Luis Suárez recibió en Miami a Rafa Cotelo, Jorge Piñeyrúa, Mariano López y Pablo Fabregat, integrantes de La mesa de los galanes (FM Del Sol). El Luis contó que Inter de Miami será su último club, que aplicó lo que en terapia había aprendido y se apoyó en su compañera Sofía Balbi cuando Marcelo Bielsa no lo citaba para la selección, que retirarse de la celeste en la Copa América sería el broche perfecto, que no será entrenador y que es posible que cuando se retire acepte alguna de las tantas ofertas que ha tenido para hacer una docuserie sobre su vida, entre otros cosas más.

Fue una entrevista enriquecida por la interacción absolutamente distendida y en confianza, que además tuvo situaciones casi increíbles, como que un pelotazo de una casa vecina dio de lleno en vasos al lado de Suárez, que quedó con vidrios rotos en sus piernas.

El tipo te rompe el alma con realismo, pero igual te estira la esperanza: “Inter Miami es el último club de mi carrera. No puedo ser más sincero. La familia ya lo sabe”. Sí, si bien la fecha aún no está resuelta, es el último paso, aunque acaba de llegar y todavía no ha jugado oficialmente.

De aquí a la eternidad

Y te sigue cacheteando con la realidad a los que soñamos con su eternidad: “Sería como el broche perfecto a la carrera que hice en la selección. Mil veces me arriesgué, viví momentos únicos con la selección y sería lo ideal, pero depende mucho de mi trabajo dentro de la cancha. Bielsa se basa mucho en la intensidad, en la entrega del jugador, en los trabajos tácticos y ya me lo dejó demostrado. En la primera conferencia dijo que hay jugadores que no precisan tiempo de trabajo para entender lo que él pide y después me dijo a mí: 'En cinco minutos hiciste lo que yo vengo pidiéndoles a jugadores hace meses'. Eso para mí fue una satisfacción de decir ‘hay cosas que no puedo hacer como lo hace otro jugador, pero está en la inteligencia interpretar lo que me está pidiendo el entrenador’; él pedía unas cosas y me felicitó en ese momento”.

Con emoción recordaron su vuelta a la celeste, aquella que en la diaria quedó recogida así: “Como un relato fantástico, como una línea de Onetti, como un soneto de Juana, Darwin fundió su festejo de gol con el abrazo de encuentro y despedida con Luis Suárez, que ya con el brazalete de capitán, que presurosamente le había dado Josema, se preparaba para entrar con una banda de sonido conformada por las voces de miles de uruguayos que lo ovacionaban”.

No, no se la leyeron, pero quedaba bien. Los galanes le preguntaron si se había dado cuenta lo que había sido ese momento, y entre ellos agregaban sensaciones tipo “fue un momento nivel gol”, “hubo gente que pagó la entrada sólo para verte en ese momento” o “les dije a mis hijos: vas a ver que este hijo de puta entra y los clava”.

“Me di cuenta. Son esos momentos en los que vos pensás: ¡guau, lo que estás viviendo, lo que generás para la gente, Uruguay ganando y generás esto! Si ya no voy más en la selección, esa última imagen para mí fue un premio y una de las mejores sensaciones de mi carrera”, concluyó Suárez.

Psicología

“Mi mujer [Sofía] es la que me banca todo. Yo aprendí después de 2014 que me guardaba las frustraciones y las sensaciones deportivas, y después empecé un tratamiento con una psicóloga y te das cuenta que si te guardas las cosas, peor es. Yo le contaba a Sofi las sensaciones que tenía y quería un porqué. Después fui consciente y digamos que asumí lo que pasó. Bastante bien para lo que era mi carácter”, comentó el Luis.

Es tan grande Suárez que incluso habló de su ser de Nacional y su respeto a Peñarol. “Siempre quise ser recordado como jugador de la selección. Desde el principio dije que venía por el cariño de la gente, pero con el respeto que le tengo al hincha de Peñarol. El jugador-hincha de Nacional siempre quiere gritarle un gol al hincha de Peñarol, pero yo no porque le tengo respeto. Yo siempre les tuve respeto a los hinchas de Peñarol”, sintetizó al respecto.

No estoy preparado para escuchar que algún día Luis Suárez ya no va a jugar, ni va a volver a ponerse la celeste, pero hay que madurar. No te vayas, Luis, dejate de cosas.