A bocinazo limpio, 12 años después del festejo de la obtención de la Copa América 2011, 18 de Julio se colmó nuevamente para recibir al pueblo uruguayo mientras festejaba a pleno.
Tras el pitido final, consagratorio para la selección sub 20, la población capitalina salió como por caminos de hormigas a hacerse escuchar en las calles céntricas, porque nadie se acuerda del frío cuando se antoja celebrar un título mundial.
Los sub 20 de acá
Niñas y niños a pie, cruzando miradas entre las veredas, con sonrisas inabarcables formaban un mosaico compuesto por banderas y camisetas de color celeste. Juana (9) contó que está “emocionada” y que ver a Uruguay campeón “es algo que esperamos 73 años”, por lo que “hay que festejar”. Xiana (12), por su parte, se animó a ver a la selección esta vez porque eran más chicos, y mientras cantaba dijo: “Lo vivo con muchísima emoción, y con mi madre”.
Candombe, plena y abrazo entre amigos que se funden por el festejo de esta proeza juvenil. “Dale campeón, dale campeón”, exclaman desde todos lados y sin gastar esfuerzos por sincronizarse. Celebran abrazados varios grupos, que cada tanto se envalentonan y cortan el tránsito.
El resto se apuntó a un éxodo eterno hacia ambas direcciones de la avenida, porque el destino ya está, ya llegamos. Somos campeones del mundo. Emiliano (16) aseguró que es “emocionante poder vivirlo en familia, para nosotros es algo nuevo. Vi todos los de Uruguay, la semifinal nos la dejaron ver en el liceo, aunque el horario no ayudó nada”, mientras su padre coincide y explica que es la primera vez para todos: “Ninguno de nosotros vivió esto”.
Quizá mañana no sea un día de mucha asistencia a la escuela. Dos compañeras de clase se sueltan la mano de sus padres para llamarse y festejar juntas. Alejandra (11) y Antonella (10) cuentan que les gusta mucho el fútbol, que no son de mirar tanto, pero que con esta sub 20 no se perdieron ni un partido.
Un grupo de primos sigue enojado. Santiago (7), porque “nos dieron 11 minutos de descuento”, Gonzalo (9), porque “nos cambiaron una roja por amarilla”, que eso claramente “no se vale”, y Julia (12), porque le pareció “muy raro ver a mi familia gritando como loca”, pero no sólo hoy, “fue todo el campeonato igual”, bromeó.
Cada tanto hay puntos de descanso para recargar la pintura de cara y de paso saludar a conocidos que se hacen cientos, y después miles. Seguramente los únicos que faltan son los más de 70.000 que fueron a vivirlo en vivo a La Plata. Mientras tanto, acá, asomados por las ventanas de los autos o aglomerados en las cajas de las camionetas y camiones, se ondean banderas de un lado para otro.
Todo el mundo quiere su registro, salen familias con coches y las gargantas secas de gritar que el objetivo se logró y que más arriba no puede estar la celeste. Florencia y Lucía (20) fueron a un bar con sus amigas a ver el partido, festejaron en la Intendencia de Montevideo (IM) y relataron que “fue increíble gritar ese gol a cinco minutos de terminar. Es la tercera vez que llegamos a la final y por suerte se nos dio”.
Epicentro celeste
En la olla a presión de la zona de la explanada de la IM rebotan los vehículos y los peatones gobiernan, coreando que son celestes y que celestes son ellos. Con la calle tomada y blindados contra el frío salen a la cancha del festejo los titulares de siempre, jugando en dos líneas de tres: bombo, platillo y redoblante; chico, piano y repique; y son protagonistas nuestros ritmos tradicionales.
Aparece una pelota y la multitud entiende que la dinámica es un “que no caiga” colectivo, que cede frente a la afición pidiendo un minuto de silencio, primero para Italia, después para la FIFA. Un cántico sustituye al otro y como en el fondo nos gusta copiar todo, la gente se subió a las columnas y semáforos emulando el festejo de nuestros vecinos en diciembre, cuando se consagraron con la selección mayor.
Cuando parecía que los festejos culminaban, fueron los jóvenes los que reavivaron la llama. Me invitaron a que fuera a cantar con ellos, que algún amigo encontraremos y que de la mano de la sub 20 todos la vuelta vamos a dar, mientras agitaban paraguas azules y blancos.
Entre globos blancos y celestes un canto nuevo emergió, una confirmación: “Ya volvimos, ya volvimos, ya volvimos otra vez, ya volvimo' a ser campeones como la primera vez”.
Vivir para contarlo
A contramano de una jovial arenga, apostado en la esquina de Joaquín Requena se encuentra Walter Nelson Soto (68), exfutbolista, que emocionado contó: “Estoy pasando por un problema de salud, pero salí igual a festejar, estas cosas ayudan mucho, me siento realizado”.
Soto integró los planteles juveniles de Defensor Sporting previo al primer Campeonato Uruguayo en 1976, recuerda que sus compañeros Gerardo Caetano y Fernando Álvez lograron el Sudamericano sub 20 de 1977 y luego participaron en el Mundial de la categoría en Túnez y quedaron cuartos tras perder el encuentro por el tercer puesto contra Brasil. “Estos gurises hicieron lo que nosotros no pudimos, esto para mí es la gloria y lo estoy disfrutando como nunca”, destacó.
Soto se definió como “futbolero viejo e hincha del fútbol”, hijo y padre de futbolista, analizó el desempeño de la sub 20 y detalló que el triunfo se dio porque pusieron lo que hay que poner, “sólo con buen pie no alcanza, hay que tener corazón”.
“La garra charrúa es parte de esto, de la gente que ves acá. [Marcelo] Broli es muy buen DT y el Ruso [Diego Pérez] le puso su impronta. Esos jugadores son los que tenés que tener”, argumentó Soto.