La carrera de un futbolista comienza cuando decide serlo o incluso antes: la mayoría de los niños varones empiezan a jugar al fútbol enseguida que dan sus primeros pasos. Ese mandato social que responde a la condición de género hace que alrededor de los cuatro o cinco años los niños comiencen a formar parte de un equipo y que cuando apenas cruzaron la línea entre niñez y adolescencia estén jugando en ligas mayores.

Representantes y otros actores captan adolescentes que no viven en la capital y los insertan en cuadros montevideanos para que cumplan en conjunto “el sueño del pibe”. En ese punto entran a jugar las pensiones, las residencias u otros alojamientos que forman parte de las carreras de los futbolistas.

Una historia: María, madre de Santiago, nunca quiso que su hijo hiciera esa movida. Siempre lo apoyó en el fútbol y lo incentivó a jugar, pero deseaba que su hijo se mantuviera como jugador del club Artesano para tenerlo siempre con ella en Colonia. Pero alguien lo vio: sus condiciones sorprenden a cualquiera y un empresario estuvo en el momento justo para encontrarlo y ofrecerle mil y una posibilidades en torno a la pelota. Ese ofrecimiento implicó un alojamiento compartido con otros jugadores para que residiera en Montevideo, y cuando pisó su nueva casa empezó su historia como jugador de Nacional. Este ejemplo es uno de los miles que hubo, hay y habrá. Las opciones de residencia para los juveniles son tantas como los nexos entre los jugadores y los clubes.

Camilo Sánchez, de Peñarol y Brian Paz, de Danubio.

Camilo Sánchez, de Peñarol y Brian Paz, de Danubio.

Foto: Natalia Rovira

Lo que gira alrededor

En diciembre de 2020, Joaquín Corrales tuvo la idea de emprender en el mundo del fútbol y se orientó al alojamiento de futbolistas: armó un emprendimiento en conjunto con Martín Gedanke al que le pusieron el nombre El Hogar del Futbolista y, tal como este indica, el desafío mayor fue construir un hogar.

Joaquín fue reuniendo todo lo necesario para montar una casa, proyectándose de cara a enero de 2021: juntó diez camas, diez roperos, dos sillones, una heladera, un microondas y un televisor. En febrero de 2021 abrió la casa para un solo jugador, Francesco Fiorelli, y empezó encargándose de todas las tareas.

Pronto se sumó un grupo de jugadores que llegaron desde el interior para probarse en Nacional, “pero viviendo con ellos aguanté dos semanas”, confesó Joaquín, en el entendido de que no es fácil encargarse de una decena de adolescentes a los que hay que atender, ir a buscarlos a la terminal de Tres Cruces, encargarse de que desayunen, llevarlos a entrenar, entre otras tantas cosas que se tornaron engorrosas. Fue así que decidió contratar personal que se hiciera cargo de ellos.

Foto del artículo 'El hogar del futbolista: el espacio por donde transitan los sueños de jugadores en formación'

Foto: Natalia Rovira

Joaquín buscó una persona que estuviera en la casa de noche y contrató un servicio de viandas para el almuerzo y la cena, entre otros cambios que facilitaron la estadía de los 18 jugadores que se alojaron en un comienzo en el hogar.

Ponerlo en marcha

Rodney Moreno, el encargado general de la casa, se encarga de que haya una buena convivencia, de que los jugadores tengan buen descanso y una buena alimentación, entre otras cuestiones. Además hace cumplir las reglas; según recordó, al principio colocó carteles con indicaciones y horarios por toda la casa, pero actualmente no es necesario recordarlas asiduamente, por lo que no están escritas en un papel que esté a la vista. “Eso se logró con el pasar del tiempo, juega mucho el día a día”, comentó.

Para Rodney, en ese pasar del tiempo se generó una convivencia muy sana entre ellos. “De todo este tiempo juntos sólo recuerdo un problema real en un partido de ping pong, algo normal entre chiquilines, pero nada más”, sostuvo. A su vez, destacó que son los propios adolescentes los que construyen el contexto familiar que hay en el hogar. “Viven juntos y el fin de semana se enfrentan en los partidos, entonces en la cancha son compañeros porque afuera conviven. El fin de semana, cuando tienen tiempo libre, se van a tomar mate juntos o se van a ver los unos a los otros en los partidos”, contó.

Rodney pasó de ser solamente el casero a ser un referente para los chiquilines. “Esto se llama El Hogar del Futbolista, sabiendo que nadie va a ocupar el rol de padre o hermano pero se trata de que sea lo más parecido posible”, contó quien generó vínculos con los jugadores al punto de compartir asados con sus familias o de pasar las fiestas con ellos.

Foto del artículo 'El hogar del futbolista: el espacio por donde transitan los sueños de jugadores en formación'

Foto: Natalia Rovira

Lo que Rodney destaca de la casa es que “no es la típica pensión, es un hogar”. “Mi hijo vino acá y estuvo en la típica residencia, sé lo que tuvo y lo que le faltó, y eso me sirvió para saber cómo trabajar acá”, explicó. Para él, la clave para tener una buena relación con los padres es mantener una buena comunicación y que tengan las reglas claras. “No son todas las relaciones iguales porque algunos no se acercan, pero han venido un montón de padres y el vínculo es excelente”, comentó en ese sentido.

El grupo de trabajo se conforma, además, por Sandra Biazovsky en las tareas de cocina, Silvia Tellechea en las tareas de limpieza y Martín Escudero como encargado de controlar la casa de noche.

Camisetas de todos los colores

Chequeamos la ubicación antes de dirigirnos al lugar y notamos que no hay cómo errarle: la casa está ubicada detrás de la última parada de ómnibus que hay por 18 de Julio antes de que la calle muera en Bulevar Artigas. Ingresamos y lo primero que se nos presenta es una mesa de ping pong que se ubica por delante de un gimnasio.

Adolescencia y deporte. Diversión y disciplina. La casa es ideal por el tamaño: transitamos por el hall y eso ya es enorme. Además, son buenas la ubicación, la iluminación y la distribución: hay muchas habitaciones. Una escalera enorme, típica de caserón antiguo montevideano, conduce al segundo piso, donde hay una decena de puertas.

Está todo ordenado, aunque sospechamos que se podría deber a nuestra visita, porque el orden no es algo que caracterice a los adolescentes. Comentamos esto y Joaquín nos responde que las tareas de limpieza se hacen durante todo el día y que hay varios mecanismos para mantener el orden, por ejemplo, un canasto para la ropa sucia por habitación.

Lucas Endler, de Central Español.

Lucas Endler, de Central Español.

Foto: Natalia Rovira

Mientras hacemos el recorrido vamos saludando chiquilines que tienen distintas camisetas y que están dispersos por toda la casa en diferentes sintonías: unos hacen ejercicios en el gimnasio, otros meriendan, algunos miran televisión y otros hablan por teléfono con sus familias o entre ellos. Escuchamos conversaciones en portugués y otras con distintos acentos.

Actualmente viven en la casa 50 jugadores. La mayoría juega en Danubio, porque la franja usa este emprendimiento como casa propia: todos los futbolistas del interior que se fichen para jugar en el club viven en El Hogar del Futbolista.

Donde hay adolescentes hay adrenalina, y sobre eso Joaquín recuerda una anécdota. “Una noche me empezaron a llamar porque le había pasado algo al Chaval, un español que juega en Wanderers. Yo estaba en mi casa y me dicen que él no podía respirar, que estaba de color bordó y que estaban llamando al médico. Resulta que se había atragantado con una pastilla, la asistencia médica nos indicó que le hiciéramos una maniobra mientras venían. Se había tomado un Perifar sin agua porque le dolía la garganta y quería que la pastilla le pasara por la garganta para curarlo. Llegué y estaban todos asustados, él estaba rojo, era un caos”, contó, ahora entre risas.

Estar en casa

Todos los futbolistas llegan con distintas realidades y por distintas situaciones. Quienes establecen contacto son los clubes, los representantes o las familias, pero hay algo que termina sucediendo en todos los casos y los encargados de mantener la casa lo destacan: los jugadores se familiarizan al punto de considerar la residencia como su propia casa.

Los uruguayos Enzo Acosta (Miramar), Leandro Pacheco (Montevideo City Torque), Brian Paz (Danubio), Nicolás González (River Plate), Giuliano Maneiro (Rentistas), José Aragones (River Plate), Santiago Brum (Boston River), el colombiano Camilo Sánchez (Peñarol), los brasileños Lucas Endler (Central Español) y Arthur Alves (Peñarol) son algunos de los juveniles que actualmente viven en El Hogar del Futbolista. Entre los que pasaron por allí está el futbolista de la selección sub 20 Renzo Sánchez, que estuvo cuando la casita de Nacional estaba en reformas.

José Aragones, de River Plate, Santiago Brum, de Boston River, Camilo Sánchez, de Peñarol y Lucas Endler, de Central Español.

José Aragones, de River Plate, Santiago Brum, de Boston River, Camilo Sánchez, de Peñarol y Lucas Endler, de Central Español.

Foto: Natalia Rovira

“Si bien los chiquilines vienen por el sueño de ser jugadores de fútbol, están transitando una gran etapa de su vida, por eso es tan importante que pasen bien. A eso apuntamos, incluso algunos que estuvieron pocos meses, por distintas situaciones, siempre recuerdan la casa”, destacó Joaquín.

Los organizadores consideran que para que la casa sea verdaderamente un hogar es fundamental “la parte humana”. Eso es algo que valoran los futbolistas y las familias, que pasan por la casa cuando vienen del interior a ver a sus hijos y lo notan a simple vista. Así lo describe Enzo Acosta, uno de los juveniles que “se siente como en su casa desde el primer día”.

“Una de las cosas que más me marcaron fue cuando uno de los residentes volvió a Artigas y me dijo para hablar: ‘¿Es normal que no me quiera ir?’, me preguntó. Eso te moviliza porque uno conoce situaciones de gente que tiene que venir del interior por trabajo o estudio, pero ellos son chiquilines, y que esta sea su casa te mueve”, agregó Rodney.