De algo están seguros en Israel pase lo que pase con su selección sub 20: ya han hecho historia. El Mundial juvenil se ha transformado para los israelíes en un evento del que todos hablan, incluso los menos futboleros. El historial de ilusiones perdidas por otros seleccionados a lo largo de la historia hacía que llegaran a este Mundial sin mucha expectativa. La previa fue contradictoria: por un lado, era la primera vez en la historia que se clasificaban a un Mundial de la categoría y eso los transformaba en novatos; pero, por otro, llegaron siendo los subcampeones europeos y eso los convertía en un rival de cuidado.

Eso dentro de la cancha. Afuera, que también es parte del deporte, el Mundial debió cambiar de sede porque el gobernador de Bali y otras autoridades de Indonesia se negaron a recibir a la delegación israelí. El boicot a deportistas de Israel no es algo nuevo, tal como apunta el uruguayo Diego Kopelman, que trabaja como preparador físico en el país. Quizá por eso no tuvo tanta repercusión mediática, sumado a que la noticia trascendió en los días de protestas constantes en contra de la reforma judicial propuesta por el primer ministro, Benjamin Netanyahu. “Se habló, pero no fue tanta repercusión antes del Mundial. Al final le vino como anillo al dedo, porque se juega en Argentina y allá todo fluyó bien. Me imagino que en Indonesia iba a haber un ambiente hostil; por el contrario, en Argentina reciben el apoyo de la comunidad judía”, sostuvo Kopelman.

El periodista deportivo israelí Uri Levy explica también lo sucedido con el cambio de sede: “El cambio terminó siendo bueno para nosotros. Para Israel, Argentina es un mejor lugar para jugar. En Indonesia podría haber algunas complicaciones teniendo en cuenta que es un país con el que no hay relaciones diplomáticas. Además, Argentina es un país muy futbolero y con una gran población judía viviendo allí”.

Sobre las expectativas en la previa del torneo, Levy define la situación como una “rara historia fantástica” y así lo explica: “Esta generación es especial porque aporta una nueva actitud al fútbol de Israel, algo que nunca habíamos experimentado: jugar sin sentimiento de inferioridad contra ningún equipo. Esta sensación de que puedes ganarle a cualquiera es algo muy diferente de lo que ha ocurrido con las selecciones nacionales israelíes a lo largo de la historia”.

“Al revés de la historia de Israel”, dice Kopelman. “La historia es que Israel es el típico equipo que hace buenos partidos, incluso contra rivales mejores, pero siempre termina recibiendo goles. Esta generación es todo lo contrario”.

Épica no le ha faltado a esta selección sub 20; comenzaron con una derrota frente a Colombia recibiendo un gol en el minuto 90; en el segundo partido Senegal les empató en el minuto 80. Con esos resultados se jugaban sus chances contra Japón, que comenzó ganando con un gol en la última pelota del primer tiempo. Pero Israel lo dio vuelta en el minuto 90+1. Aún más tarde llegó el gol con el que vencieron a Uzbekistán en octavos: Anan Khalaili convirtió en el 90+7. El antecedente más inmediato es la sorprendente victoria sobre Brasil 3-2, con alargue incluido.

Kopelman y Levy no dudan en señalar al entrenador Ofir Haim como la pieza clave detrás de este proceso. Kopelman describe la relación como “paternal” y sostiene que un DT tan influyente en sus jugadores no es algo que se vea habitualmente en el fútbol de Israel. Levy habla de Haim como alguien muy expresivo: “Habla mucho sobre sus emociones, llora sin problemas en las entrevistas, y esa carga emotiva que ha impreso ayudó a que el país conectara con este equipo”.

Sin su máxima figura, Oscar Gloukh, volante que juega en Salzburgo y no fue cedido, se han hecho fuertes gracias a la idea de equipo. Kopelman piensa que es así y comenta: “Son muy fuertes como equipo, no tienen grandes figuras, pero sí juegan todos juntos, cada uno sabe lo que tiene que hacer y nunca se rinden”. Levy aclara que no cree “que esta generación sea más talentosa que otras, sencillamente se la ve más unida, más convencida detrás del objetivo de hacer felices a los israelíes. Son tiempos difíciles en el país, políticamente, socialmente y hasta económicamente. Pienso que estos jugadores están contagiando alegría como ningún otro antes, y eso es algo digno de ver”.

Fútbol, lenguaje universal

Abordar la historia de Israel no es tarea sencilla, y pensar que el fútbol transita un camino diferente a los hechos sociales es un error. Israel vive tiempos agitados. En las últimas elecciones volvió a imponerse Netanyahu y formó gobierno aliándose con partidos de extrema derecha como Poder Judío y el Partido Sionista Religioso. Su primera medida fue una polémica reforma judicial con la que el Parlamento israelí aumenta el control sobre jueces y magistrados. Eso hizo volcar a cientos de miles de israelíes a las calles, en protestas que se han hecho semanales y todavía continúan. En determinado momento surgió alguna manifestación en apoyo al gobierno, y allí, en primera fila, estaban los ultras de un equipo de fútbol, Beitar Jerusalem. En los últimos días de mayo, Beitar Jerusalem ganó la Copa Israel y Netanyahu no se perdió la oportunidad de fotografiarse con el plantel campeón, porque como buen representante de la derecha es hincha de Beitar. Otros ex primeros ministros, como Ehud Ólmert y Ariel Sharon, también frecuentaban el palco del Teddy Stadium donde juega el Beitar.

En Israel los nombres de los equipos declaran intenciones. Beitar es un movimiento juvenil sionista surgido en la década de 1920, fundado por judíos letones. El nombre responde a dos significados: Betar es el nombre del último fuerte que quedó en pie durante la rebelión de Bar Kojba, en tiempos de las guerras judeorromanas del siglo II. Esas rebeliones tienen un especial significado en la lucha por la independencia de Israel. El otro significado de Betar es como acrónimo de la frase en hebreo para “Alianza Yosef Trumpeldor”. Figura reivindicada por grupos de sionistas tanto de izquierda como de derecha, Trumpeldor fue un judío nacido en el imperio ruso que emigró a Palestina antes de la Primera Guerra Mundial. Allí organizó la que se considera la primera legión judía desde Bar Kojba: el Cuerpo de Mulas de Sion, que realizaba misiones de apoyo al ejército británico en la zona.

Hinchada de Israel, el 3 de junio, durante el partido con Brasil en el estadio Bicentenario en San Juan.

Hinchada de Israel, el 3 de junio, durante el partido con Brasil en el estadio Bicentenario en San Juan.

Foto: Marcos Urisa, EFE

Los ultras del Beitar se hacen llamar “La Familia” y están siempre atentos a reivindicar algunas líneas de conducta del club, por ejemplo, la no contratación de jugadores árabes. Es el único club de Israel que tiene esa política. El medio británico The Observer hizo hace años una investigación al respecto y recogió declaraciones como “Si algún día un árabe juega en el Beitar, lo quemamos a él y quemamos el club”. En Netflix se puede encontrar el documental Forever Pure, que cuenta la historia de dos jugadores chechenos –que, por las dudas, nada tienen de árabes, pero eran musulmanes– que en la temporada 2012-2013 ficharon por el club. Miembros de La Familia, descontentos por esta decisión, llegaron a prender fuego parte de su propia sede: el lugar donde estaban los trofeos del club. Más recientemente los hinchas boicotearon la venta de 50% del club a un miembro de la familia real de Abu Dhabi. Esa jugada fue una de las primeras consecuencias de los “Acuerdos de Abraham”, una movida diplomática impulsada por Donald Trump que logró la firma de tratados entre Israel, Emiratos Árabes y Bahréin para restablecer relaciones diplomáticas y comerciales. El acuerdo no prosperó.

En ese equipo supieron jugar los uruguayos Cristian Kily Rodríguez, Sebastián Vázquez y, un par de partidos, el Loco Sebastián Abreu. En Beitar es donde juega el capitán de la sub 20, Ilay Madmon.

No hay muchos Beitar en el fútbol israelí, en primera división sólo el de Jerusalén. Su clásico rival es el Hapoel. Hapoel en hebreo significa “obrero” y surgen en su mayoría de sindicatos, movimientos obreros u organizaciones laicas. Durante un tiempo hubo socios descontentos con el manejo del Hapoel Jerusalem, el equipo histórico de la Histradut (organización de sindicatos de Israel), que armaron un nuevo equipo llamado Hapoel Katamon: fueron un club de puertas abiertas, tuvieron en su directiva a una mujer, inédito en otros clubes, los banderines llevaban los colores LGBT y además era un lugar de encuentro entre israelíes y palestinos. El equipo fue disuelto en 2020.

El otro nombre popular entre equipos es Maccabi, que hace referencia a la tribu hebrea de los macabeos, que tuvo a tres hermanos como héroes: Judas, Jonatán y Simón; este último logró un Estado judío independiente en el 142 a. C. Dice el periodista español Toni Padilla que “los Maccabi suelen ser de derecha, pero no tanto como el Beitar”. Todos los Maccabi del mundo están bajo el paraguas de la Unión Mundial Maccabi, que tiene entre sus principales actividades la organización de los Juegos Macabeos. En la última edición Uruguay salió campeón en fútbol masculino venciendo entre otros a Israel, una selección sub 17 que tenía algunos de los jugadores que hoy son parte de la sub 20 que enfrentará a Uruguay.

Integración desde el vestuario

Cuando habla del plantel mundialista de Israel, Levy hace referencia a la convivencia de jugadores árabes, judíos, musulmanes y cristianos. Aporta un dato interesante: “Los árabes son la quinta parte de la población de Israel, pero en fútbol son un tercio de los jugadores”. El club árabe más famoso en Israel es el Bnei Sakhnin y su ídolo máximo Abbas Suan. Considerado por algunos el mejor jugador palestino de la historia, ayudó a su equipo a ganar su único título importante: la Copa Israel de 2004. Suan es hijo de desplazados de la guerra de 1948 y como futbolista llegó a jugar por la selección de Israel. En la eliminatoria para Alemania 2006, en la que Israel terminó invicto en un grupo con Suiza y Francia, pero quedó tercero por diferencia de goles, Suan en entrevista con CNN se definió así: “Soy palestino porque tengo muchos hermanos y primos en los países árabes y soy israelí porque vivo aquí y no salgo de mi tierra. Seguí mi carrera para representar a la comunidad y para acercar a dos grupos de personas. Pagué un gran precio personal, pero estoy satisfecho”.

Unos años después de Suan, llegó a la selección Vibras Natkho, formado en las juveniles del Hapoel Tel Aviv, quien se transformó en el primer musulmán en llevar el brazalete de capitán de la selección mayor.

Si bien hay casos de éxito, la integración y la relación entre el fútbol palestino y el fútbol israelí son complicadas. Muy pocas veces se puede disputar la Copa Palestina que enfrenta al campeón de la Franja de Gaza con el de Cisjordania, porque las autoridades israelíes no permiten el paso de todo el plantel del equipo gazetí. O como ocurrió en 2016, cuando la Federación Palestina pidió la expulsión de la Federación de Israel por permitir que equipos fundados en asentamientos ilegales en territorio palestino compitieran en torneos de Israel. En aquella ocasión un recién asumido Gianni Infantino dijo: “El fútbol no puede solucionar un conflicto de 10.000 años”.