En el complejo donde entrena Bella Italia se extiende un manto de líneas anacrónicas y conos de ficción, donde una pelota imaginaria sigue un dedo y el gesto del técnico es como el de una profesora de danza, para que otro pájaro imaginario vuele por la izquierda. Entre el silbato y un grito de aliento para que una coreografía vuelva, una cumbia que habla de otra cosa.

“Antes, antiguamente, era el dale, el corré, el tirate, el volá, el sacala, nene, como me decía Pablo Fuentes, tirate; ahora, viste, es todo cortito, adentro del arco, no te movés de los siete metros. Todo ha ido evolucionando a través, también, del uso de las redes de hoy en día, que vos pedís un entrenamiento del Manchester United o del Bayern Múnich y te sale lo que hacen ellos”.

Fernando Muslera utiliza ellos, pero en realidad debería decir nosotros. Fernando Muslera, el muchachito surgido en Wanderers, después de la primera gran fortuna que es el baby fútbol. “Empecé en el Royal”, dice, “después Olimpo, Peñarol y terminé en el Cosmos Corinto en el Prado. A partir de ahí fui a Wanderers, desde los doce años hasta primera”.

Una carrera

“Al principio tratábamos de hacer movimientos que simplifiquen la exigencia física, entonces, digamos, esos recuerdos llevados a lo que en Europa me exigieron después, era completamente diferente. Hoy en día agradezco el, entre comillas, sufrimiento que tuve cuando pasé de Nacional a la Lazio y el entrenador de arqueros me agarraba una hora antes, después tenía 40 minutos con el equipo y después 45 minutos más mano a mano con él de nuevo, todo para cambiarme la técnica porque no iba de la mano con lo que yo había aprendido acá. Sí que tenía las bases y la mentalidad, pero no la técnica como para jugar en Italia, pero el entrenamiento de acá me ayudó y hoy ese sufrimiento lo agradezco”, dice Muslera, campeón de América con la selección uruguaya en 2011, pero que además lo intentó en cuatro ocasiones más y estuvo en cuatro mundiales.

El oficio del arquero es como el de un sacapuntas. Siempre afilando para escribir mejor la historia. Esa historia de siete metros tras la que hay un riachuelo de oro sin color. “Me ha pasado de que me toquen entrenadores de arqueros que trabajan con diferentes métodos y la paso mal. O sea, me siento mal en el arco, me siento mal físicamente. Ya tengo una estructura armada en mi caso y creo que es el caso personal de cada arquero, tener un estilo de trabajo. Que uno se sienta cómodo con ese estilo. Es fundamental saber si un arquero necesita cuatro pelotas, si otro precisa seis, otro precisa ocho y capaz que eso va en cada uno y hay que saber llevarlo”.

Muslera es al Galatasaray lo que el Galatasaray es a Muslera y Turquía es al fútbol lo que su gente canta en la cancha. Muslera llegó al club después de ganar la Copa Italia y la Supercopa de Italia con la Lazio. El mismo año que salió campeón de América para siempre, ganó la Superliga de Turquía, y al otro año, y al otro, y así. Una historia que se repitió a lo largo de su propia historia con la vida. Entre la Copa y la Supercopa, la Superliga y los clásicos con el Fenerbahce. La familia, aprender y enseñar a hablar en lenguas y costumbres. Aprender a ser Muslera.

“No soy de dar consejos y aparte soy revergonzoso para dialogar o para decir cosas, porque, bueno, cada uno es cada uno, y no sé cómo se lo puede llegar a tomar el otro, pero me toca un poquito ese rol y me gusta también, me gusta, porque quiere decir que el trabajo que uno hizo, otros lo admiran”, dice Fernando. Mientras, los jugadores de Bella Italia, que conversaron con él después del entrenamiento, se van para el vestuario cada vez más jóvenes.

“Cuando llegué a la Lazio tenía 20 años, el arquero Marco Balotta tenía 43, y el veterano la verdad se portó bien hasta que se puso celoso cuando se ve que me enseñó demasiado o le absorbí todo; pero él me ayudó muchísimo. Después, como entrenador, Claudio Taffarel, arquero campeón del mundo, siendo entrenador de arqueros, me llevó por ese camino del diálogo de dos personas que compartieron cosas similares. En un momento me llenó de orgullo cuando me dijo: “Te veo atajar y me recuerdo a mí mismo”. Los pibes del Bella Italia comen algo juntos después de entrenar. En Norteamérica, los futbolistas uruguayos escuchan a Marcelo Bielsa pensar en voz alta estrategias para la Copa América, para la vida, para ganarlo todo.

Números con Uruguay

  • Partidos jugados 133
  • Partidos ganados 68
  • Partidos empatados 33
  • Partidos perdidos 32
  • Minutos en campo 12.015

Al fútbol

“Los huesos hablan tiempos”, dice un poeta uruguayo que además es adscripto. Las manos de Fernando hablan tiempos. Los nudillos hablan tiempos. Como las manos de Fabián Carini, que estuvo mirando la práctica y mostrándome las manos y hablando de fútbol, de manos enganchadas en remeras para siempre. De esguinces que te sacan del ensayo, pero que nunca, nunca, te sacan del estreno. Las manos de Muslera hablan tiempos. Dejaron marcadas sus huellas en bronces y oros de copas pulidas como el oficio. El oficio de ganarlas o estar por ganarlas siempre, hasta el centenar de puntos si es necesario: “Lo que me ha tocado vivir en el club desde que llegué a Galatasaray es que cuando se me ha exigido, tuve respuesta, por suerte, y eso ha llamado la atención o en partidos claves he tenido buen día o buenos días. Con el paso del tiempo se ha generado una estructura con una defensa sólida como la tuve con [Tomas] Ujfalusi. Hoy en día tenemos a un turco que está en la selección de Turquía, Kerem Akturhoglu, que es una bestia. He jugado con grandísimos jugadores que han generado esa estructura. También hoy en día está Davinson Sánchez, de la selección de Colombia, junto con Lucas [Torreira] y Mauro [Icardi], que es referente nato”.

“Y además son como amigos. Es importante tener amistades que potencien, no solamente salir a tomar mate o comerte un asado, sino que en el día a día, siendo que estás en una cultura diferente, con mentalidades diferentes también, vos puedas lograr mantener una estabilidad. Somos mucho del plantel, del grupo, de generar vestuario, cosa que, como estás con tantos internacionales, muchas costumbres no son iguales a las nuestras. Tratamos de llevar la diversión, el buen ánimo, el entrenamiento al 100%, no regalar nada, exigir, demostrar para después poder exigir, y bueno se van dando lindas cosas, pero es más que nada la naturaleza nuestra”. Fernando habita en Turquía con su familia y gesta su gloria que es plural. Tiene la costumbre de hablar de los otros, se corre de su propia estrella, y de eso se trata el proyecto deportivo en el que está inmerso formando parte del equipo de gestión, el Sportivo Bella Italia. “Siempre fue un sueño tener la posibilidad deportiva y social de ayudar a mucha gente, a muchos jugadores en este caso, de armar un proyecto a mediano y largo plazo en el cual se generen lindas bases, donde se pueda trabajar bien, donde pueda haber un crecimiento de cada persona que venga a trabajar acá”, dice Fernando. “Estamos en la C amateur”, continúa, “donde hay personas que vienen a entrenar, dan su máximo y de acá se van a trabajar”.

Otra vida

Gianni Guigou, que le sacó el lustre al botín con la casaca de la Roma, entre otras, pasa con un bidón de jabón para la ropa. No le pesa ni el bidón ni la camiseta de la Roma. Le pesa que los jugadores no la pasen bien. “Lo que creemos nosotros en el grupo de trabajo”, dice Muslera, “es tener lo básico para que ellos puedan crecer, porque, si no, invertir, poner plata y ascender, es fácil, porque jugadores hay muchísimos. Si pagás, subís, y después, ¿cómo mantenés? Si no les generás un buen centro de entrenamiento, si no les generás unas buenas bases para que ellos crezcan. El Gato [Leandro] Silva la verdad que está trabajando muy bien, tiene un grupo espectacular de trabajo y eso es lo que potencia al jugador que viene día a día”.

En unos días empieza la Copa América. La misma o parecida a la que ganó Fernando en 2011 junto a un equipo de jugadores notables con los que marcaron una época en la selección, una época de esas que parecen para siempre (ver recuadro). Sin embargo, lejos de las luces de aquellos estadios, con la decisión tomada de no ser más convocable por Uruguay, Muslera se siente en el lugar de los comunes: “Pasé a ser un hincha, me pongo la camiseta del Fede Valverde, del Chino Rochet o del que sea. ¿Y ahora? ¿Y ahora cómo funciona? Ahora estás en el sofá”.

Muslera volverá a Turquía unos días después para entrenar con un equipo que en su vida y en la vida de ese equipo, será para siempre. El año pasado, cuando debutó el Bella Italia, hacía un frío tremendo. Fue en la cancha de Basáñez, y Muslera y los suyos se debatían entre las camperas para ver al cuadro. Ese mismo día era la final de la Champions y Muslera no eligió el sillón del palco, sino el cemento de las gradas en Malvín Norte. La final se jugaba en Turquía, donde vive Fernando, se enfrentaban el Manchester City y el Inter de Milán. “Tengo un recuerdo de la cancha de Basáñez, cuando tenía 15 años, llovía y la cancha se había llenado de agua. Mi vieja, como siempre, atrás del arco, queriéndome arrimar un buzo, ¿no? Y la línea no la dejó, por obvias razones, estábamos jugando un partido. A partir de ese momento se enojó y le tenía rabia a todos los árbitros. Volver a esa cancha me hace recordar esos momentos, llegar ahí fue como verla gritando: “¿Querés el buzo, Nandito? ¿Querés el buzo?”.

133 presencias

  • Eliminatorias FIFA 47
  • Amistosos FIFA 44
  • Copa América 22
  • Copa Mundial FIFA 16
  • Copa Confederaciones 4

Fernando Muslera es el cuarto jugador en el ranking de presencias histórico de Uruguay, con 133, detrás de Diego Godín (161), Luis Suárez (138) y Edinson Cavani (136). Además, Muslera es el golero uruguayo que ostenta la mejor racha sin recibir goles en Copas del Mundo con 365 minutos, superando los 277 que tenía Ladislao Mazurkiewicz.

.