“¿El entrenador qué hace? Convence. Si pudiéramos decir en una palabra lo que hace el entrenador es convencer. Es difícil. Vos llegás a un lugar y hay 30 miradas críticas que buscan el error. Pero cuando llegás a una selección no son 30 miradas críticas, son 30 millones de miradas. ¿Cómo convencemos? La palabra y el ejemplo son los dos caminos que tenemos para convencer. Pero el procedimiento educativo más poderoso que tiene la sociedad ya no son las escuelas, son los medios de comunicación, que influyen más que la familia y la escuela, que son los elementos genuinos de educación. ¡Es una vergüenza que los medios de comunicación eduquen a la gente! Porque los medios de comunicación tienen intereses específicos, y la educación y la familia tienen expectativas diferentes a los medios. ¿Por qué digo esto? Porque el mismo argumento que se utiliza para amplificar un comportamiento en la victoria es el que se utiliza para condenar el comportamiento en la derrota. ¿Y esto dónde se verifica? En que lo que te hace importante cuando ganás es lo mismo que te hace estúpido cuando perdés”. Lo que antecede es una exposición de Marcelo Bielsa hace más de seis años en el evento Somos Fútbol 2017, organizado por la Confederación Brasileña de Fútbol.

La simple observación de la tabla de posiciones cumplido un tercio de las clasificatorias sudamericanas para el Mundial de Estados Unidos, México y Canadá en 2026 muestra a Uruguay segundo, claramente en zona de clasificación con 13 puntos producto de cuatro victorias, un empate, y una derrota.

La celeste está apenas por debajo de Argentina, que consiguió cinco victorias y cosechó una única derrota —ante Uruguay en Buenos Aires—, y un punto por encima de Colombia, el único invicto de lo que va del torneo clasificatorio que tiene 12 unidades con tres victorias y tres empates.

Mirando el árbol, también el bosque

Desde el punto de vista objetivo, siendo que la razón de la competencia es clasificar de forma directa —los seis primeros— a la nueva fase final del Mundial que reunirá a 48 equipos, la colocación es muy buena. Comparándolo con tercios iniciales de otras competencias, en 2002 fue lo más parecido cuando la selección de Daniel Pasarella consiguió en los primeros seis partidos 11 puntos con tres victorias, dos empates y una derrota.

En 2006, con Juan Ramón Carrasco y Jorge Fossati, los primeros seis encuentros se resolvieron con dos triunfos, un empate y tres derrotas, que se transformaron en 7 puntos.

Para tratar de entrar a Sudáfrica 2010 con Oscar Tabárez en el segundo ciclo en la selección, los primeros seis partidos fueron con dos victorias, dos empates, y dos derrotas sumando ocho unidades.

La segunda clasificatoria del Maestro, la que apuntaba a Brasil 2014, fue parecida en cuanto a puntos obtenidos en el arranque a esta de Bielsa: fueron tres triunfos, dos empates y una derrota, 11 puntos, aunque con rivales distintos (no jugaba Brasil y el calendario era diferente).

Tabárez en las eliminatorias de 2018, históricamente la mejor de Uruguay en régimen de todos contra todos, consiguió justamente la misma marca que Bielsa con cuatro victorias, un empate y una derrota, o sea las mismas 13 unidades que ahora, y Uruguay quedó primero por un lapso de seis meses por encima de todos. Otra vez vale aclarar que aquel calendario era diferente.

Para 2022 la forma de disputa se mantuvo, pero sin embargo se modificó el fixture en los papeles primero, y después se volvió a cambiar por imperio de las circunstancias —la pandemia de covid-19— y los caprichos y preferencias de algunas federaciones que terminaron perjudicando notoriamente a Uruguay que terminó enfrentando en secuencia a Argentina, Brasil y Bolivia en La Paz. Aquella vez, a estadios vacíos, Uruguay consiguió un arranque de 8 puntos en los seis primeros partidos que jugó con dos victorias, dos empates y dos derrotas.

Cuando juega Uruguay, juegan tres millones

Ese es el mundo de los números, la realidad traducida a puntos, pero sin embargo hay otros estadios que no dependen exclusivamente de las sensaciones —que de todas maneras es muy válido para nuestros humores, y percepciones orientadas a lo que vendrá—, sino de las valoraciones técnicas, profesionales, que, por ejemplo, el mismo Marcelo Bielsa realizó en forma pública tras la victoria ante los bolivianos.

“Cerramos bien esta etapa. En este tramo hubo puntos altos y bajos, actuaciones mejores, otras no, pero consolidamos un grupo de jugadores. En líneas generales creo que, por ser el primer paso, el primer tercio de eliminatorias, las sensaciones son positivas. Si me dicen que Uruguay es mejor que Brasil o Argentina mi respuesta es que no, más allá de que les hayamos ganado los últimos dos partidos. Ser mejor que los mejores exige un proceso mucho más duradero, consolidado y con logros que este equipo, que hasta el momento ha jugado seis fechas, aún no ha demostrado. Hay muchas más cosas por demostrar que las demostradas”, afirmó Bielsa.

El eufemismo de los tres millones de técnicos desnuda nuestra irritante capacidad para juzgar acciones técnicas de un individuo que debe plantear, explicar y promover que otros ejecuten acciones de juego que enmarcan estrategias para su buen desarrollo durante 100 minutos, y que precisa de la comunicación, el convencimiento y la adhesión de sus jugadores, que además pasan por un proceso de elección y cohesión a veces virtual, muy pocas veces cara a cara. Es muy atrevido e irrespetuoso de nuestra parte, juzgar y promover situaciones críticas que las más de las veces encienden la hoguera de los medios y las redes sociales y terminan con la pérdida de trabajo del técnico y sus colaboradores, y cualquier proceso de trabajo (virtuoso o regular) queda incompleto y cercenado.

Los tres millones de técnicos también regulamos y amortiguamos a distancia los proyectos y procesos con nuestras sensaciones de satisfacción o de frustración, de creer en lo poco o casi nada que uno puede ver del trabajo de un individuo que gerencia las prestaciones de los mejores futbolistas del país donde nacimos o nos criamos, o de empezar a fogonear la sensación térmica de así no llegamos a ningún lado.

Nuestro gremio, el de los tres millones de técnicos, tiene un sector tan inocente como bárbaro que piensa que somos los nietos de Obdulio y de Nasazzi, y tenemos que ser campeones. Hay otra barra también inocente y soñadora, pero con una deformación arcaica que siempre encara las competencias de la celeste pensando que por ahí podemos ser campeones, y otro sector que procura de acuerdo con sus gustos y formas proyectar que podemos ganar.

La realidad, por fuera de los tres millones de DT, indica que estamos ante un momento de florecimiento de la aplicación de un nuevo proyecto, que se sostiene por la idoneidad y capacidad comprobada de Marcelo Bielsa, su espalda para soportar desgastes inconducentes y su innegable capacidad de convencer y lograr la adhesión plena de los futbolistas que conforman su plantel, que hacen a su equipo.

Hay algo extraordinario en esta foto a fines de noviembre del 2023 que aún no puedo explicar detalladamente, ni a tapas cerradas. Me refiero a la foto de la tabla de posiciones de la eliminatoria, pero también a la de las presentaciones del equipo, la de las victorias importantes que no se daban desde hace mucho tiempo o que nunca se habían dado. Hay algo que, dentro del estadio o frente a las pantallas, me hace sentir poder de juego, convicción de la propuesta, entrega absoluta y efectiva. El 4-3-3 real, duro y puro donde sea y cómo sea, acá y en la cancha y en el lugar que toque. Ese puntero yendo y yendo hasta los confines de la cancha para mandarla atrás, y que a la vuelta está siempre lijando y pasando la línea de la pelota, ese cinco que es el eje central y distribuidor de juego, el que echa culo para meterse entre los centrales, pero el que desde esa misma zona de la cancha se recompone para cortar el fainá y arrancar mientras sus compañeros a sus lados se muestran, juegan y arrancan.

Ilusión empoderada

El martes pasado, después del tercer triunfo en línea que incluyó a Brasil, Argentina y Bolivia, Bielsa dijo estar “muy contento de pertenecer al fútbol uruguayo”, y agregó que está “contento de interactuar con el pueblo”. Pero antes —semanas, meses atrás— había dicho cosas que son reveladoras de su filosofía de trabajo, de su inserción en un país que no es el mismo en el que se crió, pero que es muy parecido, y que de alguna manera son insumos para entender el momento que vivimos los uruguayos con nuestra selección: “Si usted tiene un jugador bueno sin entusiasmo, pero uno menos bueno ilusionado, el menos bueno es mejor que el bueno. Y también, la ilusión no es sólo de los jugadores, sino de una interacción, una conjunción entre el público y el jugador que generan una fuerza que se autoalimenta. Si el público se siente orgulloso de quienes lo representan esa articulación empodera al colectivo que logra esa conjunción.

Uruguay tiene muchos jugadores en la élite. Algo que unifica a los jugadores de élite es que no pierden la pelota y eso que parece un infantilismo o una reducción exagerada es el principio del fútbol: no perder la pelota. El fútbol es a partir de tener la pelota. Uruguay tiene muchos de esos jugadores que no pierden la pelota. No es difícil hacer que interactúen jugadores que tienen como sello identificatorio el no perder la pelota. Luego hay características de los jugadores uruguayos, competitividad, combatividad, coraje, valentía, lucha, en las que no hay que intervenir. Yo no creo que la construcción de un equipo alrededor de estas características, que los jugadores uruguayos poseen, sea difícil”.

¿Esto explica la calidad de las prestaciones de Uruguay en los últimos partidos? Posiblemente nos dé insumos para entender por qué estamos viendo a este equipo tan compacto, solidario, convencido y desarrollando en el campo la idea y la estrategia planteada.

El legado

Hace unos días Bielsa mientras desarrollaba una respuesta puso en palabras algo que sostiene y explica este momento: “Hay una marca notoria en el proceso de Tabárez, quien educó a un grupo de jugadores y después, junto a ese grupo de jugadores, educaron a la generación venidera. La gran riqueza que percibí en el grupo es que están educados los unos a los otros. No se consigue un Darwin Núñez sin un Cavani o Suárez que lo hayan precedido”.

El proceso creciente de la selección uruguaya está secuenciando un proceso de dos o tres generaciones de futbolistas que dieron cuerpo al proyecto de institucionalización de las selecciones nacionales y la formación de los futbolistas. Es ahora, con otra propuesta futbolística, con otro tipo de preparación y relacionamiento que se cierra aquel círculo virtuoso con resultados y sensaciones excepcionales. Los cimientos y los primeros desarrollos fueron preparados por Tabárez, generación tras generación, y ahora se podría decir que su obra fue tomada y ejecutada por Bielsa.

Hay en lo inmediato competencias bien interesantes y con mucha implicancia para los uruguayos en las que Bielsa procurará seguir construyendo hacia arriba con las mismas bases: el Preolímpico y los Juegos Olímpicos de París a 100 años de Colombes, y la Copa América 2024.

En resumen, la alegría del presente y del futuro inmediato no debe hacer que dejemos de lado la importancia de los ciclos pensados para la formación continua de futbolistas de selección.