El inicio fue parejo y poco claro. Ninguno de los equipos logró elaborar una jugada peligrosa en el área rival y los numerosos errores por lado impidieron distinguir sus propuestas de juego. Wanderers intentó salir en corto atrás, pero rápidamente jugó pelotazos frontales que no encontraron destino. Peñarol presionó arriba, quiso asociarse un poco más que su rival en el medio, pero estuvo lejos de poder concretar buenas decisiones en el último tercio.

El carbonero tuvo más presencia en el área del local, pero las situaciones generalmente derivaron en una serie de rebotes o imprecisiones en los que no pudo sacar un remate claro. Lo más parecido a chances de gol fueron un par de tiros muy lejanos de la visita que no estuvieron cerca de inquietar el arco de Mauro Silveira. Así pasó la primera media hora.

Ya cerca del final del primer tiempo, Wanderers logró combinar por dentro tocando por bajo y consiguió la primera jugada de verdadero peligro del encuentro. Un par de buenos pases derivaron en un mano a mano de Sebastián Figueredo con Thiago Cardozo, en el que ganó el golero carbonero y salvó a su equipo.

El peligro en contra destrabó a Peñarol, que tuvo un par de acercamientos en el área, en los que a sus delanteros les faltó muy poco para rematar al arco. La fórmula para lastimar fue recuperar alto y contragolpear en velocidad. Cada vez lo hizo mejor, pero no fue lo suficientemente bueno como para abrir la defensa de Wanderers de forma sistemática.

Peñarol salió más decidido al segundo acto. No sólo mejoró la calidad e intensidad de su presión alta, también estuvo más cerca de acertar al arco rival. Sin embargo, no duró mucho. Wanderers le agarró rápido la mano a la presión y empezó a circular mejor la pelota en salida, dejó de apostar tanto por dividirla. La presión más alta del carbonero con relación al primer tiempo permitió que el local contara con más espacio en el centro del campo y pudiera encontrar más fácilmente pases entre líneas para progresar.

Matías Arezo, de Peñarol e Ismael García, de Wanderers, el 24 de junio, en el Parque Viera.

Matías Arezo, de Peñarol e Ismael García, de Wanderers, el 24 de junio, en el Parque Viera.

Foto: Camilo dos Santos

De todas formas, el partido aún estaba lejos de ser bueno. Ninguno de los equipos se impuso, ni logró realmente incomodar a su rival. Poca capacidad de asociación de parte de ambos en los últimos metros y casi nula creatividad individual. El único que se salió del libreto fue Matías Arezo con un gran tiro libre que Silveira salvó de gran forma.

Ante la falta de algo diferente, los técnicos acudieron al banco en busca de mayor calidad en el último tercio. Sergio Blanco mandó a la cancha a Nicolás Albarracín y Juan Manuel Olivera puso a Carlos Sánchez. Sin embargo, los cambios de cara no cambiaron la dinámica.

El trámite siguió siendo más de esfuerzo que de lucidez, hasta que Wanderers tuvo un chispazo final que pudo cambiarlo todo. Un rápido contragolpe a puro toque, que desestabilizó completamente a la defensa de Peñarol, dejó a Facundo Milán cara a cara con Cardozo, pero el delantero desentonó de la tónica de la jugada y tiró la pelota muy lejos del arco. Los minutos finales fueron de golpe por golpe, quedaron espacios y los dos fueron a ganarlo, pero ninguno volvió a estar cerca. Fue empate sin goles y desilusión para ambos equipos, urgidos por una victoria.

Con este resultado, Wanderers acumula cinco partidos sin ganar en el Campeonato Uruguayo y aún no gana en el Torneo Intermedio. El escenario reciente de Peñarol es muy similar, cuatro partidos sin ganar en lo local y seis sumando la actividad internacional. Con esta igualdad, logró su primer punto en el Intermedio, en el que no ganó todavía, y desaprovechó la oportunidad de volver a sacarle cuatro puntos de ventaja a Nacional en la Tabla Anual, en la que los carboneros siguen siendo líderes.