Se sabía que Ferrari había tenido un buen rendimiento en las pruebas, pero quienes llegaban como favoritos a la primera carrera del año, en Bahrein, eran los del equipo Red Bull. El sábado, en la clasificación, llegó la primera señal: Charles Leclerc le arrebataba la primera posición a Max Verstappen, y Carlos Sainz hacía lo propio con Sergio Pérez. Largaban Ferrari-Red Bull, Ferrari-Red Bull. La otra sorpresa era que los otrora dominantes Mercedes de Hamilton y Russell estaban un poco más atrás, y que mezclado entre los diez primeros estaba Kevin Magnussen, a bordo de un Haas, el auto que había andado peor en 2021.
Parecía, ya entonces, que los cambios reglamentarios habían dado un primer resultado, alterando una década de hegemonía mercedaria. El otro efecto buscado por el nuevo reglamento, que los autos pudieran circular más cerca y sobrepasarse más fácilmente, se mostró también en plena carrera, cuando Leclerc y Verstappen intercambiaron la primera posición a lo largo de varias vueltas. Fue un duelo intenso en una carrera que no ahorró emociones, con estrategias diversas, batallas en todos los frentes y entradas del auto de seguridad.
El ferrarista prevaleció y logró una merecida victoria, que se completó con la llegada en segundo lugar de su escudero Carlos Sainz, ya que en las últimas vueltas Verstappen y Pérez abandonaron por problemas con sus motores. Es el primer año de Red Bull como motorista, tras la partida de Honda (que sigue supervisando las plantas impulsoras), y es claro que algo falta, ya que también hizo kaput el motor del AlphaTauri de Pierre Gasly, igualmente impulsado por Red Bull PowerTrains.
Los motorizados por Ferrari, en cambio, anduvieron muy bien: no sólo el equipo italiano consiguió el 1-2, sino que también puntuaron los Haas y los Alfa Romeo. Este año, los motores utilizan un nuevo combustible, que contiene 10% de etanol, y Ferrari parece haberse adaptado mejor al cambio.
Tras el abandono de los Red Bull, Lewis Hamilton heredó el tercer lugar del podio, por lo que Mercedes gana tiempo para mejorar su coche, cosa que seguramente hará. El equipo de Verstappen se va con preocupación, porque sólo resta una semana antes del Gran Premio de Arabia Saudita y lo que pasó con los motores no parece cuestión fácil de arreglar. Ferrari, en cambio, festeja después de dos años discretísimos, y campeonar de nuevo parece dejar de ser solo un sueño. Por ahora, los italianos saben que hicieron todo bien: tienen un piloto excepcional, un plan sólido y un auto rápido, confiable y, como si fuera poco, bellísimo.