En el mundo (del fútbol), el argentino Marcelo Bielsa es reconocido, por su idoneidad, trayectoria, conocimiento y preocupación por los desarrollos, como uno de los mejores entrenadores del orbe.
Bielsa, impensado por cuestiones de mercado pero razonable por su profesión, ha desembarcado hace diez partidos –sólo seis de ellos oficiales– como técnico de Uruguay, el país más ganador del mundo si se enmarca en parámetros de edad como nación, demografía, extensión territorial y otros términos que lo separan de otras innegables potencias futbolísticas.
Bielsa trabaja en una organización privada pero que es depositaria del mayor interés público del país. Ha venido a dirigir a la celeste, no a exponer o responder demandas periodísticas o inquietudes del pueblo, pero, sin embargo, lo hace.
Lo que sabe todo el mundo (y más)
El fútbol, desde su irrupción masiva en las islas británicas, hace ya 150 años, ha generado en las sociedades del mundo entero distintas interacciones que pueden haber hecho callo en acciones tan determinantes como la noción de patria o el conocimiento de las geografías y las formas de vida regionales.
En Uruguay, el fútbol es desde hace 120 años un articulador fundacional de la sociedad cosmopolita soldada de manera casi inquebrantable a una camiseta que nos represente a todos en una cancha.
El fútbol también puede ser o puede considerarse un elemento dinamizador de otras acciones trascendentes, como la búsqueda de la superación, el acopio de conocimiento, el enriquecimiento social de una disciplina que en principio parece ser cosa de unos pocos, pero que de inmediato nos involucra a todos y todas.
El fútbol produce conocimiento. Hay permanentemente una fuerte interacción de ideas sostenidas por un frágil marco teórico que se autodestruye en 90 minutos, por el fracaso táctico, técnico, por un pozo, una caída, un engaño o un poste de 12 centímetros de ancho, pero también un soporte de discusión en el que el conocimiento se conduce por individuos que han demostrado idoneidad en la materia y en las ideas que llevan adelante, y cientos de miles de que aceptamos o pretendemos modificar o dar vuelta los insumos que a través de las exposiciones nos hacen llegar.
En el mundo en que vivimos, poder escuchar y abrevar del conocimiento de quienes se plantan ante los micrófonos y las cámaras en un ejercicio de exponer y responder a inquietudes de la prensa puede ser algo que no siempre se optimiza y que muchas veces es una oportunidad desperdiciada en pro del utilitarismo asfixiante del resultadismo.
Escuchar a Bielsa, mirando para abajo o sin enfocar a quien interroga, es un ejercicio placentero de acumulación de ideas, conocimientos e hipótesis trazados por alguien que sabe de lo que habla. Es también en la exposición de sus ideas una continuidad virtuosa de las conferencias y los aportes del Maestro Óscar Washington Tabárez, que durante años nos enriqueció no sólo en las selecciones nacionales, sino como audiencia.
Influencer
Por estos días, Bielsa, primero en San Sebastián y después en Montevideo, expuso en líneas generales sobre su aporte al fútbol uruguayo y sus ideas básicas y poco negociables acerca de cómo plantear competencia en un terreno de juego. Vale repasar, entender o discutir sus ideas: “Hay veces que la realidad ayuda a que las conclusiones que uno ofrece parezcan elaboradas. He tenido muy pocas oportunidades en el tiempo que llevo de trabajo en Uruguay de transmitir las ideas que me representan como entrenador. Tuve un bloque de partidos amistosos ni bien empecé a trabajar con rivales que no fueron de alta jerarquía y enseguida empezaron las Eliminatorias, en las que lo que se persigue es el resultado y no el estilo”, manifestó y sostuvo, ante la insistencia sobre su influencia en el fútbol uruguayo y en específico en la selección y los últimos resultados obtenidos por Eliminatorias. “Sinceramente, no podría decirle que he tenido influencia, a lo mejor con el paso del tiempo”, agregó.
“Sí se ve el potencial que tiene Uruguay expresado en algunos jugadores del máximo nivel y de la historia del fútbol, eso está muy por encima de lo que yo impongo. La impronta depende del éxito, veremos cómo se desarrollan los próximos episodios. Está la Copa América, que es sustancial, y los próximos seis partidos de Eliminatorias”, detalló.
En Montevideo, a la vuelta de Europa, reafirmó sus puntos esenciales para el desarrollo de sus ideas. “Los rasgos distintivos que yo propongo para el juego colectivo del equipo no son demasiados y son muy identificables. Es muy fácil notar qué cosas se consiguen y qué cosas no. Me gusta recuperar la pelota rápido cerca del arco rival, cuando el rival inicia el juego o inmediatamente después de haberla perdido. Otro aspecto al que le doy importancia es a que el juego sea consecutivo, que la elaboración evite los pases divididos, largos y que se vayan agregando combinaciones para que la pelota llegue desde atrás hacia adelante de manera segura, para que el fin del ataque se produzca desde posiciones y posesiones que permitan poder elegir cómo terminar los ataques”, dijo Bielsa.
En octubre, en Colombia, previo a su tercera contienda por los puntos y después de su primera derrota ante Ecuador en Quito, Bielsa expresó que “lo que no puede hacer el entrenador es cambiar un estilo rápidamente. Creer que un estilo se cambia de un partido a otro es imposible. La consolidación de una forma de jugar tiene un proceso. En la medida en que usted no respete el proceso, tardará más en definir que el estilo se instale y tal vez tampoco lo logre. Entrenar exige convencer, y es muy difícil convencer a alguien relatándole un proceso en el que el jugador no cree. Nadie está dispuesto a valorar pasos paulatinos que te acerquen progresivamente a conseguir la imagen que querés construir”.
El entrenador ya ha construido su imagen de profesional serio, trabajador, sensato y preocupado. Uruguay, el país futbolero, también, con sus años detrás de la pelota que por unas pocas décadas no coinciden con su creación como nación.
Más allá de los resultados, de las listas, los citados, los titulares y las estrategias, es un gran encuentro y debemos disfrutarlo.