Hay símbolos noventeros gestuales o en la figura que dibujan en el campo los jugadores como esos pájaros que andan en bandada y hacen dibujos en el aire. Uno de esos símbolos es el amague en el tiro libre de costado para ver si la defensa se queda quieta y los hace entrar en el orsai. En el fútbol como en el truco funciona el engaño. El borde entre la nobleza y la burla es el caño, la rabona, esas cosas. Me dio la impresión de que ha cesado aquello de tirar la línea para dejar en offside a quienes entran con el envión, esa danza de cardumen. Entran varios, decía Kesman. Un gesto nuevo por ejemplo sería el jugador tirado atrás de la barrera, Messi como un estandarte de eso. Otra cornisa esa, la del control y lo imprevisto.

Lo cierto es que Wanderers hizo el amague y nadie tiró la línea así que en la siguiente mirada el centro llegó y fue una de las insinuaciones de la visita. Suárez se lo perdió y lo lamentaron propios y extraños de otros cuadros en la televisión. Otra cornisa esa la de ser de otro cuadro pero querer que al mejor de los celestes de todos los tiempos le vaya lo mejor posible para que el Mundial no sea tan sólo una anécdota y pueda sugerirse al menos una hazaña. Los contextos determinan las hazañas. Suárez tirando una pared finísima con el revés de un botín de marca para que Castro se enfrente a una chance es el contexto. El amor de la gente también. No hay nada como dormir en casa para jugar un Mundial. Nunca jugué un Mundial. Pero soñé con eso.

Brian Ocampo, de Nacional y Nicolás Fonseca, de Wanderers, el 20 de agosto, en el estadio Gran Parque Central.

Brian Ocampo, de Nacional y Nicolás Fonseca, de Wanderers, el 20 de agosto, en el estadio Gran Parque Central.

Foto: Federico Gutiérrez

Jugaron bien los pibes de Wanderers, los de arriba. Están creciendo. En eso estuvieron Agustín Santurio y Nicolás Ferreira, en ese rollo de agarrones y engaños del área, con Laborda y Marichal, otros que han crecido los domingos y no andan con vueltas. Defienden el escudo que los alberga de botijas, la causa de la gente, y el contexto defienden. El primer gol fue un bello dibujo de pájaros en un cielo verde. Los defensas jugaron un partido con Nacional y otro con Suárez. Aunque fueron Brian Ocampo y Felipe Carballo a toda velocidad los que prestaron los gestos precisos para anotar. El segundo también fue de Carballo que concluyó un rebote.

Nacional jugó un partido acorde al cuadro que tiene. Fagúndez se calzó la 10 y le hizo honores. Aunque capaz es todo cuento lo de los números. Es como la parte timbera. O la de quebrar. Suárez buscó los goles que soñó de guacho. Tiene esa chance de estar en lo onírico de los últimos tiempos. Esa es su droga. El partido se desdibujó cuando el bohemio no le hizo fuerza en la pulseada. Sólo la sostuvo. Encalló el codo. Cuando quiso pudo tener con qué, pero tiró un par de centros para nadie. Carreño buscó en el banco lo que la cancha no le estaba dando, Repetto encontró en las variantes la potencia de lo hecho. Nacional derrotó a Wanderers en la Quinta de la Paraguaya.