Por las ventanas del Parque Palermo subió el olor a linimento. El mundo de las mangueras es un espónsor eterno ¿Dónde están esos poetas que hicieron jingles para siempre? Un hincha de La Luz le dio al bombo sin parar. Que hay que ganar, dijo, que no se puede perder más puntos. Otro respondió: “Escupa, escupa”, un dicho que no por baboso deja de ser típico de un cuadro típico, otrora en el ocaso de su vida, hoy transformado en estas empresas nuevas que están como en una apuesta.

El Turco Alejandro Apud volvió a la línea punteada de un equipo en el que hizo creces. Sigue peinando el jopo para el costado como un tic del pensamiento. Sigue sacudiendo las manos cuando camina como si estuvieran mojadas, y saluda familiero a la gente tras el alambre que acompaña al sastre. Una escuela bisagra la del Turco, la vieja escuela y la nueva en un espécimen futbolero por excelencia. El Nacho Ignacio Pallas hasta hace poco se agarraba en el área con algunos que todavía juegan. Tiene algo particular Pallas, habla por lo bajo, es respetuoso Pallas, hasta cuando te arrimaba el hacha lo era.

En las plantillas hay un diferencial en los apellidos: Schiappacasse. Nicolás en diez minutos puso todo, según él, y tras ese 1-0 en 15 minutos pudo empezar a liquidar el partido. Apellidos: de los pies de Urretaviscaya pudo llegar el empate, pero el tiro libre de Jonathan lo pateó otro. En la siguiente jugada llegó el empate en los pies de Cristian Olivera, que corrió más que todos.

Schiappacasse pidió la pelota y no se la dieron porque estaba rodeado. No entienden a los cracks los que no son cracks. A los cracks hay que dársela siempre. Boston River salió con otra convicción al segundo acto. Jugaron ambos equipos un partido intenso. Aníbal Hernández es un jugador para colorear. Ramiro Méndez se convirtió en figura después de tapar el segundo intento de Urretaviscaya.

El árbitro Ferreyra le sacó una basurita del ojo al lateral de Boston River en un saque de banda, en la que fue quizás la más amorosa imagen de la noche. O quizá lo haya sido una bandera con el dibujo de una rosca de chicharrones. Lo cierto es que hubo un tiempo para cada cuadro en el Parque Palermo. El primero, con los de Aires Puros de la mano de Schiappacasse. El segundo, con el sastre de los pies de Urretaviscaya. Sin embargo, fue La Luz el que se lo perdió abajo de los tres palos con Nicolás Royón, que había ingresado para cambiar la pisada. Alguien lo gritó en la tribuna antes de tiempo.

Por insistencia más que por virtudes, La Luz volvió a arrimarse al arco de Santiago Silva con peligro. Primero fueron las cuatro décadas de Carlos Valdez que se interpusieron entre el grito y el silencio. Después fue Hernández, de penal sin discusiones, el que terminó por poner al equipo merengue arriba en el tanteador.

Flor de partido de barrio en el Parque Palermo. Ganó La Luz en el Parque Batlle, festejó Aires Puros.