problemática que entendíamos afectaba al fútbol de mujeres en general. Históricamente, los clubes y dirigentes del fútbol, acusando cuestiones económicas y de seguridad, han restringido el acceso libre al público en los partidos clásicos.
Este partido resulta de vital importancia para la difusión de todo el fútbol de mujeres en Uruguay. El nivel de ambos equipos y la popularidad de Nacional y Peñarol hacían soñar -y aún lo hacen- con acercar público de forma más masiva al fútbol femenino. Es así que, en 2019, el clásico de mujeres logró arrimar a más de 3.000 hinchas al Parque Central.
Tres años han pasado. Una pandemia mundial nos hizo reflexionar y pensar en un nuevo orden mundial: Meghan y Harry renunciaron a sus títulos reales; Joe Biden fue electo presidente de Estados Unidos; hubo enojos masivos para que la gente no saliera de su casa; murió Diego Armando Maradona; aparecieron las vacunas contra la covid-19. Se empoderaron los antivacunas; hubo enojos y manifestaciones para que la gente pudiera salir libremente de su casa; apareció la variante ómicron; hubo protestas populares y no tanto; Rusia invadió Ucrania; se inició una guerra... En fin, pasaron cosas.
En este caótico devenir de acontecimientos mundiales, me atrevo a sostener que el fútbol femenino -acompañado por el motor turbo del movimiento feminista y obligaciones impuestas por una lógica social más políticamente correcta que convencida- ha tenido una evolución frenética. Es, quizás, uno de los fenómenos mundiales populares que más ha crecido en los últimos años: en España 91.553 personas rompieron el récord de espectadores en un partido de fútbol femenino; la final de la Eurocopa logró un récord televisivo de 365 millones de televidentes; en Estados Unidos la selección femenina de fútbol firmó un acuerdo histórico de equidad salarial; la final en el fútbol argentino se jugó en la bombonera con casi 20.000 espectadores. Y podría continuar…
En este escenario mundial, nos parece inimaginable que en el fútbol femenino uruguayo los partidos clásicos definitorios se fijen a puertas cerradas o con restricción de ingreso al público. Sin embargo, desde el año 2019 a la fecha, sólo un partido clásico se disputó a puertas abiertas. Esta ha sido una reivindicación histórica y constante del colectivo de las futbolistas, ahora nucleadas y organizadas conjuntamente con la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, con la creación de su Departamento Femenino.
El sábado 5 de noviembre se disputará un nuevo partido clásico en el que pueden quedar perfiladas las futuras campeonas del Clausura y, del mismo modo, podría casi definirse la Tabla Anual. Los clubes y dirigentes del fútbol, acompañados por las autoridades del Ministerio del Interior, han definido -por fin- que el clásico se juegue en el estadio Centenario a las 15.00 con venta de entradas al público en general.
Abrir las puertas de la definición del campeonato es una decisión acertada y necesaria que celebramos. No es posible pensar en el crecimiento del fútbol de mujeres sin su correcta difusión. Generar buenos espectáculos, atraer público a los estadios, apoyarse en la experiencia e infraestructura institucional del fútbol masculino, entre otras, son premisas con las que debemos trabajar.
El fútbol femenino en Uruguay no puede ser una bandera funcional a nuestra hipocresía social -con tendencia presuntamente equitativa-, mucho más discursiva que de acción. Se trata de un fenómeno en crecimiento a nivel mundial que debe ser acompañado de decisiones y acciones concretas, ratificadas y sostenidas en el tiempo. Esta decisión de abrir las puertas al público sienta un precedente del que no permitiremos volver atrás.