Puede ser que el fútbol esté emparentado históricamente con la violencia, pero, en esencia, el juego del fútbol no tiene nada que ver. El fútbol, en este caso, aparece como el rehén de la violencia. Violentos son los violentos, fútbol es fútbol. Ante la ola de denuncias y confirmaciones de abusos sexuales, vale la pena retroceder en el tiempo para encontrar otros hechos similares que involucran a varones futbolistas. En algunos de esos casos, los tipos son reducidos de sus penas o incluso logran salir en libertad tras pagar una fianza hasta de un millón de euros, como puede llegar a pasar con Dani Alves.
En las últimas horas se reavivó el caso de Robinho. El futbolista, catalogado en algún momento como el nuevo Pelé, fue sentenciado en 2017 por la Justicia italiana a nueve años de prisión tras una violación grupal a una joven albanesa, ocurrida en 2013, cuando el jugador vestía la camiseta del Milan. Robinho se fugó a su país, donde pudo permanecer en libertad, ya que la condena era en territorio italiano. Desde el jueves de la semana pasada se sabe que la Justicia brasileña ha homologado la sentencia y ha acatado la orden de arresto que se hizo efectiva para que el brasileño empiece a cumplir su demorada condena.
En Godoy Cruz, de Mendoza, también detuvieron a dos varones de la reserva por la confirmación de la violación grupal que habían cometido tiempo atrás contra una joven. Los futbolistas fueron desafectados del club con un comunicado. El hecho se confirmó días después del revuelo causado por los jugadores de Vélez Sarsfield que violaron en manada a una periodista tucumana. En este caso, los cuatro, incluido Sebastián Sosa –que fue declarado en libertad hasta que salga la sentencia en 90 días–, deberán pagar una suma de 50 millones de pesos argentinos. Sosa, el único con posibilidades de irse a su casa, quiso abonar en dólares, algo que fue rechazado, por lo que aún continúa privado de su libertad en Tucumán.
Sin ir más lejos, Diego García, futbolista uruguayo con pasado en Juventud y Tacuarembó, hoy en Liverpool, fue acusado de abuso sexual con acceso carnal cuando jugaba para Estudiantes de La Plata por una jugadora de hockey del club. El futbolista pudo haber firmado por Nacional en 2023, pero el entonces presidente José Fuentes, a pesar de “creer en el principio de inocencia”, decidió desestimar esa posibilidad.
Estos casos no son los únicos en la historia del fútbol: los Pumas de México, donde jugaba Dani Alves al momento de ser detenido, han atravesado además las instancias de Arturo Palermo Ortiz, quien fuera denunciado por violación meses después que Alves, y también de Marco García, joven del club que fue suspendido mientras se realizaban las investigaciones por acoso sexual a una integrante del club, pero luego de esta sanción, además de una económica, volvió a la actividad.
El mismo Neymar vio cómo se rompía su contrato con Nike tras una denuncia de una empleada de la marca que aseguró haber sufrido una agresión sexual del jugador. En ningún momento el brasileño fue condenado. En 2019, una modelo presentó en San Pablo una denuncia contra la estrella por haberla violado en un hotel de París. Neymar siempre se declaró inocente y reconoció que mantuvo relaciones sexuales con la mujer, pero consentidas. La querella fue archivada por la Justicia brasileña, a petición de la fiscalía, que alegó falta de pruebas y algunas contradicciones en la versión de la víctima, quien incluso fue investigada por falsa denuncia y extorsión.
Uno de los casos más llamativos de Brasil y del mundo es el de Alexi Stival, Cuca. El entrenador, exjugador de Gremio, entre otros equipos de Brasil, violó a una menor de 13 años junto a otros tres compañeros de equipo en Suiza a fines de los años 80. Tras pasar 30 días detenidos, fueron puestos en libertad condicional. Dos años más tarde, Cuca, que siempre negó su participación, fue condenado a 15 meses de prisión que nunca llegó a cumplir. El entrenador asumió como técnico del Corinthians en 2023, 30 años después, pero tuvo que renunciar a la semana por presiones de la hinchada respecto a ese hecho.
Incluso el portugués Cristiano Ronaldo fue acusado por la modelo estadounidense Kathryn Mayorga de haberla violado en un hotel de Las Vegas. La mujer reclamó el pago de una indemnización cercana a los 200 millones de dólares. En 2019, la Justicia estadounidense decidió no emprender acciones legales por vía penal por falta de pruebas. En Inglaterra el caso más conocido es el del francés Benjamin Mendy, quien sorprendentemente fue declarado inocente de seis casos de violación y uno de agresión sexual, según dictaminó la corte de Chester, Inglaterra. El futbolista fue suspendido como jugador del Manchester City. Dos años después, se unió al Lorient de la Ligue 1 de Francia. También en Inglaterra se conocen los casos de Ched Evans y Adam Johnson, ambos por violación. Evans fue acusado de violar a una chica cuando jugaba en el Sheffield United. La sentencia salió en 2012 y fue condenado a cinco años de prisión, de los que cumplió dos. Johnson fue condenado a seis años de cárcel por abusar de una menor de 15 años cuando él tenía 27. Pasó tres años en prisión y no volvió a fichar por ningún equipo.
En España, uno los casos más conocidos es el de Santi Mina, condenado a cuatro años de prisión por abuso sexual a una joven. El Celta de Vigo decidió en ese momento extinguir el contrato con el jugador, quien se marchó a jugar a Arabia Saudita. Rubén Castro, exjugador del Betis, fue juzgado por siete delitos de malos tratos y uno de agresión sexual a su expareja. Se enfrentó a una petición de condena de entre cuatro y ocho años, pero tras pagar una fianza de 200.000 euros, quedó absuelto. El caso de los jugadores de la Arandina es otro de los mojones del fútbol español en este sentido: Carlos Cuadrado, Víctor Rodríguez y Raúl Calvo fueron sentenciados a 38 años de cárcel por agresión sexual a una adolescente de 15 años. Sin embargo, en 2020 el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León absolvió a uno de los exjugadores de la Arandina y rebajó sustancialmente la pena a los otros dos, al considerar que el delito cometido fue de abusos y no de agresión.
Braulio Nóbrega fue arrestado en 2011 por una agresión sexual, se declaró culpable y fue despedido por el Real Zaragoza. Evitó la cárcel al llegar a un acuerdo cercano a los 12.000 euros por daños y perjuicios. En diciembre de 2021, fueron condenados dos jugadores del Villanovense, Álvaro González y José Antonio Espín, y un tercero del filial del Celta, Daniel Muñoz, por abusar sexualmente de una mujer. Los hechos ocurrieron en 2018 en una celebración del equipo. Los dos futbolistas del Villanovense fueron condenados a seis meses de prisión, además de la prohibición de acercamiento y comunicación por un año, mientras que el del Celta, a un año de prisión y la prohibición de acercamiento a menos de 200 metros y comunicación con la víctima por un año.
En Francia, el delantero Brandao fue procesado por un presunto delito de violación en 2011, a partir de la denuncia presentada por una joven de 24 años a la que conoció en una discoteca cerca de Marsella. El entonces futbolista del Olympique de Marsella, que llegó a ser detenido por el caso, admitió haber mantenido relaciones sexuales con ella en su vehículo, pero negó haberla forzado. La Justicia francesa archivó la denuncia un año después alegando contradicciones e incoherencias en el testimonio de la víctima. En Italia, otro brasileño, Alessandro Faiolhe Amantino, más conocido como Mancini, fue condenado en 2011 por un tribunal de Milán a dos años y ocho meses de prisión por haber violado a una joven que conoció durante una fiesta de su compatriota Ronaldinho en 2010. El exjugador de Inter y Roma se aprovechó del estado de embriaguez de la joven y la obligó a mantener relaciones sexuales varias veces, y llegó a provocarle lesiones. Mancini negó las acusaciones y aseguró que fue consensuado.
Finalmente, Achraf Hakimi, la figura del Paris Saint-Germain y del último Mundial de Catar con la camiseta de su selección, Marruecos, fue imputado por un caso de violación. La denuncia fue en febrero de 2023. La situación fue un quiebre en el matrimonio con la actriz Hiba Abouk, quien, en el momento de la violación, se hallaba de vacaciones en Dubái con los hijos de la pareja. Hoy la demanda de divorcio alcanza niveles escandalosos con cifras millonarias y el lateral de la selección de Marruecos es señalado por prácticamente no tener bienes a su nombre, sino al de su madre, a quien saludó en el Mundial de Catar en una imagen que recorrió el mundo.
Los casos de abuso sexual, acoso, violación y violación en manada nos interpelan como pueblo futbolero. Por un lado, aparecen los llamados a Dios, los pactos de silencio y el amor de la familia, que, en general, siempre cree en el acusado y no en la víctima. En los últimos tiempos, la tendencia a creer en la víctima por parte de la Justicia quizás haya sido lo que hizo saltar varios casos. También, en teoría, las medidas deberían ser más severas –aunque el punitivismo abre otra discusión–, pero la realidad es que, entre la guita y la presión de la fama, de alguna manera u otra, todos vienen zafando. Sin dudas no han zafado de la justicia social, pero de alguna manera es la sociedad también la que los ampara, y la víctima, en la mayoría de los casos, pasa a ser, además, culpable de que las estrellas se caigan del cielo.
En este devenir violento que nos alberga, la selección uruguaya jugó el sábado frente a País Vasco con una camiseta única en la historia, que mediante el uso del color violeta en sus vivos reconoce la lucha de las mujeres, visibiliza sus reivindicaciones y apela a la sensibilidad para que dejemos de violarlas y matarlas. Ahora, uno de los futbolistas que utilizó la camiseta fue Nahitan Nández, acusado de violencia física contra su expareja, hecho del que pudo zafar escapando a Italia, donde defendió los colores del Cagliari. Pudo volver al país por un arreglo con su ex, pero su vuelta a la selección no fue siquiera enmarcada en un proceso de revisión o en una terapia para trabajar el o los hechos violentos que llevará consigo toda la vida. Ni con él ni con sus compañeros. Es así que, en realidad, la camiseta aparece como un panfleto (aunque quizás sea mejor que aparezca a que no aparezca), ya que la Asociación Uruguaya de Fútbol, impulsora de la pilcha, no generó alrededor de los varones ningún tipo de concientización sobre la temática, ni trabajó con Nández ni con sus compañeros bajo ningún concepto. Entonces, ¿la camiseta se la ponen o solamente la usan? Seguramente, ni en la selección ni en ninguno de los equipos del fútbol uruguayo los técnicos iniciaron la charla previa al entrenamiento cuestionando estos actos, los últimos, los más notorios, vinculados a colegas del fútbol, incluso figuras, incluso uruguayos.
Los planteles de fútbol masculino tienen entre 20 y 30 jugadores. Los muchachos compiten en divisiones formativas desde los 13 o 14 años en Séptima División (algunos equipos tienen pre séptima u octava), luego pasan Sexta, Quinta y Cuarta, algunos tienen reserva o Tercera, aunque está desprestigiada, y la Primera División. Por lo tanto, un equipo cualquiera del fútbol uruguayo arropa entre 150 y 200 tipos de distintas edades que escriben su historia en el deporte, incluso olvidando a veces su propia historia de vida.
¿Cuántos jugadores han pasado por los equipos del fútbol uruguayo sin saber qué es la perspectiva de género? ¿Cuántos futbolistas han llegado a primera sin considerar las fauces violentas de su propio género? ¿Cuántos asados se han hecho y cuántas fiestas en las que la masculinidad aflora en microviolencias que no son más que flagelos de las más grandes violencias hacia las mujeres que implican hasta la muerte? ¿Cuántas charlas técnicas hemos perdido sin hablar del machismo que mata a una piba por día? ¿Cuántas mujeres han de morir o ser violadas para que cambie el marco que ejercen los clubes y las selecciones con sus varones?