Peñarol sorteó con facilidad un partido que puede ingresar en el cajón de los incómodos, metido entre partidos de copa y con la mente en el encuentro de vuelta del próximo jueves ante Flamengo y la ilusión de volver a estar entre los cuatro mejores de América luego del triunfazo en Maracaná.
Con totalidad de suplentes, el carbonero se quedó con la victoria sin sobresaltos para estirar a siete puntos la diferencia en la Anual luego del empate de Nacional con Defensor Sporting. El aurinegro está en un momento energético positivo. Juega bien, todos rinden, la alegría se nota en la cancha y en las tribunas. Incluso, la gente se animó a tirarle guiños a la Fiera con el clásico “vení, vení, cantá conmigo...”.
La clave para el desenlace final se dio en el inicio. Dudas entre Mathías Cubero y Pablo Lacoste que aprovechó Felipe Avenatti; el espigado delantero a pura zancada ganó el pique y le cedió el balón a Facundo Batista, que anotó el primero de su hat-trick.
El segundo llegó a los 14 minutos, en centro preciso de Gastón Ramírez, que utilizó el guante de su pie zurdo para la cabeza de Batista, quien concretó su segundo grito. En una incursión por derecha de Damián Suárez consiguió una falta al borde del área. Tras llamado del VAR, Esteban Ostojich expulsó a Claudio Araújo. Ahí se terminó.
En el segundo tiempo llegaron tres goles más, Batista puso el que le faltaba para llevarse la pelota y Matheus Babi anotó su doblete para demostrar que está para sumar minutos. Pudieron ser más. Peñarol manejó la pelota con total placer y cada vez que aceleró generó peligro.
Cerro recibió demasiadas cachetadas como para reponerse. Nunca estuvo en partido. Lo sufrió. La superioridad física y futbolística fue grande. Ignacio Pallas cambió la figura respecto a partidos anteriores y sus dirigidos no lograron acomodarse.
Ventaja en el juego y en el resultado
Peñarol necesitó media hora para adueñarse del partido. Además del gol desde el vestuario, descifró rápido por dónde hacerle daño a la defensa rival. Cerro se plantó con una línea de tres que intentó ser de cinco a la hora de defender, pero los de Aguirre atacaron de manera directa a las espaldas de los laterales con los delanteros tirando diagonales desde el medio hacia afuera y los volantes internos –fundamentalmente Ramírez– llegando a esa posición para dar el pase final.
Con el dominio futbolístico y anímico de la noche, las dudas de tener la cabeza en otra parte quedaron disipadas. Peñarol se dedicó a mover el balón con mayor paciencia, supliendo con calidad la falta de conocimiento colectivo de esta oncena en conjunto.
Los laterales rompieron con sorpresa, cayendo por afuera para duplicar en la banda a los carrileros cerrenses que intentaron frenarlos, sin éxito. En ese sentido, fue muy bueno el debut del Zorro Suárez por derecha.
Con el resultado en el bolsillo, Aguirre dosificó minutos de sus jugadores y llenó de confianza a los que no tienen tanta participación. Todos dieron lo suyo, se sintieron parte del idilio y colaboraron para la goleada, que alimenta el buen momento del carbonero.
La gente se fue del Parque Viera pidiendo por el resultado del jueves. La obsesión está a la vista, Peñarol sueña con la gloria eterna.