Entre sábado y domingo se cerró la quinta fecha del Torneo Apertura, que había sido suspendida y retomó la actividad con varios partidos, entre los que se destacó el triunfo de Wanderers y el empate entre Nacional y Progreso.

En el bohemio se dio el debut como entrenador de Antonio Pacheco. No es una regla que se cumpla siempre, pero se dice que técnico que debuta, no pierde. En este caso, Wanderers ganó y de muy buena forma, jugando de visitante ante Danubio.

Fue 2-0 para el bohemio con un gol en cada tiempo. El primero fue de Matías Fonseca: Fabricio Formiliano (exdanubiano) de cabeza se la dejó servida y el hábil delantero la mandó a guardar de volea. Lindo gol cuando iban apenas 11 minutos y el partido se armaba. También madrugando, esta vez en el complemento, a los 49’ Agustín Albarracín aprovechó un regalo de la defensa locataria y con tiro cruzado la metió en el ángulo.

Con Pacheco al mando, Wanderers al fin ganó en el Apertura. Se sacó la mufa y la mala racha, ya que cosechaba dos empates y dos derrotas más el cese del antiguo entrenador, Alejandro Cappuccio, que duró menos que un suspiro.

Más del domingo

Cerro y Cerro Largo jugaron un partido para el olvido que terminó 1-1. Lo más llamativo fue la colorida camiseta que los arachanes usan como visitante esta temporada, una casaca que homenajea al carnaval de Melo: puro colorinche.

Más allá del color, el juego comenzó con un gol de Hugo Silveira casi desde el vamos. El segundero aún no había llegado a cumplir un minuto cuando Darío Denis se la regaló a Sebastián Sosa, y el hijo del gran Haberley se la cedió a su compañero, que confirmó la ley del ex: gol.

Fue un bajón para Cerro ir perdiendo todo el primer tiempo, porque el villero demostró en los restantes 44’ que estaba para más de lo que hizo en ese minuto inicial. Por suerte para ellos, en el complemento hubo justicia, cuando Bruno Scorza la mandó a guardar a los pocos minutos de iniciado el segundo tiempo. Con el empate el juego se hizo duro, cortado, sin claridad para ningún lado, más allá de que los entrenadores gritaron y movieron piezas para mostrar una mejor versión y, lógicamente, ganar. Nada: un punto para cada lado y a otra cosa.

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