Fabián Amaral comenzó a trabajar en el INAU (Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay) en 1996, como acompañante terapéutico. “Por un temita” del que prefiere no hablar, se trasladó al poco tiempo hacia la oficina de servicios generales, hasta que en 2015 presentó un proyecto de básquetbol que hoy funciona en Montevideo y comienza a expandirse por el Interior. Aunque está enfocado en los niños, niñas y adolescentes de la institución estatal, que financia la iniciativa. INAU Básquet también orienta sus clases a quienes hacen uso de los lugares en donde se brindan las prácticas. De hecho, debido a las complejidades que caracterizan al INAU e impiden a la gran mayoría de sus usuarios tener continuidad, los que provienen de otros espacios suelen ser los principales protagonistas.

¿Por qué no?

La idea se instaló mucho tiempo atrás. En su niñez Amaral conoció desde adentro la realidad del INAU porque su madre era funcionaria. Él, que jugaba al básquetbol y era becado en el Club Neptuno, se preguntaba por qué quienes entonces eran sus amigos no tenían las mismas posibilidades. “En mi cabeza quedó eso”, dice, y cuenta que luego de jugar en mayores retomó lo que había permanecido escondido y le pidió ayuda a un amigo profesor para elaborar y presentar la propuesta.

En la actualidad los entrenamientos en Montevideo tienen lugar en el Club Banco Hipotecario, ubicado en Tres Cruces, y el Complejo Sacude, en Casavalle. Allí niños y adolescentes de diferentes edades practican juntos dos veces por semana. También, los sábados participan de encuentros con equipos de otros centros. En el interior el proyecto aún está comenzando a tomar forma. Hasta ahora, ha llegado a Artigas, Colonia, Maldonado y Rivera.

Foto del artículo 'INAU Básquet en el Complejo Sacude'

Foto: Natalia Rovira

Si bien todo va creciendo, aun con la poca participación específica de niñas, niños y adolescentes del INAU, se sostiene. Especialmente en el Complejo Sacude, al que por su distancia de la zona metropolitana es más difícil llegar. “A veces el Hogar te puede mandar gurises porque hay recreadores que pueden venir, y otras en que no hay ningún recreador que pueda arrimarlo”, cuenta Amaral. Para quienes integran el INAU, la situación es la misma que la de muchas otras propuestas: faltan recursos y, por lo tanto, estabilidad. Con la escasez de presupuesto hay pocos recreadores, y con los pocos recreadores, ausencias. Sin embargo, el problema no se reduce únicamente al número de trabajadores que acompañen a los menores. Los adolescentes, que usualmente tienen permitido ir solos, tampoco van.

Aníbal Argimón, director del Departamento de Recreación, coincide con Amaral y explica que lo que sucede con INAU Básquet no es una novedad. Cuesta tener lugares fijos y generar un anclaje, y eso “no es un problema de la propuesta ni de la voluntad de los hogares, no es responsabilidad exclusiva de nadie, son situaciones que se dan”. Por esa razón, valorando lo construido en Sacude, han optado por mantener las prácticas allí, a pesar de que casi no haya convocatoria fuera del barrio.

El Sacude

El Sacude, como le dicen quienes lo habitan, fue construido en el 2010 en el marco de un programa de regulación de asentamientos. Es un espacio cogestionado entre funcionarios municipales y vecinos, ubicado en Casavalle y nombrado así por las palabras salud, cultura y deporte: reúne una policlínica, un teatro, un salón comunal y un gimnasio polifuncional. Según lo presentado en su sitio web, unas 2500 personas lo visitan cada semana.

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Foto: Natalia Rovira

De acuerdo a Amaral, la iniciativa es una herramienta que aporta además del disfrute del deporte en sí, una motivación para el compromiso con otros espacios, como el liceal y el escolar. A modo de ejemplo, el docente cuenta que suele estar en contacto con las maestras de la escuela situada junto al complejo, con el objetivo de controlar la escolaridad de sus alumnos. Si alguno anduvo flojo en la semana, jugará menos. “Es la manera de ayudar a que él tenga un poquito más de actitud en los estudios, que es la idea del proyecto”, explica.

Por su parte, Victoria González, coordinadora de Deporte del complejo, hace hincapié en la cualidad comunitaria de todos los espacios que allí se generan. La profesora de educación física y socióloga dice que estar en el Sacude implica “trabajar en y con la comunidad”, algo que aún está en construcción.

En este momento el objetivo es aumentar la participación de todas y todos, con énfasis en los jóvenes y en las niñas, adolescentes y mujeres, que hoy forman parte de actividades que solían ser “muy masculinizadas”. Además, González apunta a la definición de aquello que caracteriza al deporte comunitario que se desarrolla en el lugar, pues aunque hay varias puntas de las que tirar –experiencias lúdicas, prácticas corporales, accesibilidad– sería bueno establecer algunas “formas conceptuales”.

Adentro es puro color y su infraestructura sorprende a los ojos acostumbrados a materiales grises y poco modernos. A pesar de su amplitud, los chiquilines lo recorren con naturalidad y saludan a cada uno de los integrantes del personal con la espontaneidad con la que se saluda a quien ya es conocido. El día en que la diaria lo visitó se estaba desarrollando una peatonal barrial en una de las calles linderas, que debió ser suspendida por una rapiña. Con discreción, el equipo del Sacude desmanteló la actividad y resolvió seguir con la práctica de básquetbol dentro del gimnasio, como suele realizarse todos los martes y jueves. En pocos minutos, la cancha se llenó de niñas, niños y adolescentes del barrio, que se dispusieron a jugar con total tranquilidad.

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Foto: Natalia Rovira

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