Santiago Díaz comenta fútbol desde que iba a la cancha de Defensor Sporting siendo un niño. Mientras el resto de la gurisada con el pitazo inauguraba partidos con vasos vacíos o botellas arrugadas como pelotas, Santiago era la referencia ante la consulta del veteranaje por algún jugador que llamara la atención en el field. Cuando escuchó a Enrique Macaya Márquez comentar fútbol en los intervalos de los relatos de Marcelo Araujo, entendió que había una brecha que quería habitar; era la revolución del comentario.

Los mundos más emblemáticos donde ejerció el oficio de describir los hechos y alimentar la imaginación para explicarlos, engalanar la jugada o sentenciar con metáforas, quizás hayan sido 13 a 0 y Por decir fútbol, una rama de Por decir algo: “Una escuela de periodismo deportivo que no existía”. En esos “nichos” pulularon la amistad, el aprendizaje, la construcción y el compromiso con el deporte, con sus componentes y con su rol cultural.

Santiago Díaz entendió que el fútbol se observa, y encontró en su pasión por explicarlo un oficio que lo rodeó de afectos. En el contexto previo al Mundial de Catar, que implicó la asunción de un nuevo cuerpo técnico y el fin de una era, habló con la diaria para la serie de comentaristas de fútbol criollo.

¿Por qué comentar fútbol?

Porque me gusta analizar lo que está pasando en el partido, tratar de entender por qué pasan las cosas. De chico relataba, pero admiraba a los comentaristas. Les prestaba más atención a los comentaristas, acordate de la explosión en Argentina de Marcelo Araujo-Macaya Márquez, eso revolucionó totalmente el relato y el comentario en televisión. Antes nombraban a los jugadores, Araujo empezó con el “te lo devoraste, Ramón Ismael”. Fue increíble. Pero yo escuchaba sobre todo a Macaya, porque analizaba lo que estaba pasando y me decía lo que yo no había visto, que es lo que tiene que hacer un buen comentarista. Tratar de darle al espectador algo que se le haya escapado, aun viéndolo. La radio en ese caso te da la chance de describir, porque no lo estás viendo, pero en tele no tenés que describir, hay que buscar algo que no se haya visto; se supone que debemos ser observadores más calificados.

¿Qué otros comentaristas escuchabas o tenés como referencias?

El Toto [Jorge] Da Silveira, me divertía; [Raúl] Barizzoni, claro, lo escuchaba, además después lo conocí, espectacular. Después laburé con el Profe [Ricardo Piñeyrúa] mil años, que tiene un estilo totalmente diferente y eso tiene muchísimo valor. En Argentina, Macaya, el uno, con su gran capacidad de expresarse. El ritmo del partido no te permite pensar cómo expresarte, tenés que ser contundente en pocas palabras y en tiempo real. De los de ahora, Diego Latorre es muy muy bueno, y Sebastián Domínguez, que ahora se corrió un poco de ese lugar, es muy bueno también. Sabía mucho y tenía una humildad tremenda para decir las cosas. Los referentes pasan por ahí.

¿Qué tiene que pasar para que vuelvas a hacer lo que hacías en un lugar como Por decir fútbol?

Tendría que aparecer algo que me motive mucho desde lo económico o desde la militancia como en Por decir fútbol, que era militancia en cierta forma, estar con amigos, disfrutando y con un proyecto en cual creía. Laburar por laburar o por estar no me interesa, aparte desde los 18 años que no tengo un fin de semana libre. Cuando laburás en el fútbol tenés un partido a las 15.00 y te corta todo el día. Y la mayoría de las veces tenés dos días. Cuando te querés acordar es lunes. Si realmente no estás involucrado con el proyecto o no te mueve la aguja en lo económico, es difícil.

¿Qué significó Por decir algo?

Lo nuestro siempre fue más de nicho. El nicho me ha acompañado toda mi carrera. Porque en 13 a 0 también, entré en el 2000 y me fui en 2017, se construyeron cosas muy buenas ahí, pero también eran de nicho. Apostábamos a la calidad, nos encantaba la audiencia que teníamos, conectábamos, se generaba una sinergia, era una comunicación horizontal. Por decir algo generó una escuela de periodismo deportivo que no existía, con rigor, inteligente, con muchas ganas de crear y de hacer. Y además, de darles lugar a otros deportes y hacerlo con rigor, consultando a las fuentes, prestando atención, con ganas de construir y de aportar, y por qué no, también de enseñar, que es un cometido que tiene que tener un periodista o un medio de comunicación, formar al que te está escuchando. Cuando surgió Por decir fútbol nos incorporamos nosotros. Había una cierta conexión con 13 a 0. Las decisiones empresariales uno no las domina, pero lo que estaba a nuestro alcance nos tenía muy conformes, funcionábamos de una manera muy cooperativa, todos ganábamos lo mismo; desde Martín Rodríguez, que es de los mejores relatores del Uruguay, hasta el último de la transmisión.

Foto del artículo 'Santiago Díaz: “Hago radio porque me encanta”'

Foto: Alessandro Maradei

¿Son difíciles de sostener las transmisiones de radio?

Sí, porque la gente ve los partidos por la tele, funciona así. En los 80 los partidos no los pasaban por la tele, en los 90 tampoco. Entonces, si no ibas al estadio y querías saber en vivo cómo iba la cosa, tenías que escuchar la radio, no tenías otra. Los partidos transmitidos por televisión en vivo fueron cada vez más, ahora se transmiten todos los partidos. Entonces la gente ve mucho por televisión. Aquello de bajar el volumen de la tele y subir el volumen de la radio no corre más, porque hay un desfasaje tremendo y nadie quiere escuchar el gol antes. No es fácil, la torta de las transmisiones de radio no es tan grande. Y hay transmisiones que están muy instaladas, entonces instalar un actor nuevo no es fácil.

¿Por qué hacer radio, entonces?

Te estoy diciendo esto y hay cuatrocientas mil transmisiones. Si querés podemos hacer el ejercicio de ver cuántas transmisiones hay. Es impresionante. No alcanzan las cabinas en el estadio. En mi caso hago radio porque me encanta, es el medio que más me gusta, es mágico. El relacionamiento que tenés con la audiencia por la radio es totalmente diferente a otros medios. El receptor y el emisor se confunden, porque el contenido va y viene, te nutrís permanentemente de la audiencia. Eso con la televisión no pasa. La persona que te está escuchando te está escuchando realmente, aunque esté haciendo otra cosa. Hay gente que se acuerda de todo lo que decís. Eso en la radio es inigualable.

¿Te gusta el fútbol uruguayo?

No especialmente, pero hay que entender por qué no es tan bueno, tal vez. No es tan bueno porque hay muchas dificultades y porque hay muchas cosas que no se hacen bien. Esa es la realidad. Pero, aun así, se juega con una enorme pasión. El jugador de fútbol de Uruguay tiene una capacidad competitiva increíble. La capacidad de agrandarse ante lo que sea, de sobreponerse a la adversidad, lo que dice [Diego] Godín o el Maestro [Óscar] Tabárez, eso de “saber sufrir”, lo hace único. Claro, después ves un partido de Champions y es otro deporte. Es la élite. La perfección de las ejecuciones, la capacidad física. Ese es el fútbol que más me gusta ver, pero está bueno analizar y disfrutar lo que tenemos nosotros.

¿Podemos salir campeones del mundo?

Puede ser. Lo cito todo el tiempo al Maestro porque nos enseñó mucho, decía algo así como “el fútbol de alta competencia es prepararse al máximo y después someterse a la realidad”. Alonso dice lo mismo: “Nos preparamos para ser campeones”. Es la misma frase, capaz que la del Maestro es menos estridente, menos efectista ¿Pero prepararse para lo máximo y después someterte a la realidad? Lo máximo es ser campeón del mundo.

En este contexto de Uruguay sin Tabárez y con Diego Alonso ¿cómo lo ves de cara al Mundial?

Me costó mucho la salida del Maestro, porque el Maestro es una cabeza fantástica que cambió totalmente el fútbol uruguayo y resignificó el concepto de selección. Uruguay no clasificaba a los mundiales de mayores y estaba empezando a quedar afuera de los mundiales juveniles. En el proceso, en juveniles jugó finales del mundo y en mayores clasificó a todos los mundiales. Además, generó un compromiso y una adhesión de los jugadores que antes no estaba. Me dolió que se fuera de esa manera. Yo pretendía que se retirara después de jugar el Mundial. O quizás se tendría que haber ido antes, después de Rusia. Pero la forma fue desprolija.

Traté de no agarrármela con el que vino después y reconozco que Alonso aprovechó muy bien ese cambio de energía que genera un cambio de entrenador. Tampoco creo que el rendimiento de Uruguay ha sido superlativo. Es muy pronto para decir que Uruguay cambió a partir de Alonso, pero sí reconozco algunas decisiones, como la de [Facundo] Pellistri, o la salida de [Fernando] Muslera. No era fácil sacarlo. Le preguntás a un niño quién es el arquero de Uruguay y es Muslera; así como te dicen championes y no zapatillas, te dicen arquero de Uruguay, Muslera. Vamos a ver cómo evoluciona, todavía es muy temprano para sacar grandes conclusiones. De cara al Mundial es una incógnita. Un Mundial es una semana. Y en esa semana o en esos diez días que dura la primera fase es cuando tenés que estar bien. Uruguay es un rival duro para cualquiera y tiene muy buenos jugadores. Hay algunos jugadores que son de los más importantes de la historia reciente de la selección que se están extinguiendo por un tema de edad, biológico, que son Luis Suárez, Edinson Cavani y Godín. Antes eran superlativos, sobre todo Suárez y Cavani, que eran los que resolvían los partidos. Ahora los que están en el mejor momento son Rodrigo Bentancur y Federico Valverde, que tienen otro rol, son más conductores, creadores, y ese es un cambio claro.

El despertar de la pasión

Cuando íbamos con mi padre a ver a Defensor me ponía a comentar el partido, y conocía todos los nombres de los jugadores. Me preguntaban los nombres los amigos de mi padre en la tribuna. Era como un chiste: un pendejo de siete años comentando todos los partidos. Diría cualquier disparate. Pero me decían que parecía un periodista deportivo. Y bueno, algo de eso había. Mi madre siempre me cuenta que ella veía que todos los niños, durante el partido, se ponían a patear un vaso, a jugar con cualquier cosa, y yo miraba el partido, no me distraía con nada.

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