Después de igualar 2-2 en la revancha, segundo empate en los dos partidos, Boca Juniors avanzó a cuartos de final eliminando a Nacional en la definición por penales, en la que le ganó 4-2.
Boca estuvo dos veces en ventaja: primero, con gol del sanducero Miguel Merentiel a los 12 minutos del primer tiempo, y después, al inicio del complemento, con anotación del peruano Luis Advíncula. Nacional respondió y logró el primer empate por parte de Alfonso Trezza en el primer tiempo y después, a la media hora del segundo tiempo, el empate definitivo lo puso Juan Ignacio Ramírez.
“¡Acá tenemos que ganar! Tírenlo como quieran, pero decididos”, les dijo a los gritos Álvaro Gutiérrez antes de los penales y después de aquel emotivo 2-2, las dos veces empatado de atrás. Pero la arenga no aseguraba la definición feliz de los suyos ni las equivocaciones de los rivales, que casi no fallaron.
Fue un buen partido y una buena serie de Nacional, que en La Bombonera debió soportar un asedio esperable de los xeneixes. Lo aguantó el bolso con todo lo que pudo, y consiguió revertir dos veces momentos críticos de estar perdiendo, pero no logró, finalmente, pasar de la frontera de los 11 pasos.
En llamas
En la caldera del diablo, cuando la versión posmoderna del canto gregoriano llevaba al templo boquense en andas con el “¡dale, dale, dale, Bo!”, Nacional sorprendió con una postura sólida, segura y sin inmutarse ante tamaña situación, coronada por el debut de Edinson Cavani con la camiseta oro y azul, lo que funcionaba como potenciador de las expectativas y los alientos.
Fue buena esa primera impresión de un partido muy, muy largo, aunque todo se derrumbó, o pareció derrumbarse, cuando a los 12 minutos Barco jugó, apenas pasado el círculo central, una pelota hacia la derecha para el peruano Advíncula, que trepó haciendo equilibrio por la línea y mandó un centro de buena factura que encontró más próximo al segundo palo a Merentiel, que, casi en el área chica, cabeceó de pique al suelo y venció irremediablemente a Salvador Ichazo.
Seguro pintó bajón. ¿Cómo en un partido tan trascendente, el más importante de la temporada, podía haber una cadena de fallas defensivas de las que se dan en séptima cuando uno está entendiendo cómo caminar por esos 7.000 metros cuadrados?
Un golpe devastador por el gol, por lo temprano que sucedió, pero además, en cuanto al funcionamiento y al colectivo, por los espacios libres y la zona sin marca que dejó el elenco tricolor para que tanto Advíncula como Merentiel pudiesen hacer lo que querían con la pelota.
Apenas cuatro minutos después, y casi con el mismo argumento con el que llegó el gol de Boca, apareció el empate de Nacional. Un capolavoro de Diego Zabala, que salió jugando desde su cancha, fue avanzando ligeramente volcado hacia la izquierda y habilitó a Gabriel Báez, que levantó la cabeza, aprontó la zurda y mandó un centro perfecto para que Trezza metiera un cabezazo infernal venciendo a Chiquito Romero.
Esa neutralización inmediata del partido por parte de Nacional cambió el juego: les dio potencia y seguridad a los uruguayos y enlenteció el juego de los argentinos, que empezaron a fallar en sus conexiones, en los pases y se desacomodaron en la defensa.
El partido, a pesar de la parafernalia de la nación boquense que empujaba a sus futbolistas a viva voz, se emparejó nuevamente y Nacional, ordenado y con mucha concentración, se plantó en la media cancha, generó acciones de ataque y hasta dispuso de una oportunidad para el segundo cuando Bruno Damiani definió ante Romero, pero el arquero argentino impidió el gol.
Desde los goles hasta el fin del primer tiempo estuvo mejor Nacional, que no sólo controló a los locales, sino que metió algunos ataques peligrosos.
Repetir sin repetir
¿Cómo extender después del descanso, después de las reflexiones del vestuario, de las indicaciones y tribulaciones, el momento y la forma de competir que había tenido Nacional en la boca de aquel volcán?
Seguro, la idea, las indicaciones y las voces de aliento se encaminaban a seguir así. Seguro, resonaron decenas de “¡estamos bien!”, “¡hay que seguir así!”. Pero no hay una automatización tal en los comportamientos humanos, en los colectivos. No hay un enter para jugar igual, para entrar igual. No hay un botón de repetición, y enseguida se comprobó: de entrada, nomás, al inicio el segundo tiempo Nacional cruzó el semáforo en rojo sin las más básicas precauciones, sin atención ni concentración, y fallando por triplicado permitió el segundo gol de Boca cuando un zurdazo esquinado de Advíncula anotó poner el 2-1. Falla en la marca por la derecha, falla en la marca por la izquierda y falla garrafal cuando la jugada parecía morir. El Chori Castro chingó en su intento de despeje y se la dejó de frente al peruano, que eligió una gran definición, realzada por el movimiento final de Cavani, que la quiso dejar pasar y la globa se coló entre mil piernas.
Esta vez Boca encontró la tranquilidad que no había tenido en los 140 minutos anteriores, y Nacional empezó a desnudar falencias y carencias para la alta competencia.
El equipo de Álvaro Gutiérrez empezó a ser superado en todas sus líneas, y Boca flirteó con el tercero en varias oportunidades. Cavani erró casi al lado del arco, Medina la reventó contra el travesaño, Barco puso en acción a Ichazo.
Parecía que estaba feazo para Nacional, que ya había puesto a Franco Fagúndez, a Emmanuel Gigliotti y a Ramírez, pero en la media hora Didi Zabala volvió a conducir con muchísima capacidad en campo contrario, eligió abrir en profundidad como cuchillo caliente en manteca hacia la derecha, y estuvo magistral el floridense Trezza dejándola pasar para que Leandro Lozano llegara como en patineta hasta el fondo y metiera un centro atrás que después del intento de corte de Romero le quedó a Ramírez para empujarla al gol con la zurda.
Iba media hora del segundo tiempo y ese cuarto de hora final fue un infierno para los tricolores, que no lograban tener la pelota y fracasaban reiteradamente en su postura defensiva ante los machacones embates boquenses, empujados por miles de voces que no dejaban de repetir como una oración en el templo el “dale, Bo; dale Bo” que pedía la victoria.
Al final, las oraciones tuvieron su correlato en los penales, en Chiquito Romero y en el triunfo definitivo alcanzado por Barco.